Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Análisis: esta vez fue el cuento de "Alí Babá y los cuarenta ladrones"

Argentina arrancó con el pie izquierdo en el debut ante Arabia Saudita; un golpazo que se debe asimilar rápido para no perder la ilusión. El VAR fue un gran protagonista. 

   Podía pasar, porque se trata de fútbol... Pero nadie, ni en los peores escenarios se podía imaginar una derrota de Argentina en el debut ante Arabia Saudita.

   Del optimismo irradiante a un cierre doloroso, un golpazo. El semblante en la previa nos hacía ilusionar con otro contexto, porque se llegaba bien al debut, como no había ocurrido en algunos de los últimos mundiales.

   El ánimo era el mejor, el invicto respaldaba a un combinado que era favorito a ganar el grupo sin contratiempos, y el debut ante un conjunto árabe que si bien clasificó primero en su eliminatoria por encima de Japón y Australia, no parecía tener en su ADN la capacidad de semejante hazaña.

   Argentina, con Lionel Messi como estandarte, arrancó el partido con la convicción que le conocemos. En el tercer minuto Messi hizo desparramar al arquero Al-Owais y todo indicaba que sería apenas un trámite.

   Encima, a los 10, a instancias del VAR, un agarrón a Paredes dentro del área le permitió al capitán sacar la ventaja tranquilizadora.

   El festejo medido con puño apretado, mirada al cielo agradeciendo que esta vez sí el camino se estaba alineando. En 2018, por esta misma vía, Lionel no pudo anotar ante Islandia.

  Lo que siguió fue una historia de ciencia ficción. Con el VAR como protagonista -lo había anticipado Alfaro cuando dijo que a Velencia le iba a cortar las uñas- llegó el primer revés tras un pase del "Papu" Gómez al capitán albiceleste, quien quedó solo mano a mano contra el arquero, pero el sistema de offside automático definió que estaba en posición adelantada. Luego se vio que por centímetros.

   Y más tarde dos goles anulados al bahiense Lautaro Martínez, que convirtió en por sendos offsides. En el primero otra vez entró en funcionamiento el semiautomático, que advirtió que el hombro del atacante lo había dejado en posición adelantada.

   Los gritos atragantados de los miles de seguidores presentes y los festejos arruinados serán, sin dudas, moneda corriente si la exigencia -para todos- es entrar en mínimos detalles.

   El sabor amargo de un escueto 1-0 no invalida, de todos modos, que se cometieron errores y que al equipo le costó hallar la manera de generar situaciones de gol -ante una defensa rival que marcaba muy en línea y lejos de su arco- sin quedar fuera de juego.

  En el segundo tiempo el partido dio un giro inesperado para el equipo de Scaloni. Se pasó de la tranquilidad absoluta al descontrol total en pocos minutos.

  Dos llegadas y dos goles de Arabia Saudita. Un pelotazo y una floja respuesta del "Cuti" Romero, le permitió Al-Shehri -en el primer tiro al arco- marcar la paridad, a la vez que Al Dawsari, en otro desconcierto defensivo, anotó un golazo al ángulo superior izquierdo de "Dibu" Martínez, para un 2-1 que nos dejó sin aliento.

  Scaloni apeló a los cambios pero las respuestas no aparecieron. Messi pidió la pelota, retrocedió en el campo, se hizo cargo y hasta modificó su posición. Incluso mostró su malestar por con las constantes interrupciones, pero no hubo caso. Un tiro libre que se fue alto, un cabezazo (tras centro de Di María) llegó sin fuerzas al arco y en el final, cuando capturó un rebote, tras una mala salida del arquero, tardó en patear porque no encontró el hueco y la jugada se diluyó.

   Fue un sacudón tremendo. Arabia Saudita se aferró con uñas y dientes a un triunfo histórico que, sin dudas, está a la altura de un cuento maravilloso, como el de "Alí Babá y los cuarenta ladrones".

   Sésamo se abrió y sésamo se cerró... Esta vez para alegría del pueblo árabe. Aunque la enseñanza de esta historia gira en torno a que las malas acciones siempre tienen un retorno.

   Argentina, en el Mundial '90, también empezó con un trapié (0-1 ante Camerún). Y luego llegó a la final... No dejemos de ilusionarnos, porque en fútbol somos potencia.