Bahía Blanca | Viernes, 04 de julio

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Haití, un país castigado por la historia, la corrupción, la represión y los desastres naturales

A los desmanejos políticos, la constante crisis económica y la pobreza extrema se suman los constantes golpes que provoca la naturaleza en la población.

   El sismo que sacudió el fin de semana pasado a Haití, que dejó decenas de muertos, se suma a una interminable lista de desgracias que en dos siglos incluye la explotación intensiva de esclavos, dictaduras, ocupaciones extranjeras, desastres naturales y crisis políticas, que en conjunto conformaron la historia del país más pobre del continente, con una infraestructura casi inexistente y un Estado colapsado.

   Haití, que comparte la isla La Española con República Dominicana, fue la principal colonia francesa en el siglo XVIII, que en 1780 exportaba el 60% del café y el 40% del azúcar que se consumía en Europa y donde la intensiva esclavitud -que hundió el promedio de vida de un esclavo a 21 años- creó las condiciones para una violenta revolución en 1804.

   La revolución trajo la anhelada independencia a los haitianos, pero paralelamente dejó una economía desolada, con una producción y una infraestructura completamente destruidas, además de granjearle el rechazo y bloqueo de muchas naciones del mundo que consideraron la liberación de esclavos como un mal ejemplo.

   Para salir del aislamiento internacional, el país debió comprometerse a pagar una indemnización cuyo valor actualizado se elevó a 21.700 millones de dólares, que fue redimida recién en 1938, cuando el país ya estaba atrapado en una espiral de deuda.

   Desde su independencia, Haití experimentó una sucesión de dictaduras, intercaladas con algunos cambios democráticos y ocupaciones extranjeras que fueron configurando su situación actual.

   De 1957 a 1986, François Duvalier (conocido como “Papa Doc”), y luego su hijo Jean-Claude (“Baby Doc”) sometieron a la población a un control total bajo el mando de los escuadrones de la muerte, los “tontons macoutes”.

   Expulsado por una revuelta popular en 1986, “Baby Doc” se exilió en Francia durante 25 años, antes de volver a Haití, donde murió en 2014.

   Los regímenes opresores Duvalier padre e hijo -las dictaduras más sangrientas de la región, cuya política económica tuvo efectos desastrosos para el país-, figuran de forma prominente entre los factores que han sellado el destino de Haití.

   En 1990, el sacerdote Jean-Bertrand Aristide fue elegido en las primeras elecciones libres.

   Derrocado por un golpe de Estado en 1991, se exilió y regresó a Haití en 1994 tras una intervención estadounidense.

   Uno de sus familiares, René Préval, asumió la Presidencia en 1996.

   Aristide volvió a la presidencia en 2001 pero, bajo la presión estadounidense, francesa y canadiense, una insurrección armada y una revuelta popular, dimitió en 2004 y se exilió.

   René Préval, que retomó el poder en 2006, es el único dirigente haitiano que completó los dos mandatos que permite la Constitución.

   El 12 de enero de 2010, a las 16.53, el país fue golpeado por un terremoto de magnitud 7 en la escala Richter, el más devastador que afectó al país en 200 años.

   El epicentro del temblor estuvo cerca de Puerto Príncipe, la capital. Se estima que el número de muertos llegó a más de 300.000 y más de un millón de personas quedaron damnificadas.

   Tras la desgracia del terremoto, Michel Joseph Martelly gobernó el país entre 2011 y 2016.

   El 7 de febrero de 2016 finalizó su mandato sin sucesor tras la cancelación de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en octubre de 2015 por disputas y fraude masivo.

   A continuación, el Parlamento designó como presidente provisional al titular del Senado, Jocelerme Privert, y tras una larga crisis electoral, en enero de 2017 se confirmó la elección de Jovenel Moise en una nueva votación en noviembre de 2016, en medio del fuerte rechazo de la oposición, que no reconoció su victoria.

   Moise fue asesinado el 7 de julio último por un comando integrado por ciudadanos colombianos y haitianos, según las precarias investigaciones judiciales del caso.

   Esta sinuosa historia transformó a Haití en el país más pobre de América Latina y el Caribe y uno de los más pobres del mundo, según el Banco Mundial (BM), con un 60% de su población por debajo del umbral de la pobreza.

   El PNUD lo sitúa en el puesto 170 de 189 por su índice de desarrollo humano. Su PBI se contrajo alrededor de un 3,8% en 2020, ya que la pandemia de coronavirus agravó la ya débil economía y la inestabilidad política, según datos del Banco Mundial.

   Haití es uno de los pocos países que aún no inició su campaña de vacunación contra el coronavirus. De hecho, la mayoría de la población no tiene siquiera acceso a la atención sanitaria básica.

   Otro de los dramáticos récords de Haití es su altísimo nivel de deforestación, que alcanza al 98% del territorio y constituye uno de los factores que magnifica el impacto de desastres naturales como huracanes, deslaves e inundaciones.

El último golpe de la naturaleza

   Más de 1.900 personas murieron y 9.900 resultaron heridas por el terremoto de magnitud 7,2, según los datos difundidos por los servicios de Protección civil del país.

   Además, en materia de daños materiales, los informes registraron la destrucción de más de 37.000 viviendas.

   La mayor parte de las víctimas mortales se registró en el departamento Sur, donde fueron confirmados 1.133 fallecidos, según el director de Protección Civil, Jerry Chandler.

   Junto a este departamento, los de Grand Anse y los de Nippes, con 162 y 122 muertos respectivamente, son los otros dos más afectados por el sismo de magnitud 7,2 en la escala de Richter, que tuvo su epicentro a 12 kilómetros de la localidad de Saint Louis du Sud.

   La situación se vio complicada posteriormente  empeora debido a que la tormenta tropical Grace descargó lluvias torrenciales y produjo inundaciones y deslizamientos de tierra Miami.

   Pese a que transcurrieron varios días del fenómeno climático, los equipos humanitarios aún no han llegado a muchas áreas, especialmente en el departamento de Nippes, con el transporte obstaculizado por la destrucción y daños en carreteras y puentes.

Testimonios en primera persona

   El suroeste de la empobrecida nación caribeña fue sin duda la zona más golpeada.

   “Vi cuerpos siendo sacados de los escombros, heridos y tal vez personas muertas”, señaló Jean Marie Simon, residente de Les Cayes, de 38 años, quien estaba en el mercado en el momento del terremoto y corrió a su casa para ver si su familia estaba a salvo.

   “Escuché gritos de dolor en todos los lugares por los que pasé”.

   Su esposa y su hijo de 2 años se estaban bañando y salieron corriendo a la calle, desnudos, justo antes de que el frente de su casa se derrumbara.

   Simon le dio a su esposa su camisa y se refugiaron en el patio de una iglesia con otros vecinos. La casa de su madre también colapsó.

   “Muchas casas están destruidas, hay personas muertas y otras están en el hospital”, expresó Christella Saint Hilaire, una joven de 21 años que vive cerca del epicentro.

   “Estaba en mi casa cuando empezó a temblar, estaba cerca de una ventana y vi cómo caía todo”, contó. 

   “Un trozo de pared me golpeó la espalda, pero no estoy muy herida”, expresó.