Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Perros, tortugas, cobayos y más en la bendición de mascotas

Hasta las 15 estará el padre brasileño Mauro Cantanhede realizando esta ceremonia en el camino de Cintura, calle 17 de Mayo entre Vieytes y Castelli.

   Cuenta la historia que desde hace siglos se realiza en Roma una bendición de mascotas que recuerda al humilde San Roque y su milagrosa recuperación de una herida gracias a las lamidas de un perro.

  Fue el padre Mauro Cantanhede, quien llegó a Bahía Blanca proveniente de Brasil hace unos 7 años, quien instauró la realización de esta ceremonia que se realiza en varias partes del mundo y a la que acude una multitud con sus mascotas.

   "Todos los animalitos están bajo la creación de Dios, por eso hay que cuidarlos y respetarlos", recuerda el Padre Mauro mientras recorre el predio al que llegaron perros de todas la razas y animales de compañía como loros, cobayos y hámsters realizando la bendición de mascotas que se extenderá hasta las 15 en el Camino de Cintura, calle 17 de Mayo entre Vieytes y Castelli.

   Hasta las 13, ya habían pasado 6 tandas de cerca de 14 animales de los más variados.

   "Vinieron muchos perros, de todas las razas y sin raza también, algunos gatos, dos cobayos y por primera vez me trajeron una tortuga", contó el padre Mauro entusiasmado.

  La comunidad de la parroquia San Roque se encarga de repetir una y otra vez que este "curita" perteneciente a la orden de los padres Barnabitas, le trajo mucha alegría al barrio ya que es dueño de una gran convocatoria, debido a su espontaneidad y buen carácter.

Recordando su historia

   Este santo se ha hecho famoso en el mundo por los grandes favores que consigue a favor de pobres y enfermos. Su popularidad ha sido verdaderamente extraordinaria cuando a pueblos o regiones han llegado pestes o epidemias, porque consigue librar de la enfermedad y del contagio a muchísimos de los que se encomiendan a él. Quizás él pueda librarnos de epidemias peligrosas. 

   San Roque nació en Montpellier, de una familia sumamente rica. Muertos sus padres, él vendió todas sus posesiones, repartió el dinero entre los pobres y se fue como un pobre peregrino hacia Roma a visitar santuarios. 

   Y en ese tiempo estalló la peste de tifo y las gentes se morían por montones por todas partes. Roque se dedicó entonces a atender a los más abandonados. A muchos logró conseguirles la curación con sólo hacerles la señal de la Santa Cruz sobre su frente. A muchísimos ayudó a bien morir, y él mismo les hacía la sepultura, porque nadie se atrevía a acercárseles por temor al contagio. 

   Y un día mientras atendía a un enfermo grave, se sintió también él contagiado de la enfermedad. Su cuerpo se llenó de manchas negras y de úlceras. Para no ser molesto a nadie, se retiró a un bosque solitario, y en el sitio donde él se refugió, ahí nació un aljibe de agua cristalina, con la cual se refrescaba. 

   Y sucedió que un perro de una casa importante de la ciudad empezó a tomar cada día un pan de la mesa de su amo e irse al bosque a llevárselo a Roque. Después de varios días de repetirse el hecho, al dueño le entró curiosidad, y siguió los pasos del perro, hasta que encontró al pobre llaguiento, en el bosque. Entonces se llevó a Roque a su casa y lo curó de sus llagas y enfermedades. 

    Y un 15 de agosto, del año 1378, fiesta de la Asunción de la Virgen Santísima, murió como un santo. Al prepararlo para echarlo al ataúd descubrieron en su pecho una señal de la cruz que su padre le había trazado de pequeñito y se dieron cuenta de que era hijo del que había sido gobernador de la ciudad. 

   Toda la gente de Montpellier acudió a sus funerales, y desde entonces empezó a conseguir de Dios admirables milagros y no ha dejado de conseguirlos por montones en tantos siglos. 

   Lo pintan con su bastón y sombrero de peregrino, señalando con la mano una de sus llagas y con su perro al lado, ofreciéndole el pan.