Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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¿Cómo elegimos cuando elegimos?

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   ¡Hoy votamos! ¡Es un “Tema Vital”! Y lo es porque sea el resultado que sea, nuestro destino está atado a la decisión de lo que la mayoría elija.

   Votar, elegir, algo que pareciera muy sencillo a simple vista, está “gobernado” por una serie de procesos a los cuales, muchos expertos intentan “desenmarañar”, comprender y explicar; aunque muchas veces parecieran inexplicables.

   ¿Se vota “con el bolsillo? ¿Prevalecen las ideologías? ¿Hasta donde podemos hablar de un “voto pensado”? ¿La elección por un candidato es objetiva o subjetiva?

   “La política es el arte de lo posible”, frase atribuible a Maquiavelo, Churchill, Bismark, Aristóteles, y en Argentina tiene plena vigencia, pues “ese arte” de “lo posible” condiciona el escenario para que acudamos al “cuarto oscuro” atravesados por estados de certeza y confusión, de seguridad e inseguridad, hasta replegados en nuestro instinto de supervivencia, entre tantos estados.

   En definitiva ¿cómo elegimos cuando elegimos?

   Según la Psicología inclinarse por una idea, adherir a una corriente de pensamiento determinada y elegir de acuerdo con ello, tiene “raíces” sustanciales tanto en procesos biológicos como psicológicos, racionales como emocionales.

   Es sabido que dentro de la estructura cerebral, tanto la corteza prefrontal como el sistema límbico, están involucrados en lo que concierne a la toma de decisiones; a su vez en toda campaña política, los responsables y creadores de dichas campañas, apelan a los sesgos cognitivos para generar ciertos “sentimientos” en los votantes. 

   La percepción con gran impacto en nuestras emociones, tienen un rol fundamental al momento de elegir. Por tal razón un candidato emplea palabras, gestos, vestimentas y modismos similares a los de la franja en la que pretende impactar; así logra aumentar la identificación con ese grupo, pues “es percibido” como “alguien similar” y cosecha esos votos.

   En ocasiones hay discursos que son “música para los oídos”, pues contienen el argumento que queremos escuchar, esa narrativa que confirma nuestras creencias sin razonamiento, como consecuencia del sesgo confirmatorio.

   Tampoco es casual que se apele a candidatos como empresarios reconocidos, deportistas, periodistas, que si bien en ocasiones no tienen conocimiento “de lo político” son “palabra autorizada” en sus áreas y “esa autoridad” se inclina a su favor en las urnas.

   Las emociones juegan a tal punto a la hora de elegir que está comprobado que la “simpatía” y hasta “la cara de buen tipo” genera que se atribuyan otros rasgos que tal vez el candidato no posee y sin embargo lo cosecha en votos.

   El “indeciso” merece párrafo aparte, pues al no tener una decisión tomada al momento de votar, por “conformidad social” se adapta a la opinión de la mayoría y “copia” el voto. 

   ¿Cómo elegimos cuando elegimos? 

   ¡Es una gran combinación! Cerebro y emociones, razón y sentimientos, genética y herencia, lo consciente y lo inconsciente, lo individual y lo colectivo, pero por encima de todo el gran deseo de que por fin nuestro querido país se ponga de pie.