Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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Crimen de Ricardo Pelayes: La muerte que cubrió de espanto a Bahía y la encolumnó en el reclamo

“Es duro ver crecer a tus hijos sin un padre que los guíe”, asegura Lorena Zennaro, a casi nueve años del homicidio de su marido Ricardo Pelayes, ocurrido durante un asalto en un corralón ubicado en Vieytes al 2200.

   El 24 de abril de 2009 los bahienses sacudieron su aparente letargo y salieron a la calle.
   La muerte de Ricardo Gualberto Pelayes (42), ocurrida como consecuencia de las graves lesiones que sufrió al recibir un disparo durante un asalto en el corralón Lacimen, ubicado por entonces en Vieytes 2246, motivó que alrededor de cuatro mil personas se movilizaran reclamando seguridad y el esclarecimiento del hecho.
   La vida sigue pero su tránsito por ella es “muy difícil”, según califica hoy, casi nueve años después, Lorena Zennaro, esposa de "Ata".
   “La verdad, es duro ver crecer a tus hijos (los mellizos Gastón y Matías) sin un padre que los guíe. Pero, bueno, siempre le puse el pecho a las balas, y voy a seguir por ellos”.
   La mujer reconoce que “es muy dificil salir adelante. Hace un año y medio tuve un principio de ACV a causa de todo lo que vine guardando, y de un trabajo que tenía y que terminó superándome hasta que me echaron cuando me enfermé. Por todo eso se me desarrolló una depresión, pánico, fobia, estrés. Estuve seis meses en una cama, sin levantarme. No podía abrir los ojos. Sentía que se me caían encima los árboles, el techo. Fue una situación muy fea; pero nunca bajé los brazos; voy a seguir luchando por mis hijos y por mí, porque mi vida continúa”.
   Lorena era costurera solidaria y trabajaba con una diputada. 
   “Hacíamos muchos trabajos para jardines y otros lugares de bajos recursos y el año pasado, a causa de todo esto, llegó un momento en que el cuerpo dijo basta. Muchos me ven y me dicen 'que bien que estás, que linda', pero no pasa por ahí; pasa por lo que uno tiene en el corazón y a mi me lo partieron. Pero acá estoy y voy a seguir luchando, dando la vida por mis hijos”.

Consecuencias

   El lenguaje gestual y su expresión verbal indican que el duelo continúa y está impactando muy fuerte en los mellizos, que actualmente tienen 19 años y “recién ahora, uno de ellos (Gastón) está con psicólogo y el otro lo reemplaza con el trabajo”.
   Gastón, quien en todo momento escuchó en silencio a su madre salvo un instante en que se retiró, luego de un fuerte y prolongado abrazo con su abuela materna, para enjugar las lágrimas que no pudo contener, “abandonó la universidad, porque decía que faltaba su padre, que le faltaba esa contención”.
   “Están en una edad difícil, en la que una quiere que hagan lo mejor, que sean buenas personas, que estudien; pero lamentablemente tuvieron que salir los dos a trabajar, porque yo no los puedo mantener. Estoy desocupada y el estudio les lleva mucho dinero. Yo vivo de la pensión y de manualidades y cosas de costura que hago y es lo que me tiene la mente ocupada”.


   De todos modos, por aquella complicación cerebrovascular “el año pasado tuve tratamiento psicológico; con neurólogo y medicación que hasta hoy estoy tomando, aunque en menos dosis. La lucha del día a día es difícil, tratando que los chicos no se metan en cosas raras”, dice Lorena, quien reconoce que los mellizos cuentan con “amigos que son de 'fierro', chicos que se han aferrado a ellos y son incondicionales; que están desde el día que les pasó eso”.
 

Condenas

   Por las terribles consecuencias del episodio registrado en el corralón Lacimen, Claudio Guillermo Morales fue condenado a 25 años de prisión por homicidio en ocasión de robo, portación de arma de fuego de uso civil sin autorización legal y robo agravado por el uso de armas, ya que también se le sumó un ilícito cometido diez días antes en el quiosco ubicado en Córdoba y Zapiola, y por el cual estuvo aprehendido hasta dos días antes del asesinato. 
   En tanto, Manuel Ángel López, cómplice en el robo, recibió la pena de nueve años y medio de prisión en un juicio abreviado, ya que no se lo vinculó con la autoría del crimen.
   Por encima del monto de las penas, Lorena, con toda la razón que le otorga semejante dolor, asume una postura absolutamente crítica.
   “No sé si son las leyes las que están mal hechas, pero creo que esta persona que cometió el asesinato tendría que haber estado preso. La señora (jueza Susana) Calcinelli lo largó dos días antes. Esta persona (por la magistrada) se mandó muchas macanas en otros casos y contra ella no podemos hacer nada, es palabra mayor, manda”.
   Lorena comenta que “el cómplice (por López) está con salidas transitorias y yo no quiero que mis hijos vean a esas personas. Dentro de unos años los vemos a los dos libres y yo no quiero eso”.
   Al mismo tiempo asegura que “yo no estoy pendiente” de la causa, “lo sé por informaciones que me llegan. Yo estoy pendiende de mis hijos. El caso lo cerré, pero quiero creer que siguen presos; aunque dentro de unos años los tenemos en la calle de nuevo y no van a salir a trabajar, van a salir a hacer lo mismo: robar o mandar a hacerlo a los familiares más chicos”.


   A la distancia, y con la voz quebrada, la mujer considera que “en nuestra convocatoria se movilizó toda Bahía Blanca, que se vio tocada; porque (la victima) era alguien que iba a trabajar, rompiéndose el alma para llevar la comida a su casa y te encontrás con que una basura de éstas, porque a una señora se le ocurrió largarlo, te destruye la vida”.
   Lorena afirma que “de 'Ata' tengo los mejores recuerdos. Fue un excelente padre, un excelente yerno. Estuvimos 16 años juntos y después de 3 de casados buscamos los nenes, luego de hacer un tratamiento porque no podía quedar embarazada. Nos costó muchísimo tenerlos y por eso digo que los voy a cuidar hasta el último día de mi vida. Y gracias a Dios los dos son sanos, buenas personas y, sobre todo, educados; pero, bueno, están enojados con la vida  porque no pueden tener lo mismo tienen otros compañeros, con su familia formada por la madre y el padre”.

Sentimientos

   Lorena admite que es difícil seguir adelante y que el bastón en el que se apoya es su familia.
   “Creo que recién ahora mis hijos tomaron conciencia, porque se están desarrollando como hombres, como personas, buscando su identidad. No quiero que sigan creciendo con rencor, pero ese rencor lo tenemos todos. Tanto hacia la Calcinelli, como hacia el asesino y el cómplice, y a los dueños del corralón que conmigo se borraron”, descerrajó, a la vez que aclaró que “me pagaron todo como correspondía, no digo que me hayan pagado mal”.
   Casi inmediatamente ocurrido el hecho, el local cerró sus puertas, pero Lorena asegura que “nunca levantaron un teléfono para preguntar cómo estaban mis hijos y el día del juicio, luego de dos años, me los encontré y me dijeron 'para lo que necesites, sabés que estamos' y yo les dije 'no, yo no te voy a pedir nada porque no soy de pedir nada; si vos querés darme, vení y ofrecenos lo que vos tengas'. Así que todavía estoy esperando que llamen por teléfono, pero no lo creo”.
   Asegura que siente el apoyo de “mis papás (Jorge y Marta Sabbatini), mi hermano (Gustavo), mi cuñada (María Julia Baliño), que siempre me acompañó a todos lados, amigas (como Esther Vázquez y Noelia Toledo)”.
   Finalmente, recuerda que aquel trágico viernes había ido de retirar a la escuela Nº 63 a Matías para que le hagan una radiografía cuando vieron pasar una ambulancia por calle Vieytes.
   “Me dice 'vamos a seguir a la ambulancia', porque en Monte Hermoso, con el papá, cuando ellos eran chiquitos, seguíamos a los bomberos cada vez que pasaban para que vieran lo que hacían”.
   Como siempre, esa ambulancia corrió en busca de esperanza, pero al final del recorrido sólo dejó sordos aullidos de un dolor que parece imperecedero.