La bahiense que salvó su vida por un minuto
Por un minuto, una joven bahiense salvó ayer su vida en el tremendo atentado de Bagdad. Carolina Larriera había salido temporariamente del despacho del representante de la ONU, Sergio Vieira de Mello, y antes de que pudiera regresar, la explosión escribió una nueva página sangrienta en la guerra iraquí.
Apenas llegadas las primeras noticias a nuestra ciudad, su madre, Norma Camagni, comenzó a vivir las angustias propias de la situación. Hasta que, pasado el mediodía, llamó el teléfono.
Desde el otro lado de la línea, la voz de Carolina (cumplió 30 años el pasado 13 de febrero) trajo el breve mensaje dramático pero tranquilizador: "Mami, estoy viva... Estoy viva, mami...".
No alcanzaron a cambiar más palabras, porque, obviamente, las comunicaciones eran sumamente difíciles de establecer en medio del caos.
Sólo un par de horas más tarde, Carolina pudo volver a llamar para confirmar que se encontraba bien y que, lamentablemente, después de haber permanecido bajo los escombros, su jefe, Vieira de Mello, acababa de fallecer.
Relató que había estado en el despacho del alto funcionario de la ONU hasta un minuto antes del estallido, del cual se retiró para efectuar unos trámites de rutina en el ajetreado cuartel central de las Naciones Unidas.
La noche anterior, Carolina había conversado con su madre, a quien también saludó el propio Sergio, con el cual la familia había establecido una cordial amistad.
La gestión de ambos y de otros funcionarios de la ONU en Bagdad estaba a punto de concluir. La propia Carolina admitió que la situación es difícil de sobrellevar, no sólo por las contingencias propias del conflicto, sino por las condiciones ambientales: altísimas temperaturas y deficientes servicios sanitarios. Además, la seguridad les obligaba a cambiar periódicamente de alojamiento.
"Estoy trabajando en una oficina sin ventanas y sin aire acondicionado", dijo.
El jueves anterior, Carolina había llegado a Bagdad procedente de Boston y, como decía, ya pensaba en su regreso a Nueva York, donde reside desde 1991, cuando dejó Bahía Blanca para iniciar una etapa fundamental en su vida.
Allí se dedicó a cuidar chicos, lo cual le permitió costearse los estudios universitarios de Finanzas, hasta que ingresó como voluntaria en las Naciones Unidas, iniciando una carrera destacada. En 1999 la destinaron a Timor Oriental, formando parte de la misión de paz del organismo en aquella isla independizada de Indonesia.
En una entrevista con "La Nueva Provincia", publicada en diciembre de 2000, donde relataba su increíble experiencia en Timor, decía que era "una prueba de subsistencia", al haber pasado del vigésimo piso del edificio neoyorkino de la ONU a un escenario donde predominaban "el saqueo, el hambre y las pestes".
A Carolina le aguardaba, todavía, otra experiencia más dramática aún. La que vivió ayer, en la tórrida tarde de Bagdad, donde 60 segundos le marcaron una nueva fecha de nacimiento.