Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

La Educación al desnudo

-

   Hay acontecimientos que desnudan, pues así como muestran lo positivo también dejan en evidencia lo negativo, y si hay algo de lo que también se encarga esta pandemia, es de manifestar y hasta exacerbar algunas cuestiones.

   Una vez más, nuestra Educación está desnuda; mientras que algunos dicen “es un año perdido”, muchísimos docentes se las ingenian para dar clases a través de distintos soportes; mientras en pleno siglo XXI asistimos a la era tecnológica muchos estudiantes no cuentan con los medios para hacer “esa tarea” que el docente se ingenia para enviar…

   Mientras autoridades descalifican a docentes y hasta los estigmatizan por su “clase social” y dudan hasta de su “vocación”, la educación es debatida lo que dura la noticia en distintos programas y redes sociales, cuando amerita un extenso y profundo debate.

   Una vez más la Educación, el sistema educativo, quedan al desnudo y condenados a ser parte de una grieta, cuando debieran ser abordados en profundidad, sin simplificaciones, con la voluntad de ampliar miradas y profundizar, trascendiendo ideologías, enalteciendo la disidencia y edificando sobre coincidencias, dejando a un lado posturas egoístas, entendiendo que hay temas que no permiten ser vapuleados ni minimizados; asumiendo un compromiso genuino y sostenido en el tiempo.

   Y con la Educación al desnudo, tras sostenerse en pie en medio del Covid-19 cabe preguntarse cuál es el sentido del verbo educar y cuál es el rol del docente en este escenario inédito.

   Coincido con Graciela Frigerio: “educar es un acto político”. Legados, herencias repartidas y esparcidas, en las que debiera haber un colectivo cada vez más amplio que se favorece y ensancha sus horizontes a partir de lo recibido; reparto de dones que no debiera ameritar brechas ni desfavorecidos. Educar es reconocer al otro y su origen generando creativamente condiciones para que su procedencia no constituya un certificado de imposibilidad, sino que devenga en abanico de posibilidades.

   Educar es ofrecer la oportunidad de generar lazos con el conocimiento, con los otros y con uno mismo; es habilitar instancias para desplegar deseos y capacidades concibiéndolas y estructurándolas bajo condiciones de tiempo y espacio; implica la complicada tarea de construir y distribuir saberes y capitales culturales, pues la educación es un derecho y un puente hacia otros destinos.

   Educar no resiste fórmulas homogéneas, debe atender historias previas y contextos futuros, es casi como un oficio paradójico, que se reitera una y otra vez sin lograrlo todo, pero sin sucumbir en el intento; partiendo de lo realizado para tallar con paciencia y sabiduría lo no resuelto y lo pendiente.

   ¿Y el docente? Hasta hace algunas décadas fue el eje del proceso y el portador de saberes y autoridad de relevancia, en la actualidad termina arrojado a una desigual batalla con un buscador de Internet, con escaso reconocimiento e insatisfecho por las expectativas que se depositan en un guardapolvo y por las responsabilidades que la familia mal delega en ellos. Profesión irremplazable plagada de contradicciones, desconciertos y sinsabores que erosionan una imagen y condena a la frustración y fracaso.

   Seguramente urge dejar a un lado exceso de tecnicismos y prácticas burocráticas y funerarias, con prisa se debiera permitir, pensar y concebir el oficio de enseñar desde otra dimensión, pues un docente por encima de todo es aquel que está dispuesto a hacer un puñado de cosas, no más, pero trascendentes.

   Estoy convencida de que un docente recobra poder y potencia en su quehacer cuando se empeña obstinadamente en contradecir pronósticos y profecías de fracaso ligada a niños y adolescentes provenientes de sectores vulnerables y logra convertir el mundo accesible para alguno de ellos; cuando confiando en sí mismo ofrece rasgos y colabora en la tarea de tallar una identidad, cuando con esa llave de la cual solo un maestro es portador, despierta en los otros el deseo de querer aprender y transformar.