Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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El fantasma de la esquina de Tucumán y Moreno

La presunción de cadáveres no exhumados bajo los juegos, y la extraña historia de una bruja, aviva en el imaginario popular, terrores, debates y avistamientos.

Fernando Quiroga / Especial para “La Nueva.”

   El presente artículo periodístico nace de una comunicación telefónica con José Aníbal Satragno residente de Colonia Caroya, pero nativo de la zona de Traslasierra. En ocasión de una de sus asiduas visitas a Bahía Blanca por cuestiones familiares, el cordobés hace referencia a una experiencia ocurrida el pasado mes de enero. Conmovido, asegura no haber vivido nunca,  una situación paranormal, por lo que su grado de impresión le resulta elevado. Aún sigue sorprendido por aquellas horas que jamás olvidará:

   Cuando yo era pibe –nos cuenta- allá por mis pagos se hablaba de algunos aparecidos. En Villa Dolores, teníamos un “aparecido”, lo llamábamos “el Santo Domingo” presuntamente el fantasma de un mendigo,. 0 el Lobizón de Clavero. Sin embargo, eran seres que jamás habíamos visto. Lo que me ocurrió es diferente.  Es algo que yo pude ver.

   Quizás lo menos importante de este artículo sea lo que lo originó: la anécdota de Satragno habilita la discusión sobre un presunto personaje olvidado en la historia sobrenatural de Bahía Blanca, si es que podemos preciarnos de la existencia de tal. Lo subrepticio, lo inverosímil (lo salvaje), es la compuerta histórica que abrió el misterioso espectro que José describe.

   Había pasado a buscar a mi prima Virginia. Fuimos al Café Histórico, y dejamos el auto estacionado sobre la esquina de Tucumán y Moreno. En un momento saltó una alarma cuando el tema musical que estaban cantando bajó el volumen, me di cuenta que el ruido lejano era el de mi auto. Acudí presurosamente y, antes de desactivarla, se detuvo sola. 

   José recuerda que de pronto un viento que se levantó. Acostumbrado a las corrientes de nuestra ciudad, no reparó en el “frío” que se arremolinaba en esta esquina a fines de enero.

   El reconocido brujo y vidente de la zona, Raúl Regueiro, ya fallecido, había referido en una oportunidad que, para realizar algunos trabajos de magia negra, había que recurrir a la búsqueda de tierra de cementerio por la noche; por lo que este cronista, socarronamente, le había preguntado: ¿Y cómo hacés para buscarla, si el cementerio está cerrado a esa hora? A lo que el renombrado curandero contestó: Simple, me voy a la Placita 9 de julio y la saco de ahí, sigue siendo tierra de cementerio…

   Demás está decir que la revelación no tiene nada de infame, sino que es certera. Allí, donde hoy se levanta la mal llamada Plaza 9 de julio o Plaza Moreno para otros (en realidad su denominación real y poco usada es Plaza Pellegrini) hubo un cementerio.

La certidumbre histórica

   La palabra autorizada en cuestiones de nuestro patrimonio histórico es la del señor Mario Minervino. En su artículo “Sobre cementerios y plazas” realizado para este medio el 13/5/2019, en el apartado de La Ciudad, se lee lo siguiente: “...en enero de 1911, el municipio comenzó los trabajos para materializar la plaza Pellegrini, en las calles Moreno y Tucumán. Curiosa historia tenía este terreno de propiedad comunal, donde, entre 1862 y 1885, funcionó el cuarto cementerio bahiense, hasta la definitiva habilitación del predio que hoy ocupa la necrópolis. Luego de abandonar ese particular uso, el lugar se convirtió en depósito municipal (…) Por eso, los propios vecinos elevaron, en 1908, una nota a la intendencia, a fin de solicitar que se transformara en plaza pública.”

   La pregunta puntual que deviene y que trasciende toda certidumbre histórica es: Al trasladarse el camposanto al actual Cementerio de La Loma, ¿se exhumaron todos los cuerpos? 

Secretos entre brujos y brujas

   Cuando Regueiro afirmaba lo de la tierra del camposanto, agregaba a su vez: Cómo no creés que tenga fuerza esa tierra aún, si no creo que hayan sacado muchos de los cuerpos. Cuando el cementerio se mudó, solo habrán mudado algunos. No es lo mismo la clase pudiente de la época que los pobres sepultados de forma no convencional. Para mí, muchos cuerpos siguen ahí.

   Pueda llegar a ser cierto. La mudanza a la nueva necrópolis, comenzaba con un trámite administrativo que, naturalmente, implicaría dinero. ¿Quién podía pagar entonces, por el traslado de los cuerpos sin familia y con un enterramiento austero? ¿Será cierta la presunción de Regueiro?. Es necesario recordar  la irregularidad con la que se efectuaban los enterramientos en la segunda mitad del siglo XIX, la falta de jurisprudencia al respecto, y la poca participación y consideración para con las clases bajas. Por lo que la hipótesis no resulta desacreditable.

   Más aún –Regueiro proseguía– mi abuela me contó que en ese predio, entre tumbas de notables como Caronti, o la primera partera, estaba la de Constance Mallory, la oscura hechicera que había sido pisoteada por poderosos de la época, justo en el momento en que Bahía Blanca había comenzado a transformarse en ciudad.

El fantasma de la mujer maldita

   Los relatos que sostienen la endeble memoria de Constance Mallory son difusos, incluso hasta hay una anécdota atribuida a Felipe Caronti. Según Artemio Vergara, el cronista decimonónico vinculado con la Golden Dawn de Aleister Crowley, el propio Caronti había pedido ser sepultado “en la esquina opuesta a la bruja inglesa” clara alusión a que “la presencia” de la siniestra mujer, ya revestía de condición de leyenda urbana fuertemente arraigada en la década de 1880. Estas palabras, atribuidas al notable vecino de origen italiano, confirmarían la afirmación de Regueiro sobre la sepultura del cuerpo de Mallory en algún lugar del predio hoy conocido hoy como Plaza Pellegrini, el lugar de la siniestra aparición descripta por Satragno.

   Detrás del pino más grande de la esquina de Tucumán y Moreno –retoma el relato José Aníbal Satragno– escuchaba un llanto, y una figura que parecía tener un vestido gris, me acerqué con cautela y se me congeló la sangre.

   La descripción de la aparición es aterradora. Lo que el testigo intuía ver, dio paso a algo más escalofriante. Una mujer envuelta en harapos, enfundada en telas interminables, como si fuera una mortaja viviente; chasqueaba la lengua y escupía reiteradamente sobre su mano izquierda. Alta y desgarbada, la sibilante fémina miraba al testigo con fruición, como si fuese una presa a pronta sucumbir entre sus fauces. Se movía grotescamente, estirando una esquelética pierna desde adentro del vestido gris hecho jirones, y avanzaba erráticamente hacia él, mostrando los dientes.  

La leyenda oscura

   Según algunos nigromantes, Constance Mallory habría muerto en una remota e ignota pulpería de nuestra ciudad entre 1873 y 1875. Ya vieja e indigente, habría vivido de la caridad de prostitutas a las que asistía en los abortos, diciendo leerles las manos, curándoles el empacho y alejándoles los malos espíritus. Su cuerpo habría sido hallado descompuesto entre desperdicios;  degollada por proteger a una meretriz, aunque otras voces más específicas, aseguran que a los 47 años (probable edad de su asesinato) ejercía también como prostituta y que habría sido violada por hombres a quienes habría estafado con fraudulentas pociones para el amor. 

   El historiador puntaltense Federico Merodio, en el ciclo televisivo “Arte en Acción” de Canal 2 de Punta Alta, en 1991, aseguraba que Mallory o Marjorie “era una bruja de Bahía Blanca, a la que las mujeres de la vida prendían velas para la protección”.

   Invocada en rituales olvidables, las meretrices del puerto, las coperas de los cabarets de principios de siglo, con espantosa legitimación y reverencia, la habrían traído de vuelta a la vida en el ideario popular.

   ¿Y qué hiciste cuando la viste? –Este cronista quedó impávido ante el testimonio de Satragno.

   Nada -...afirmó el testigo-. Salí corriendo como un chico, giré y no estaba más...

   ¿Producto de la imaginación? ¿Fantasma de Mallory? ¿Aparición espectral indefinida, testigo de un mundo que preferimos obviar para no sucumbir al temor?

   Como fuere, estas líneas son el rescate de la memoria de una mujer olvidada que se animó a desafiar los mandatos de su tiempo (quizás también la muerte) para llegar a nuestros días, en la inconmensurable noche de la negación y el miedo..