Bahía Blanca | Domingo, 21 de septiembre

Bahía Blanca | Domingo, 21 de septiembre

Bahía Blanca | Domingo, 21 de septiembre

De evocar a Sarmiento a celebrar el día del estudiante, en la más colorida de las estaciones

Fiesta casi centenaria, el Día del Estudiante es un clásico de nuestra ciudad. La celebración no se relaciona con la primavera sino con la llegada al país, en 1888, de los restos de Domingo Faustino Sarmiento

«La primavera sigue al verano, el verano al estío, el estío al otoño, y el otoño al invierno, y el invierno a la primavera, y así torna a andarse el tiempo con esta rueda continua». Cervantes

 

Hoy empieza el verano. Así al menos se lo consideró durante siglos a esta nueva estación que se caracteriza por sus mejores temperaturas, la floración, el despertar de los animales en hibernación y el regreso de las especies migratorias. Se la llamaba “el principio del verano” y en latín se expresaba como “prima vera”.

Lo cierto es que la estación fue ganando su propio lugar, un lugar que siempre gratifica porque empieza a dejar atrás el invierno. Es también la estación del amor, no por un mérito poético sino biológico: la mayor exposición a la luz solar incrementa los niveles de dopamina, serotonina y oxitocina, que son todas hormonas ligadas al placer y el afecto. Rn un marco de aromas florales, colores y más vida al aire libre, se tiene el entorno propicio para encontrar el amor.

Y hoy es también el Día del Estudiante, no porque comience la primavera, sino porque es la segunda fecha en septiembre que evoca la figura de Domingo Faustino Sarmiento. La primera es el 11, Día del maestro, en coincidencia con el fallecimiento del prócer. La de hoy es la segunda, sin clases en recuerdo de la llegada al país de los restos de Sarmiento, el 21 de septiembre de 1888.

Llegan al puerto de Buenos Aires los restos de Domingo F. Sarmiento, 21 de septiembre de 1888

Recién 14 años después, en 1902, un estudiante de la facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Salvador Debenedetti, propuso, y logró que lo aprobara esa universidad, que ese día fuera declarado “Día del Estudiante”. El efecto de la medida no fue inmediato, pero para 1910 ya era habitual que los estudiantes de todo el país celebraran ese día con marchas, bailes y picnics, en plazas y parques.

Así, Sarmiento, Debenedetti y la primavera conjugaron sus historias para celebrar la llegada de una estación que verifica su llegada de manera precisa e impecable, marcada por el recorrido de un sol imperturbable que cumple su ciclo eterno.

Los festejos

Hay testimonios de la celebración del día del estudiante en la ciudad desde las primeras décadas del siglo XX. Los estudiantes salían a recorrer las calles, manifestaban sus “sufrimientos” como tales y compartían su alegría en las plazas y parques.

En principio organizaban marchas por el centro y por la avenida Alem hasta el parque de Mayo, lugar por excelencia de la celebración. No fue hasta mediados de los 60 que comenzó a imponerse la moda de pasar ese día o ese fin de semana o la semana, en Sierra de la Ventana o Monte Hermoso, experiencia que para muchos inolvidable porque era la primera ocasión en que se salía de la órbita del control familiar.

Las siguientes fotografías del archivo de La Nueva, mejoradas con la magia bien utilizada de la Inteligencia Artificial, dan cuenta de algunas de las formas de esa celebración.

Dos estudiantes, una rata

Festejos en septiembre de 1935, hace 90 años. Es la primera cuadra de calle Belgrano: lo indica la “GLES” del cartel que identifica al edificio del Almacén Inglés, el mismo que desde 1949 ocupa la Cooperativa Obrera.

Los carteles que llevan los chicos tienen consignas que maravillan. El primero a la derecha, por caso, es una lectura de situación: “Un estudiante, una idea; dos estudiantes, una rata; tres estudiantes, una huelga; cuatro estudiantes, un truco”.

Bicicletas con carritos de mimbre, estudiantes de traje y corbata. Son parte de una generación sin pantalla, sin celular ni computadora, sin televisión ni internet, cuando la calle era un patio de juegos.

La barra bullanguera

 

Esperaba que llegaras/Te esperaba primavera/Pues sabía que traías/Para mí un nuevo amor”. Palito Ortega, 1962

 

En 21 de septiembre de 1964. Un Siam y un viejo Chevrolet toman Sarmiento, en la vuelta alrededor de la plaza Rivadavia. La foto lo dice todo, es pura algarabía. La crónica publicada por este diario da cuenta de ese momento.

“Por la tarde la farándula estudiantil llegó hasta el centro, que la recibió con viva simpatía, compartiendo esta franca exteriorización de una alegría difícil de contener. Los disfraces, los cantos bullangueros, el rítmico golpear de las palmas de las manos, todo, vistió a la ciudad con un ropaje distinto, pero perfectamente reconocible: el de la juventud”.

Por la Gran Vía

La década de los jóvenes. Es 21 de septiembre de 1965 y la marcha generalizada recorre O’Higgins, La Gran Vía del sur argentino.

Las veredas están desbordadas de curiosos por ver a esa caravana que es pura algarabía, con camiones, camionetas, un jeep, todos ocupados por estudiantes.

Una pancarta del Colegio Nacional cruza la calle y guía la caravana, que dará la vuelta a la plaza, retomará Alsina y la avenida Alem hasta el parque de Mayo. Si alguno tenía un tocadiscos podían escuchar algún vinilo  con los temas del momento, desde los nacionales –Palito Ortega, Violeta Rivas, Sandro--, o los internacionales, incluso la gran revolución de Los Beatles.

La nostalgia sobre rieles

 

“Todos sabemos que fue/Un verano descalzo y rubio/Que arrastraba entre los pies/Gotas claras del mar oscuro”. Sui Generis, Estación, 1973

La foto es de septiembre de 1973. La ciudad resigna parte de su protagonismo y los jóvenes se van a Sierra de la Ventana. Primero, la experiencia del viaje en tren, después el fin de semana independientes, en un camping, en una casa compartida, durmiendo en la estación. Un instrumento musical acompaña una experiencia que, posiblemente, ninguno de estos jóvenes sabe que van a recordarla por el resto de sus días.

Los lugares

 

“Qué más quisiera que pasar la vida entera/Como estudiante el día de la primavera/Siempre viajando en un asiento de primera/El comandante de tu balsa de madera”. Andrés Calamaro, La parte de adelante

 

El parque de Mayo nunca ha perdido su protagonismo en este día, desbordado de muchos miles de jovenes que se han quedado en la ciudad. Un clásico bahiense: cruzar el puente ferroviario sobre el Napostá, algo de varias generaciones, la aventura en su mínima expresión.

El otro sitio, la isla, el Lido, el puente que resiste la carga de todos, la alegría y la mezcla de los más chicos y los más grandes, unidos por la misma celebración.

La corona del más grande

Es septiembre de 1985 se elige la Reina de la Primavera, como también las había de los Estudiantes en varios clubes. No se lo tomaba como un acto discriminatorio. El que entrega el premio es nada menos que Alberto Pedro Cabrera, no la avenida, para las nuevas generaciones, sino uno de los mejores jugadores de básquet de nuestra historia. Sangre azul.

Final

 

“Buenas noches, primavera,/sin bandera ni carnet,/no me tumbes en la era de Internet”. Joaquín Sabina, Canción de Primavera

 

Hay momentos del año, fechas, situaciones que funcionan como un nudo que marca el paso de un momento a otro, como parte de la misma cuerda. Ese nudo es un mito, la creencia de que todo puede mejorar a partir de ese día, que se puede volver a empezar o retomar de mejor manera o simplemente generar nuevas expectativas. La llegada de la primavera es un signo, de los buenos, donde incluso está permitido recuperar la inocencia.