Disfrutar del patrimonio, una experiencia distinta y poco habitual
Ocupando un sector de la llamada Casa Coleman, la puesta en uso de la que fuera casa de empleados permite interactuar con un bien de alto valor patrimonial.
En la que fuera vivienda del personal de la llamada Casa Coleman, en avenida Alem 41, funciona desde hace un año un local gastronómico, cuyo propietario recuperó ese edificio que estaba en desuso, lo puso en valor respetando su diseño y le asignó un nombre relacionado con el lugar: Patio Coleman.
Se trata de una construcción de estilo colonial, con un remate de líneas curvas, un frontis quebrado y, debajo, un friso decorado con varios motivos, desde una antorcha, pasando por hojas de acanto, unas volutas jónicas y vegetales de estética art nouveau.
Para llegar al lugar hay que caminar por el patio lateral de la casona que desde 1931 ocupara Arthur Henry Coleman y su mujer, María Eufrasia Labadié, la cual fue adquirida a la familia De León que la construyó en 1927, según un proyecto de Francisco Marseillán y la participación de la empresa Cabré.
En ese recorrido es posible admirar los tres grandes vitrales mandados colocar por Coleman como cierre de la galería abierta. Forman parte del palacete principal, un diseño pintoresquista, de cubiertas de tejas y arquerías de medio punto, con un mirador y una fachada que combina revoque símil piedra con paños de ladrillo visto.
Coleman fue una de las personas con más poder en la ciudad hasta mediados del siglo XX, sobre todo a partir de 1926, cuando la empresa de la que era máxima autoridad local, el Ferrocarril del Sud, adquirió los bienes del Buenos Aires al Pacífico, la compañía que en la ciudad gerenciaba William Harding Green.
Desde entonces pasó a ser el administrador de los puertos de Ingeniero White y Galván, de las distintas líneas ferroviarias que cruzaban la ciudad, del Mercado Victoria y de los servicios urbanos de agua corriente, electricidad, gas y tranvías.
El lugar del encuentro
La casona era punto habitual de reuniones sociales y funcionaba como una embajada informal, a la cual concurrían todas las personalidades que visitaban la ciudad.
Coleman falleció en 1952. Sin herederos directos, el inmueble pasó a manos del estado provincial y finalmente salió a remate en 1971, siendo adquirido por el CONICET, entidad que todavía ocupa la propiedad.
No deja de ser un buen ejemplo de uso y recuperación el de esta casa de servicio. Que tiene el valor agregado de ser parte de un inmueble de valor patrimonial a la que se puede conocer,, una situación poco habitual en la ciudad, un espacio donde el pasado y la historia encontraron una buena manera de ser parte de los nuevos tiempos.