Bahía Blanca | Sabado, 13 de septiembre

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Tiene 23 años, más de una vez pensó en dejar el fútbol y hoy es el “abogado” de Bella Vista dentro de la cancha

Superó tres lesiones graves y aclara que “con constancia y disciplina todo es posible en la vida". En el mundo “Gallego”, la historia de Facundo Becchio tendría que replicarse en cada una de las categorías formativas. Nunca dejó de insistir y tuvo su premio.

Fotos: Emilia Maineri, Archivo La Nueva. y Facebook Facu Becchio

Instagram: @sergiopeysse

Twitter: @elpeche1973

(Nota ampliada de la edición impresa)

Cuando se fue a sentar y vio que sobre la mesa estaban mi agenda y mi teléfono celular, preguntó: “¿Vas a anotar o a grabar?”.

Enseguida me di cuenta que es observador y detallista, y con solo escucharlo comprobé que su vida la construyó en base a logros personales y miles de imponderables, con una marcada perseverancia que derribó los muros más aciagos y unido a una voluntad inquebrantable que le permitió forjar su propio destino.

Palabras más, palabras menos, Facundo Nicolás Becchio, segundo marcador central de Bella Vista, dice ser lo que aparenta, y que a los 23 años le tocó “vivir lo que por ahí otros futbolistas suelen experimentar en toda su carrera deportiva”.

Y ese fue el puntapié inicial para una nota con una historia poco habitual en un jugador muy joven que sufrió tres lesiones graves y que hace siete meses se recibió de abogado (matrícula Nº 2313) en la Universidad Salesiana (UNISAL) de nuestra ciudad.

“Las lesiones me marcaron para siempre, aunque me hicieron crecer, ver la vida desde otra perspectiva y esmerarme en ser cada día mejor en todo aquello que hago con pasión y orgullo, que en definitiva es lo que elegí: estudiar derecho, contar con un trabajo relacionado a mi profesión y jugar al fútbol. Es lo que me gustó y me sigue gustando”, declaró el “Flaco”, bahiense y con alma bellavistense.

En 2021 se rompió el ligamento cruzado anterior de su rodilla izquierda, volvió a las canchas a los seis meses y en julio de 2022 la misma lesión y en la misma rodilla (en este caso se cortó el injerto) lo dejaron casi una temporada entera sin poder jugar.

Aunque yo quise ir más atrás en el tiempo, y en ese momento “Facu” le dio el primer sorbo al café (cortado en jarrito) antes de que la angustia del pasado le haga un nudo en la garganta.

“En 2019 sufrí la fractura de la quinta vértebra lumbar y lo más duro fue escuchar al médico decir `Corriste el riesgo de haberte quedado sin movilidad en las piernas´. Nunca había sentido un susto tan grande”, recordó quien después de dejar el fútbol recreativo en la Escuelita del Juan XXIII, se sumó a las filas del “Gallego”, donde fue escalando etapa por etapa: infantiles, menores y el debut en Primera (14 de febrero de 2021, 0-2 ante Racing de Olavarría por el Regional Amateur).

Sin la más mínima intención de pasar por alto el momento exacto en que se le produjo la quebradura, contó: “Fue en un partido de quinta división, ante Libertad en Villa Rosas; fui al piso y sentí un pinchazo en la espalda. Ese año salimos campeones y me perdí un semestre entero en el camino hacia la consagración”.

Y continúo: “El dolor era insoportable, no me dejaba correr y era como que me clavaban un cuchillo, pero seguí jugando un mes y medio más. Entrenaba solo dos o tres veces por semana y para jugar tomaba calmantes y me ponía hielo, calor y todo tipo de cremas, hasta que en un momento no daba para más y fui a hacerme estudios con un especialista en columna (Ricardo Lucero)”.

Con los ojos bien abiertos y un relato lineal, imaginariamente me transportó al consultorio médico y a lo que sucedió aquel día.

“Estuve a nada de que me intervengan quirúrgicamente, que me pongan clavos en la espalda para unir las partes de una vértebra que en las placas se veía muy dañada. Cuando el doctor me avisó que iba a ser una operación riesgosa, la cabeza me explotó de dudas y de sensaciones extrañas”, aseveró el hijo de Gustavo (ex arquero de Liniers, uno de los tantos y “eternos” relevos que esperaron sin éxito su turno a la sombra de Adrián Echeverría) y Paola Gobbi, y hermano más chico de Julieta (26), licenciada en Comercio Exterior.

“Probamos con una faja especial durante tres meses, sin hacer ningún tipo de actividad física y nada que generé impacto en mi columna. De a poco fui cumpliendo con las sesiones de kinesiología y después de los 90 días la recuperación se tornó más activa. El hueso se fue regenerando solo, se formó un cayo y me curé para siempre, sin secuelas ni molestias. Nunca más me dolió”, indicó quien lleva 23 presencias (sin goles) en la mayor del conjunto de la Loma.

--Me imagino el alivio…

--Ufff… Fue como volver a nacer. Cuando iba a la escuela, en el recreo, mis compañeros jugaban a la pelota o a lo que sea y yo estaba en un costado, sentadito y sin moverme. Eso fue lo más torturante de la rehabilitación.

“Son pruebas donde la duda te puede carcomer el cerebro. O vas al frente o caes en depresión; es una disyuntiva que, en medio del bolonqui, te cuesta resolver. Pero si te gusta el fútbol, el esfuerzo lo hacés, y te lo digo yo, que pasé más tiempo viendo los partidos desde la tribuna que estando dentro de la cancha”.

--¿Cuántas veces pensaste en dejar el fútbol?

--En infinitas oportunidades. Es una pregunta muy dura que surge siempre que estás postrado en una cama o en las sesiones de kinesiología, que comúnmente son individuales y sin hablar con nadie. Tal vez no pensé en la drástica decisión de dejar el fútbol, pero sí es verdad que entrás en desesperación cuando surgen distintos cuestionamientos: ¿Por qué a mi?, ¿y si esto pasa porque el fútbol no es para mi?, ¿y si las piedras en el camino son un mensaje para reaccionar y darme cuenta que me tengo que dedicar a otra cosa?. Son flashes que pasan por tu cabeza en un segundo y tenés que estar bien con vos mismo para poder superarlos.

“También hubo mañanas donde me levanté con ganas de largar todo, de no seguir insistiendo, de no correr con ese riesgo diabólico del miedo latente en la cabeza después de haber superado la lesión”.

--¿Hoy jugás con temor?

--No, estoy seguro de la cabeza y eso se lo transmito al cuerpo. Jamás jugué con miedo, aunque existen períodos cortos de ansiedad antes de cada encuentro, como si quisiera recuperar el tiempo perdido, y eso es lo que vengo tratando con mi psicólogo. Empecé a hacer terapia después de la pandemia y me ayudó un montón, sobre todo a entender que a veces la cabeza juega un partido distinto al tuyo.

“Es constancia y disciplina para ir superando barreras, porque los fantasmas aparecen cada vez que tenés que ir a ver a un médico o cuando observás los entrenamientos y los partidos desde afuera mientras le contás una y otra vez lo que te pasa a los que pasan y te preguntan. Para todo eso debés estar preparado”.

 

Batista dio en la tecla

“Cuando me rompí la rodilla la segunda vez recurrí a distintos profesionales en Bahía y todos me dieron un diagnóstico distinto, lo que me hizo crecer el nivel de preocupación. Uno de ellos me aconsejó que, por mi edad y por ser reincidente con la lesión, siga jugando al fútbol con amigos sin esforzarme demasiado”, sostuvo el campeón anual con Bella Vista en 2023.

“En la resonancia no se visibilizaba claramente el ligamento cortado, así que mi mamá consiguió un turno con el doctor Batista (Jorge, médico del primer equipo de Boca) y una visita bastó para que me diga fehacientemente lo que tenía. Me tocó de un lado, del otro, comprobó que la rodilla estaba inestable, que bailaba, y me confirmó que era rotura del ligamento cruzado anterior y el menisco partido en dos”.

--¿Te operaste con él?

--No, porque era una intervención costosa y en dólares. Me hizo los pre-quirúrgicos, se portó muy bien conmigo y con mi familia, y me aconsejó que, de operarme en Bahía, lo haga con Ignacio Barga. Me llamaron la atención sus palabras de aliento y el “Dale pibe, si querés volver a jugar depende de vos, de tu esfuerzo y de tu voluntad”. Me dijo que tenía que ir a cirugía sí o sí y que todo iba a salir bien porque yo era joven y fuerte de espíritu.

“Barga, con el consentimiento de Batista, me operó. Fue una intervención dura, de tres horas, con una recuperación lenta de nueve meses: de noviembre de 2022 hasta septiembre de 2023”.

--¿Por qué elegiste Bella Vista?

--Después de hacer las recreativas en el gimnasio del Juan XXIII tuve que tomar una decisión, y mi papá me dijo que elija entre Bella Vista, Tiro o Liniers. Un día fui a Tiro, al otro probé en Bella Vista, y el entorno de ese club me hizo asumir, con entusiasmo, el compromiso de ir todos los días a entrenar. Los compañeros y los profes (Mariano Schaffino y Fernando Rodolfo), con los que todavía hoy sigo en contacto, me contagiaron el sentido de pertenencia. A ellos les agradezco de ser lo que soy hoy como futbolista.

--¿Siempre de central?

--No, mis comienzos fueron de puntero izquierdo, soy zurdo y en ese momento me gustaba estar cerca del arco y meter goles. En 2013, 2014 y 2015 salimos campeones en menores, pero cuando se fue acercando la chance de debutar en Reserva, fui comprobando que iba teniendo cada vez menos consideración y minutos en cancha. Era horrible, porque volvía amargado a mi casa y me enojaba con el “mundo”.

“A comienzos de 2017, en la pretemporada, fui a ver que pasaba, tenía ganas de dejar y de dedicarme exclusivamente al estudio. El técnico de mi categoría (sexta) era Seba Polla, quien me preguntó si quería jugar de 3. Con tal de estar, acepté la propuesta. Me costó adaptarme, veía la cancha al revés, no entendía nada, hasta que me enganché y le encontré el gustito al puesto. Al otro año empecé a ganar terreno en Reserva y futbolísticamente recuperé las ganas y el ánimo”.

--Y de ahí a la “cueva”.

--A los 16 años pegué un estirón y pasé a jugar de central. Había tenido una adaptación como lateral, me había acostumbrado a la marca, así que no fue traumático pasar a la zaga. Adquirí oficio y hoy siento que ese es mi verdadero puesto.

Facundo cumplió con la carrera de Derecho en tiempo y forma, fue en paralelo con el programa de la asignatura y se recibió en el mismo año que terminó de cursar.

“Cursaba y rendía los finales, no me atrasé nunca y pude terminar en cinco años, porque arranqué la carrera en 2020, antes de que se declare la pandemia”, subrayó el “superdotado” del plantel albiverde, tal como lo catalogan algunos de sus compañeros más “confianzudos”.

“Dentro de lo negativo de las lesiones, pude aprovechar el tiempo para leer y estudiar, pero sobre todo para despejar la mente y no pensar en que era chico para lesionarme tan seguido”, activó reconociendo que le costó el cambio del secundario (lo completó en el colegio María Auxiliadora) a la facultad.

“Me organicé con los horarios y mientras entrenaba solo en mi casa pude avanzar con la carrera. Me propuse ir rindiendo mientras promocionaba las materias, meta que pude alcanzar con la ayuda y el apoyo de mi familia. También tuvo que ver mi pasión por el Derecho y las leyes”.

--¿Cuándo se te despertó la idea de ser abogado?

--A los 15 años, en una charla con mis padres, les comenté que quería ser abogado, y que eso iba a estudiar. No necesité hacer ningún test que determine una orientación hacia una posible carrera o profesión…(risas). En la foto junto al decano de UNISAL, Matías Italiano.

 

La premonición de Adriana y las chanzas del equipo

“Cuando estaba por terminar la carrera, fui a rendir un final con la profesora Adriana Reale, quien antes del examen me dijo: ´Si te va bien, el lunes arrancás a trabajar en mi estudio´. Saqué un 8 y la ´profe’ cumplió con la promesa”, destacó.

--¿En serio?

--Sí, desde hace un año (ingresó en agosto de 2024) trabajo en el estudio Guerrieri-Reale (Estomba 390), donde se hacen trámites de familia, sucesiones, Derecho civil y laboral y accidentes de tránsito. Antes laburé en pasantías relacionadas a mi profesión, estuve en la OMIC y en el consultorio jurídico gratuito que funciona en el Colegio de Abogados.

“Siempre hice malabares para jugar y entrenar, aunque los horarios judiciales son entre las 8 y las 14, así que me pude manejar sin problemas la mayoría de las veces. Solo faltaba a una práctica si tenía que rendir un final”, declara feliz el dueño de su propia firma para escritos y documentos.

--¿Quién es el que más te carga en el plantel?

--Gabino (Belleggia) me vuelve loco; una vez me dijo “de los años que llevo en Bella Vista, es la primera vez que comparto equipo con un abogado, hacete valer porque no es común ver ejemplos como estos en los clubes de barrio”.

“Por ahí no lo dimensiono, aunque mi familia siempre me inculcó: estudiar y jugar al fútbol Nunca me prohibieron ninguna de las dos, pero tampoco que elija el deporte por encima de mis obligaciones escolares. Nunca me negué a nada, porque si te gusta lo que hacés el camino se allana bastante”.

“Cuando jugamos entre semana y voy con saco, camisa y corbata, empiezan `Ojo, llegó el boga´, o “¡Que facha doctor!”. Me tiran de todo, y si te enojás es peor. Sacomani (Mariano) me suele gritar “Abogado” cuando me pide la pelota en los entrenamientos. Otros dicen estar tranquilos porque si se arma "la rosca" tienen quien los defienda dentro de la cancha. Me río mucho, la pasamos bien.