Llegan los ómnibus automóviles
Un servicio de transporte urbano de pasajeros superador del tranvía a vapor.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Hace 118 años, en agosto de 1907, comenzaron a circular por la ciudad los denominados “ómnibus automóviles, “una feliz innovación” del transporte urbano de pasajeros.
Si bien en la ciudad funcionaban colectivos, ninguno ofrecía la estructura horaria y de frecuencia que el implementado desde 1904 por la empresa del ferrocarril Bahía Blanca al Noroeste, a partir del una red ferroviaria que permitía circular un tranvía a vapor, consistente en una pequeña locomotora y un vagón convenientemente adecuado.
El recorrido unía las estaciones de trenes, la del Noroeste, en Sixto Laspiur al 400, y la del Sud, en avenida Cerri al 700, pasando por la plaza Rivadavia.
Con el paso de los años esa prestación se había tornado ineficiente y su organización, según se mencionó, “dejaba mucho por desear”. De allí la aparición de los automóviles, coches montados sobre ruedas de acero que utilizaban los mismos rieles que el tranvía. La ventaja de la nueva prestación es que tenía un mejor andar, suprimiendo los barquinazos y la trepidación, “inconvenientes tan molestos en este medio de locomoción”.
Los vehículos funcionaban a nafta y tenían su garaje frente al Mercado Victoria, en calle Donado, un amplio galpón equipado para atender todo inconveniente mecánico.
En una primera etapa se le asignó a los coches un recorrido mínimo con dos unidades, aunque la empresa anticipó que en poco tiempo ampliaría la prestación sumando hasta seis coches.
El recorrido era: Mercado de Frutos, avenida Colón, Chiclana y Donado y regreso. El servicio corría desde las 7 a.m hasta las 5.30 p.m. y la idea era dotarlos de alumbrado eléctrico, de modo que pueda extender ese horario.
El tranvía a vapor y los ómnibus fueron bautizados por la gente como cucaracha y cafetera, respectivamente y fueron “desalojados” en 1910, con la inauguración del moderno tranvía eléctrico.