Silencio
El Paseo de las Esculturas, entre el puente de Casanova y Sarmiento, luce las huellas del paso del Napostá, cuyas aguas tomaron el camino conocido.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Es llamativo. Pero lo que más ruido hace a recorrer hoy el Paseo de las Esculturas es el silencio. Caminar sobre el paseo es hacerlo sobre el conducto de hormigón que contiene al Napostá.
A pesar de los autos que transitan por las calles laterales, de la gente que camina y de los cientos de personas que trabajan limpiando sus casas, paleando el barro, sacando colchones, tirando cuadros y muebles, a pesar de todo, lo que se impone es el silencio.
Un silencio que habla de resignación antes que de enojo, de trabajar antes que despotricar, de asombro y miradas perdidas antes que de gruesas palabras.
Una pareja sentada en el umbral de una casa compartiendo un mate es una postal también de ese silencio. Un hombre parado en el barro, con sus manos atrás, habla de incredulidad. No hay gritos, ni motos, ni caños de escapes. Sólo el monótono sonar de un generador que parece ser el único sonido adecuado.
Las calles perpendiculares al paseo han dejado de ser de asfalto para ser de barro, barro húmedo, denso. Los autos de esas cuadras cortan el paso vehicular, las veredas tienen bolsas de basura, paquetes, muebles, cuadros, alacenas, mesas.
No hay tiempo para lamentar. Se ven las mujeres con guantes amarillos, curiosos, mercaderías en las veredas, puertas abiertas, palas. Es esto.
Todo es elástico, una instalación
Las esculturas de hierro han resistido la correntada. Están en su sitio. Curiosamente han caído las barandas que cercaban a algunas de ellas, las que impedían que la gente se acercara a las obras.
Junto a “Todo es elástico” ha quedado un automóvil volcado, de costado, blanco, sin tocar la escultura. Si no fuera por lo que es hasta pareciera una instalación artística, un memorial de lo ocurrido. Cuando lo retiren habrá que contar esa presencia. El resto de las obras ha quedado cubierta de vegetación.
"De lo Seco a lo Verde. De lo Verde a lo Seco", la pelota de rugby, envuelta de plantas parece hacer honor a su nombre. “La Portuaria”, naranja y vertical sobre el pedestal, se recorta sobre el celeste del cielo. La vereda que recorre el paseo es de tierra, no hay hormigón.
Volver al cauce
La lluvia torrencial hizo que el arroyo volviera a tomar el viejo cauce, por encima del entubado. El corrió por arriba, ganó anchura y atravesó las calles laterales, como en los viejos tiempos.
Esto es una breve descripción-sensación del ambiente en uno de los muchos lugares de la ciudad que cuentan lo que sucedió, el día después. Son muchos más. Se ven árboles caídos, autos apilados, casa dañadas, gente trabajando, perros caminando, autos circulando. Pero lo que impera es el silencio. Un silencio que se escucha con completa claridad y que por momentos ensordece.