Bahía Blanca | Sabado, 06 de diciembre

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La dura “pelea” contra la dependencia digital y la búsqueda de buenos hábitos

El bahiense Sebastián Bortnik se refirió a la relación de los adultos con la tecnología y la necesidad de desarrollar costumbres saludables para sentirnos mejor.

Fotos: Emmanuel Briane y Emilia Maineri-LN.
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Audionota: Marina López

La “caída” momentánea del  servicio de mensajería o de una red social, la falta de señal o un teléfono con la batería en un nivel muy bajo.

Estas u otras contigencias son percibidas por muchas personas como un problema grave y que altera su vida.

La dependencia en exceso de la tecnología genera situaciones que, si no aprendemos a controlar, seguramente tendrán efectos negativos en nuestra salud.

“Estamos pasando una crisis de bienestar en la sociedad. Hay indicadores que nos marcan que la gente se siente peor y tenemos que preguntarnos cuál es el impacto que podría tener este aspecto en todo eso. No hay certezas absolutas, pero empezamos a ver indicios”, comentó el bahiense Sebastián Bortnik, divulgador y especialista en Tecnología y Seguridad Informática.

Recientemente desarrolló una disertación en nuestra ciudad, denominada “Bienestar digital, pantallas e inteligencia artificial”, que se desarrolló en el salón Héroes de Malvinas del Palacio Municipal, organizada por la comuna y la Fundación Ser y Hacer.

Sostuvo que “para que los chicos crezcan en una relación segura con la tecnología primero tenemos que hacer una introspección y ser ejemplo”. 

Admitió que en los encuentros “a la gente le tocás una fibra cuando hablás de crianza y otra diferente cuando charlamos sobre nosotros y los hábitos”. 

Las preguntas

Bortnik aseguró que el principal interrogante que se plantea es “si las tecnologías nos están ayudando a sentirnos mejor o peor”.

“Otra pregunta es si prestamos atención a cómo nos sentimos luego de usarlas”, siguió diciendo.

Dijo el especialista que, como en otros aspectos de la vida, resulta sencillo plantear una teoría, pero que la puesta en práctica es más compleja de lo que se cree.

Mencionó que en las charlas señala algunos ejemplos utilizados a modo de “disparadores”.

“Todo el mundo se queja de que estamos viviendo acelerados, pero elegimos acelerar cotidianamente los audios que recibimos de WhatsApp. Decidimos que algo diario, como es el intercambio de mensajes, sea de manera acelerada”. 

Describió que generalmente nos quejamos “cuando hay algo que no lo podemos manejar”. 

“Hablamos de la ansiedad, pero elegimos hacer dos clicks que seguramente profundizan lo acelerados y ansiosos que nos sentimos”.

“Hoy sabemos, como nunca en la historia de la humanidad, la importancia de dormir. Hay información científica sobre los beneficios que acarrea; sin embargo, estamos durmiendo menos que nunca o, al menos, peor que en los últimos cien años”.

Agregó que en ese sentido “estamos todo el tiempo viendo reels y contenidos que están siendo diseñados para ser adictivos. Esas paradojas son las que exponemos y sobre las que reflexionamos”.

“Es una charla incómoda, pero es una incomodidad positiva, porque motiva a darse cuenta de algunas cosas”, remarcó.

Afectación 

“No tenemos todas las respuestas a de qué forma estos hábitos impactan en nuestro bienestar, pero amerita empezar a hacernos esa pregunta introspectivamente hasta que la ciencia lo conteste”, señaló.

Según Bortnik, mientras los científicos establecen el impacto de manera concreta, el desafío pasa por cambiar hábitos.

“También me pregunto si no nos estamos quitando la humanidad. Por ejemplo, cuando decido quitar tu voz, tu tono y tu volumen, escuchándote rápido y con voz finita. O cuando decido quitar la palabra y cambiarla por un emoji”.

“¿Es lo mismo decir te amo que mandar un corazón? La distancia entre la palabra dicha y mandar un dibujo es un simbolismo de época. Considero que la pregunta que debemos hacernos es si eso no nos está afectando”.

En el último tiempo, la Organización Mundial de la Salud informó que “por primera vez en la historia hay más de mil millones de personas diagnosticadas con problemas de salud mental en el mundo”.

“A eso hay que sumarle aquellos que sentimos que nos encontramos acelerados pero no estamos diagnosticados. Es la misma situación de quienes piensan que la vida cada vez está más difícil y estamos frustrados, pero no están diagnosticados de depresión. A esta altura es cada vez más difícil negar que estamos atravesando una crisis de bienestar”.

Bortnik consideró que ante este panorama “la pregunta es si nos vamos a quedar sentados a esperar las respuestas de la ciencia sobre cómo nos afecta esta cuestión o voy pensar que quizás puedo encarar esa revolución de los hábitos”.

Registro emocional

Acerca de costumbres que no contribuyen a una relación más saludable con la tecnología, el bahiense sostuvo que el primer paso es darse cuenta de los hábitos que no contribuyen en ese sentido. 

“A mi me costó mucho sacar el celular de mi habitación. Dormía con el teléfono al lado de la cama. 

Lo hice hasta que en un momento dije: `no lo quiero hacer más´”.

“Es interesante el registro emocional. Darnos cuenta y entender lo que nos pasa con ese hábito. No encontré gente que me dijera que dejó un poco el celular y se siente peor”.

Aclaró que no significa dejar de usarlo sino darle el lugar apropiado. 

Y sostuvo que ante tantas alternativas y ofertas disponibles, lo aconsejable “es hacer un uso crítico de la tecnología”.

“Cuando te hacen sentir que si no lo usás te quedás atrás o afuera del mundo, tenemos que ser conscientes de que eso es el marketing. Es necesario saber que usamos algo por decisión y no por impulso”, finalizó.

Militante de los buenos hábitos

Tarea. “Mi trabajo es una militancia, como en algún momento otros lo hicieron para la alimentación saludable o en beneficio del medio ambiente. El concepto de intentar abrir los ojos lo tengo muy aceptado como gran parte de mi trabajo”, manifestó Sebastián Bortnik.

Situación. “Es divertido decir algo en las charlas que la gente no quiere escuchar o incomodar un poquito, pero siempre con respeto y humildad”, agregó el bahiense.