Bahía Blanca | Martes, 30 de diciembre

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Cuando la historia se escribe con los pies

Entre Monte Hermoso y Pehuen-co los habitantes originarios dejaron marcadas sus huellas sobre rocas arcillosas, a orillas del mar. Un milagro que permanece.

La huella de una pisada.

Es uno de los testimonios más antiguos y directos de la presencia humana en el litoral marítimo argentino. No son pinturas rupestres en cavernas, ni herramientas primitivas, ni restos fósiles. Son simples huellas, pisadas de hombres, mujeres y niños que caminaron por aquí miles de años antes que nosotros.

Recién en 1986 fueron descubiertas, cuando el mar retrocedió más de lo habitual y dejó al descubierto el secreto que durante milenios durmió estampado sobre rocas arcillosas, cubiertas por el océano Atlántico.

Hace siete mil años la Tierra no tenía mapas ni fronteras. Era un mundo más silencioso que el actual, donde el paso del tiempo no se medía en horas ni en días, sino en eras geológicas.

Los seres humanos se las ingeniaban para sobrevivir como podían: caminaban, cazaban, recolectaban. Sin pronósticos del tiempo, el clima los trataba con mayor dureza que ahora. El planeta salía de la última gran glaciación: se volvía más cálido y estable después de haber sido, durante miles de años, un inmenso freezer.

El cambio climático viene de lejos. Los hielos se derritieron y provocaron el ascenso del nivel del mar. A partir de entonces comenzó a dibujarse el mapa actual de la costa bonaerense.

Aquí nomás, entre Monte Hermoso y Pehuen-co, los habitantes originarios dejaron marcadas las huellas de sus pies sobre rocas arcillosas, a orillas del mar. Un verdadero milagro: al cubrirlas, el agua del Atlántico las protegió. Hoy, cuando la marea se retira, están ahí. Las vemos. Nos conmueven.

Huellas de familias, de niños y de adultos; pisadas de aves y de animales prehistóricos. Historia viva escrita con los pies en el barro, un instante de la humanidad detenido en el tiempo.

Nuestros antepasados nunca imaginaron que las huellas de sus pasos perdurarían siete mil años. Contemplarlas, con el eterno sonido del oleaje como fondo, es un viaje por el túnel del tiempo.

Poder observarlas no tiene horario fijo ni depende de nosotros. Como corresponde, lo decide la naturaleza: el estado del tiempo, el ciclo y la altura de las mareas.

Enamorado de Monte Hermoso y de la vida, el poeta y publicista Carlos Ceretti le escribió una canción al “Pisadero”, y Nora Roca la inmortalizó con su voz.

Aquí, la letra y el enlace de la canción, que hoy adquiere valor de regalo y celebración por los cuarenta años desde que los rastros de nuestros antepasados milenarios se hicieron visibles.

EL PISADERO

Silencio de siglos por el mar cubierto,

en la bajamar semeja un desierto,

cruzado por pasos grandes y pequeños

tallados en rocas en el Pisadero…

 

Las huellas sin nombre ya se van muy quietas

para caminar sus rutas tan secretas,

prehistoria que grita como un libro abierto

sin tapas ni hojas, solo musgo y tiempo.

 

Quisiera dejar en ti mi huella, en ti la eternidad,

y que otro ser tu paso en mí pueda encontrar,

pequeño pie de mujer que recorrió esta soledad.

 

Un niño se prueba junto al mar las huellas

y salta feliz sobre un par de ellas,

coinciden los siglos justo a su medida,

yo sigo buscando tu huella perdida…

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Con reconocimiento a todos los investigadores que las descubrieron y descifraron, simbolizados en la paleontóloga Teresa Manera de Bianco y el infatigable Vicente Di Martino, fundador del Museo de Ciencias Naturales de Monte Hermoso.