Bahía Blanca | Martes, 23 de diciembre

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El Faro y Leif, un solo corazón

El 1 de enero el Faro Recalada, traído desde Francia, cumplirá 120 años. Comenzó a alumbrar cuando el balneario aún estaba en pañales.

Leif Larsen

El Faro Recalada se construyó en Francia, cruzó el Atlántico desarmado en barco y está de pie frente al mar en Monte Hermoso desde el primer día de en­ero de 1906. Leif nació a 50 kms dos décadas después en un campo de Aparicio que compraron los padres recién llegados de Dinamarca.

A mediados del siglo pasado, Leif conoció Monte Hermoso y el faro. Fue amor a primera vista, hundió el ancla y se quedó a vivir para siempre. Estoy seguro que eligió ser pescador y guardavidas como excusa para estar siempre con el faro a la vista.

Recuerdo cuando le pedimos subir los 293 escalones para filmar parte de su historia para nuestro ciclo de TV. Nos confesó que sufría acrofobia, miedo a las alturas, que le provocaba mareos y pánico, no obstante comenzó el ascenso de la escalera en caracol aferrado a la baranda hasta la cima del amigo entrañable.

El próximo primero de enero cumple 120 años. Comenzó a alumbrar cuando el balneario estaba en pañales.

Las historias de veraneantes en la playa con el faro de testigo no se las lleva el viento. Permanecen en el horizonte y de vez en cuando el mar las acerca y nos sorprenden.

Suelen reaparecer en los atardeceres con mente despejada; otras cuando contemplamos fascinados olas que asustan de lejos y en la orilla terminan siendo pura espuma.

En mañanas apacibles de reposera y mate, matizadas por el paseo de caminantes en su mundo que van y vienen a ninguna parte, cada tanto el mar devuelve esas historias del pibe que fuimos.

Como un gran telón de cine celestial al aire libre, desempolva y proyecta clips de momentos inolvidables protagonizados por familiares y amigos, entre cañas, redes de pesca, castillos de arena y galletitas con paté. El recuerdo de picados de fútbol con arcos de ojotas hundidas en la arena, añorando reeditar gambetas del pibe que fuimos y llevamos adentro.

Y detrás siempre el faro, que soportó a pie firme temporales bravos, vientos huracanados, la furia del mar a sus pies. Nunca pidió una mano y hoy la necesita con urgencia porque su cuerpo de hierro está en carne viva asediado por el salitre que transpira el mar.

En vísperas del cumpleaños 120 pide mantenimiento y una mano de pintura antióxido. Espera que el SOS llegue al Servicio de Hidrografía Naval, el organismo de quien depende su futuro.

Como dice Leif, “el faro es el símbolo de Monte Hermoso, el origen de todo y aunque no funcione tiene que estar ahí…” .

Agrego: tiene que estar ahí además porque el faro no solo ilumina, también late…