Enfermedad de Batten: qué es y cuál es su tratamiento
En Argentina se estima que hay menos de 30 pacientes diagnosticados, aunque especialistas advierten que habría casos sin identificar.
La lipofuscinosis neuronal ceroidea tipo 2 (CLN2), también conocida como enfermedad de Batten es una patología genética neurodegenerativa, progresiva y fatal que afecta principalmente a niños pequeños, ya que suele comenzar a manifestarse entre los 2 y 4 años de edad y los primeros signos incluyen retraso en el lenguaje, convulsiones recurrentes y pérdida de habilidades motoras previamente adquiridas.
Así se indicó en un informe en el que además se detalló que, con el tiempo, la enfermedad progresa hacia un deterioro neurológico grave, con pérdida de la capacidad de caminar, hablar y ver, llevando a la dependencia total y a una expectativa de vida que, sin tratamiento, se limita habitualmente a la primera década de vida.
El proceso de diagnóstico suele ser complejo, muchos pacientes comienzan con episodios de epilepsia o crisis convulsivas, lo que lleva a que durante un tiempo sean tratados como pacientes con epilepsia, sin identificar la causa subyacente. De hecho, la epilepsia farmacorresistente, que no responde adecuadamente a los medicamentos habituales, es una de las señales de alerta que debería hacer sospechar a los profesionales la posibilidad de una enfermedad neurometabólica.
La confirmación del diagnóstico requiere pruebas genéticas específicas que detecten mutaciones en el gen TPP1 y estudios enzimáticos que midan la actividad de esa enzima en sangre seca o fibroblastos. En Argentina, estos estudios se encuentran disponibles en algunos laboratorios especializados y centros de referencia, tanto públicos como privados.
Los síntomas de la CLN2 progresan rápidamente si no se interviene. Entre los 3 y 6 años, los niños suelen perder progresivamente la capacidad de caminar y hablar. Hacia los 7 u 8 años, pueden desarrollar demencia, rigidez muscular y pérdida de la visión, y entre los 8 y 12 años suelen quedar postrados. La mayoría fallece antes de la adolescencia. Este curso devastador es el que la cerliponasa alfa busca alterar.
Ahora, llegó al país cerliponasa alfa y Argentina suma una novedosa alternativa terapéutica para el tratamiento de la enfermedad de Batten y la reciente aprobación por parte de la ANMAT representa un hito histórico en el abordaje de esta enfermedad muy poco frecuente, ya que es la primera terapia disponible en el mundo capaz de ralentizar el curso de la CLN2, ofreciendo una nueva esperanza a las familias que conviven con este diagnóstico.
La CLN2 pertenece a un grupo de enfermedades genéticas que interfieren con la capacidad de las células para degradar y reciclar ciertas proteínas y lípidos. En este caso, la causa es la deficiencia o ausencia de la enzima tripeptidil-peptidasa 1 (TPP1), que normalmente se encarga de descomponer proteínas dentro de los lisosomas, que son las ‘plantas de reciclaje’ de la célula. Cuando esta enzima no funciona correctamente, se acumulan sustancias tóxicas dentro de las neuronas, provocando daño progresivo en el sistema nervioso central.
Aunque es considerada una enfermedad muy poco frecuente, con una prevalencia estimada entre dos y cuatro casos por cada 100.000 nacidos vivos, su impacto es muy agresivo. En Argentina se estima que hay menos de 30 pacientes diagnosticados con CLN2, aunque los especialistas advierten que probablemente existan más casos aún sin identificar, debido a la complejidad del diagnóstico y al desconocimiento general sobre esta patología.
El Dr. Norberto Guelbert, médico especialista en pediatría y en genética clínica, jefe del Servicio de Enfermedades Metabólicas de la Clínica Universitaria Reina Fabiola de Córdoba, afirmó que la CLN2 es una de esas enfermedades que cambian la vida de una familia.
“Durante muchos años, lo único que podíamos ofrecer a los padres era acompañamiento y cuidados paliativos. Hoy, con la llegada de esta nueva terapia, podemos hablar por primera vez de modificar la evolución natural de la enfermedad. No se trata de una cura, pero sí de una herramienta que puede detener o ralentizar su avance, y eso es un cambio enorme”, explicó.
La cerliponasa alfa es una terapia de reemplazo enzimático que actúa sustituyendo la enzima TPP1 deficiente o ausente. Se administra directamente en el líquido cefalorraquídeo mediante una infusión intracerebroventricular, permitiendo que la enzima llegue al cerebro y al sistema nervioso central, donde ejerce su acción. Esta vía de administración —que representa un avance biotecnológico en sí mismo, pero que debe ser aplicada en un centro asistencial por personal entrenado— permite superar la barrera hematoencefálica, una de las mayores dificultades que presentan los tratamientos para enfermedades neurológicas.
Su desarrollo es fruto de más de una década de investigación de BioMarin, una compañía biotecnológica global especializada en enfermedades genéticas raras. La terapia fue aprobada originalmente por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) y por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) en 2017.
En los estudios clínicos internacionales que respaldaron su aprobación, la cerliponasa alfa demostró ralentizar significativamente la pérdida de la función motora y del lenguaje, dos de los indicadores más relevantes del deterioro en la CLN2. En particular, el estudio 190-203, un ensayo multicéntrico de fase 2, mostró que los niños tratados antes de los 3 años mantuvieron la capacidad de caminar y una función motora prácticamente normal durante más de tres años, en contraste con los pacientes no tratados, que en la mayoría de los casos perdieron la deambulación a los 6 años. Estos resultados fueron considerados un punto de inflexión en la historia natural de la enfermedad.
El mecanismo de acción de la cerliponasa alfa se basa en la sustitución directa de la enzima defectuosa. A diferencia de otros tratamientos sistémicos, que no pueden atravesar la barrera hematoencefálica, esta terapia se administra mediante un dispositivo implantado quirúrgicamente que permite infusiones regulares del fármaco directamente en el sistema nervioso central. Este procedimiento requiere la coordinación de equipos multidisciplinarios —neurólogos, neurocirujanos, anestesistas, genetistas y enfermeros especializados— y un seguimiento continuo del paciente.
“Lo que demuestra esta terapia es que la detección temprana puede cambiar por completo el pronóstico de un paciente. Por eso insistimos tanto en la capacitación de los pediatras, neurólogos y oftalmólogos. Cuando un niño de dos o tres años pierde habilidades que ya tenía, deja de hablar, o presenta crisis epilépticas sin causa aparente, hay que pensar en un diagnóstico genético. Cuanto antes se detecta, más impacto tiene el tratamiento”, insistió el Dr. Guelbert.
La herencia de la enfermedad de Batten sigue un patrón autosómico recesivo: ambos padres portan una copia del gen defectuoso. Cada hijo tiene un 25% de probabilidad de desarrollar la enfermedad y un 50% de ser portador. Esta característica genética refuerza la importancia del asesoramiento familiar y del testeo genético en hermanos y parientes, una práctica que aún no está extendida en la región, pero que resulta clave para la prevención y la planificación familiar: (N/A)