Bahía Blanca | Sabado, 13 de diciembre

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La disputa por los caños del GNL reabre el debate sobre la competitividad industrial

La puja por una obra estratégica y la advertencia de Techint sobre el avance chino vuelven a exponer tensiones entre costos y preservación de fábricas nacionales en plena expansión de Vaca Muerta.

La pulseada por los caños destinados al fututo gasoducto troncal que deberá transportar el gas de Vaca Muerta hacia dos unidades flotantes de licuefacción, en la costa rionegrina, volvió a instalar en el centro de la agenda un conflicto conocido: cómo equilibrar la necesidad de avanzar en infraestructura energética estratégica con la preservación de una base industrial que pueda sostenerla en el tiempo. 

El ingreso reciente de tubos importados al puerto de San Antonio Este, para tareas preliminares (vinculación del gasoducto San Martìn y ejecución de un tramo submarino) encendió señales de alarma entre fabricantes locales, que observan con inquietud la posibilidad de que la licitación principal se incline de manera decisiva hacia proveedores extranjeros.

El gasoducto principal —que contempla unos 480 kilómetros de tubería terrestre y un tramo submarino con recubrimiento de hormigón— requiere caños con especificaciones exigentes: acero API 5L grado X70 y X80, diámetros superiores a las 30 pulgadas, soldadura longitudinal de alta resistencia, recubrimiento tricapa de polietileno y protección interna anticorrosiva. 

Para la sección marina, serán necesarios sistemas de anclaje y espesor adicional para garantizar estabilidad hidrodinámica. 

La industria argentina desarrolló durante décadas estas capacidades para gasoductos troncales, plantas petroquímicas y oleoductos complejos, pero en las  últimas semanas se descargaron 10 mil toneladas de tubos de origen chino para etapas tempranas de obra, lo que alimentó dudas dentro del sector local sobre el rumbo definitivo de la licitación. 

Las plantas argentinas advierten que, si se consolida un esquema de adjudicación basado únicamente en precio, corre riesgo la continuidad de líneas productivas que requieren escala constante para amortizar hornos de tratamiento térmico, equipos de soldadura automatizada, laboratorios de ensayos Charpy, ultrasonido y radiografía industrial. 

La pérdida de demanda, señalan, no sólo se traduciría en despidos, sino que implicaría desinversión en tecnología e imposibilidad de sostener los estándares API y ASME que exige la industria energética.

En paralelo, los promotores del proyecto enfatizan que la competitividad del GNL argentino dependerá en gran medida de mantener controlados los costos. 

El precio del metro de caño, la logística marítima, la disponibilidad de stock y la capacidad de cumplir ventanas de entrega estrictas son variables que pueden definir la viabilidad del plan exportador. 

En un mercado global donde abundan excedentes de acero y la competencia entre productores de GNL es feroz, cada punto porcentual de ahorro se vuelve significativo.

Advertencia de Paolo Rocca

A este debate técnico se suma una dimensión política e institucional que ganó volumen en los últimos días. 

Paolo Rocca, líder del Grupo Techint, advirtió que podria bajar la persiana de la histórica fábrica de caños SIAT Tenaris y planteó que obras de esta magnitud deberían funcionar como motores de encadenamientos locales y no como simples operaciones logísticas de compra de insumos en el exterior. 

El mensaje, aunque dirigido al Gobierno y al sector energético, resonó también hacia adentro del empresariado.

Sin embargo, la posición de Techint despertó críticas desde distintos sectores. 

Algunos remarcan que el propio grupo importa grandes volúmenes de acero y componentes industriales para abastecer sus operaciones globales, y que en varias obras locales ha complementado producción nacional con adquisiciones externas. 

Desde el sector energético recuerdan que en proyectos internacionales Tenaris ofrece soluciones integrales que combinan fabricación local e importaciones, según las necesidades técnicas y de costos del cliente. 

Esa dualidad alimenta cuestionamientos respecto de la legitimidad del reclamo, aunque especialistas del sector aclaran que la capacidad de producción instalada en la Argentina —particularmente en tubos de conducción— tiene un valor estratégico que no puede desatenderse.

En medio de estas tensiones, Javier Martínez Álvarez, presidente de Tenaris para el Cono Sur, subrayó que el país no puede confiar únicamente en el potencial de Vaca Muerta. 

Según su análisis, el recurso energético es condición necesaria pero no suficiente para construir un modelo de desarrollo sostenido. Advirtió que la Argentina continúa muy por debajo de economías comparables en exportaciones industriales y que, en un escenario global dominado por la sobreoferta manufacturera china, la capacidad de producir bienes complejos dentro del país será un determinante clave.

Necesidad de soporte 

El ejecutivo remarcó además un aspecto técnico que suele pasar inadvertido: los grandes ductos necesitan soporte local durante toda su vida útil.

Reemplazos de tramos, fabricación de spools especiales, trabajos de mantenimiento, refuerzos en curvas críticas, soldaduras automáticas en campo y análisis de integridad son tareas que requieren un entramado industrial vivo. 

Si ese ecosistema se debilita desde el inicio, advierten, el país quedará obligado a depender de importaciones incluso para intervenciones rutinarias, con costos y tiempos imprevisibles.

La discusión no enfrenta simplemente a “industria nacional” contra “precio internacional”. Lo que está en juego es la arquitectura productiva que acompañará a Vaca Muerta durante las próximas dos décadas.

El proyecto de GNL implica decenas de miles de toneladas de acero, inversiones millonarias en tratamiento térmico, ingeniería de detalle y un abanico de insumos que podrían —según el camino que se adopte— activar o desplazar capacidades locales.

La definición de la licitación enviará una señal de largo plazo. Un esquema que combine proveedores locales con importaciones estratégicas permitiría sostener actividad industrial sin comprometer costos. 

En cambio, una adjudicación apoyada exclusivamente en ofertas externas podría profundizar la pérdida de competitividad manufacturera y consolidar un modelo energético apoyado en insumos importados, incluso en etapas de mantenimiento.

La disputa por los caños del GNL sintetiza, en definitiva, la pregunta de fondo: ¿la Argentina quiere ser sólo un exportador de energía o un país capaz de construir la infraestructura que esa energía necesita? 

La respuesta marcará el lugar que ocupará la industria nacional en la próxima década.