Brown y avenida Colón: el desafío de reinventar (y salvar) un Palacio Mágico
Un edificio abandonado, si uso ni mantenimiento, en pleno centro de la ciudad. Un pensamiento crítico sobre su presente y los varios futuros posibles.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
«Llamola utopía, voz griega cuyo significado es no hay tal lugar.» Quevedo
El edificio de la esquina de avenida Colón y Brown es una clara muestra de cómo un inmueble ubicado en un lugar de privilegio se convierte en un elefante blanco, es decir en una obra costosa de mantener, sin cuidado alguno y sin un destino viable que aliente su recuperación.
Definido al momento de su inauguración, en 1911, como un "Palacio Mágico", el inmueble lleva dos décadas desocupado, rodeado por un cerco preventivo por el riesgo que implica el desprendimiento de mampostería, revoques y molduras de sus frentes.
Su historia comenzó en 1905, cuando un incendio destruyó las instalaciones del hotel Apolo que funcionaba en el lugar y el terreno fue adquirido por la compañía de seguros La Previsora.
La empresa construyó en el lugar un edificio diseñado para hotel. Licitado, fue adjudicado a The South American Hotels Company, que lo bautizó Sudamericano y lo equipó con mobiliario importado y las comodidades propias de la vida moderna. "Es una especie de Palacio Mágico, tan suntuoso que para buscarle dignos competidores hay que irse a Buenos Aires", se dijo.
Lamentablemente para los inversores el hotel no fue rentable, a pesar de ser el lugar elegido por las familias locales más pudientes para sus encuentros, banquetes y homenajes.
En 1920 una nueva administración procedió a su reequipamiento y lo bautizó "Gran Hotel Atlántico". "Mueblazgo nuevo, confort, calefacción, lavatorios con agua caliente, teléfonos, peluquería y salón de lecturas", eran algunos de sus servicios. En 1936 pasó a nuevos dueños con el nombre de "El Atlántico" y en 1942 modificó su nombre a Ocean Hotel, que fue el que cerró esa página hotelera.
Usos comerciales
En 1979, inversores locales readecuaron la planta baja para una propuesta comercial novedosa: las Galerías Ocean. Fue un fracaso. Un año después, 1980, se estableció el Centro de Compras de la Cooperativa Obrera, ocupando todas sus plantas. Funcionó hasta 1997 y su salida fue, de alguna manera, el comienzo del fin.
Con los años hubo una pocas inquietudes, desde un supuesto interés por instalar una sala de juegos, la voluntad de alquilarlo de un supermercado y la compra del grupo administrador del Abasto Shopping, Alto Palermo y Patio Bullrich. Nada de eso se concretó.
La última propuesta data de 2017 e incluye una torre que se eleva sobre el edificio histórico.
Reto al destino
"Una ciudad viva es la que reutiliza los elementos del pasado y a la vez construyen el presente e innovan el futuro. Toda ciudad y toda arquitectura han de transformarse para poder acoger las funciones actuales, para servir a la vida de hoy y así seguir siendo útil y conservarse adecuadamente". Víctor Cabrera, Dr. Arquitecto en rehabilitación arquitectónica, Universidad de Las Palmas
No es sencillo imaginar un futuro para este lugar. La municipalidad lleva años intimando a los propietarios por la deuda impositiva que tiene el inmueble. Los mismos no residen en Bahía Blanca, no están de acuerdo en que destino darle al lugar y tienen cuestiones legales que resolver.
Pero uno puede imaginar destinos posibles, desde darle nuevos usos hasta su eventual demolición. La Inteligencia Artificial permite graficar con realismo algunas de esas ideas.
Patrimonio y altura (IA)
Construir en altura sobre el edificio patrimonial es una alternativa, que permite de alguna manera la inversión que supone su compra. Es una propuesta que va ganado lugar en el mundo. No es bien vista por algunos conservacionistas, que trata a estas obras de “edificios parásitos”. Sin embargo, en ciudades como La Plata y Rosario se alienta este tipo de intervención como un recurso adecuado para mantener con vida inmuebles de valor patrimonial que de otra manera quedan condenados al abandono y la degradación.
En este planteo el desafío es el proyecto, que sea capaz de armonizar lo existente con lo nuevo, donde cada uno mantenga su temporalidad.
Es habitual que las ampliaciones de este tipo recurran a “cajas vidriadas” o superficies lisas y acristaladas, de modo que ceder el protagonismo a lo existente, de no opacarlo. También se trabaja ese volúmen superior con un retranqueo, un retiro de la línea municipal, de manera de que sea el bien histórico el que aparece en la escala urbana.
La posibilidad de un diseño respetando la estética del edificio base es una alternativa, aunque los estudiosos del patrimonio rechazan ese camino, lo consideran inadecuado, aunque es una cuestión de criterio y discusión, no de una ley indiscutible.
Una alternativa más drástica es aceptar la demolición total, asumiendo la condición de ruina del inmueble, y plantear una obra donde el diseño tenga en cuenta, por ejemplo, el perfil original del edificio perdido.
A salvo y ocupado
Las grandes tiendas del mundo suelen ocupar construcciones de este tipo. Ese uso y una puesta en valor sería acaso lo más deseada y esperable. Incluso sin ocupar todo el edificio: una gran salón en la planta en la baja y la restauración del frente.
De no ser una única firma, organizar la planta baja en varios locales comerciales, con cartelería adecuada, resaltando la estética edilicia.
Otro uso interior interesante podría ser se índole cultural, en manos del estado, y montar, por ejemplo, un museo de la Aeroposta Argentina, la compañía de aviación que en 1929 abrió la historia del servicio aéreo de cabotaje en nuestro país despegando los aviones desde el aeropuerto de Villa Harding Green.
Otro mix interesante supone recuperar el uso de las plantas superiores para departamentos, oficinas o consultorios, reservando la planta baja como destino comercial.
La nada
Si no surgen propuestas concretas, en pocos años más la esquina será una verdadera ruina. Porque además de estar abandonada no tiene mantenimiento. Cuando eso ocurre al lugar lo ganan la fauna, la flora, la suciedad.
La salida es seguramente que el inmueble regrese al mercado inmobiliario, a un precio razonable, que los inversores vean viable una inversión que permita recuperar una esquina emblemática. También es viable discutir su condición patrimonial, de modo que la misma no se convierta en un impedimento para su recuperación integral.