El suelo productivo, un bien que se debate entre fortalezas y debilidades
“La calidad natural esconde el deterioro. Está claro de que se trata de un recurso que se daña de a poco y tarda mucho en recuperarse”, dijo el Dr. Esteban Ciarlo, coordinador técnico de Fertilizar AC.
Periodista. Círculo de Periodistas Deportivos de Bahía Blanca. Fue redactor de la revista Encestando (1985-2000). Desde 1987 trabaja en el diario La Nueva Provincia (hoy La Nueva.). Pasó por las secciones Deportes, La Región y La Ciudad, donde se desempeña actualmente. Está especializado en periodismo agropecuario desde 2001. Miembro de la Asociación Bonaerense de Periodistas Agropecuarios. Responsable de las páginas webs de la Asociación de Ganaderos (AGA) y de Abopa.
“Es la denominada maldición de los recursos naturales: tener algo demasiado bueno y pensar que podés no cuidarlo”.
El Dr. Esteban Ciarlo, coordinador técnico de Fertilizar Asociación Civil, se refiere a la forma en que, contemporáneamente, se trata el suelo en los campos productivos de la Argentina.
“Tener buenos suelos en algún momento fue sido una fortaleza que, hoy, se ha convertido en una debilidad”, agregó.
En diálogo con La Nueva., Ciarlo —ingeniero agrónomo y doctorado en Ciencias Agropecuarias por la Facultad de Agronomía de la UBA— indicó que la calidad natural del suelo en la Argentina esconde el deterioro que está afrontando.
Extendiendo la discusión, y si compara a nuestro país con Brasil, se concluye que la buena calidad inherente de los suelos argentinos ha llevado a una falsa sensación de seguridad, cuando allá los productores invierten más en razón de que sus suelos son (naturalmente) más pobres.
El siguiente es un tramo de la charla:
—A pesar del espíritu del productor de dejar lo mejor a las futuras generaciones, porque así al menos lo expresa, ¿hay una mayor conciencia de que existe una deuda con el suelo?
—La principal preocupación es que el suelo es un recurso que se está desvalorizando. Vemos que, entre lo proyectado y lo deseado, hay una cuestión donde la producción está dejando al suelo menos sano y menos productivo. Esto se evidencia no solo en una cuestión química, sino también física, ya que se está perdiendo materia orgánica. Esta pérdida se relaciona directamente con la falta de nutrientes, pues ellos se reciclan en la materia orgánica.
“Si esto sigue así, eventualmente, la rentabilidad que hoy sigue siendo positiva, va a terminar siendo negativa porque el suelo no podrá seguir aportando”.
—Desde la perspectiva de Fertilizar y en base a lo que estudian en forma permanente, ¿qué tendencias observan respecto a la reposición de nutrientes y cómo impacta eso en la productividad?
—Nosotros observamos que la reposición de nutrientes es fundamental, pero no aumenta. Los datos muestran que la batería de nutrientes se mantiene en un 50 % o 60 %; o 40 % global, y no sube.
“Esto se correlaciona con el hecho de que los rendimientos también se han estancado; nos hemos quedado en un punto. Adoptamos tecnologías importantes, como la siembra directa y una genética que acompaña, pero parece que hemos dejado de preocuparnos por los nutrientes y por el suelo, que es el recurso fundamental, ya que sin suelo no hay producción”.
—La Argentina cuenta con suelos naturalmente de buena calidad, pero de qué manera esa fortaleza se convierte, paradójicamente, en una debilidad para el manejo del recurso…
—Sí, lo vemos como una fortaleza que se convierte en una debilidad. La calidad natural de nuestros suelos esconde el deterioro. Es la denominada maldición de los recursos naturales: tener algo demasiado bueno y pensar que podés no cuidarlo.
“La pérdida se relaciona directamente con la falta de nutrientes, pues ellos se reciclan en la materia orgánica”, manifestó Ciarlo.
“Esto no sucede en Brasil, por ejemplo, porque el productor de allá sabe que sus suelos son naturalmente pobres y por eso arrancan poniéndole de todo, lo cuidan y lo recontracuidan (sic). En nuestro país, como sigue siendo productivo y la rentabilidad continúa siendo positiva, muchos no invierten. Además, hay que tener en cuenta claramente de que el suelo es un recurso que se deteriora de a poco y tarda mucho en recuperarse”.
—El tema del alquiler de campos ha sido identificado como un factor complejo. ¿De qué manera el modelo de producción afecta la salud del suelo y la inversión en fertilizantes?
—La Argentina produce mucho sobre campo alquilado; es decir, significa que el usuario final no es el que le dejará el recurso a la generación futura. Ahí hay una cuestión que debemos revisar: el alquiler por un año, ya que en la cabeza de quien lo hace la tendencia es a no fertilizar.
“La cuestión crediticia y financiera también influye. El desembolso para el fertilizante es alto y, aunque los asesores saben que se gana más plata fertilizando, muchos no lo hacen por cuestiones de acceso al crédito o porque, produciendo menos, igual tienen rentabilidad positiva”.
—¿Podría el Estado tener un rol para cambiar esta dinámica, especialmente en relación con los alquileres?
—Es una discusión compleja, pero creo que podría haber alguna regulación. Esto podría ser dando incentivos para que los contratos no sean de un año, sino de por lo menos tres. En un período así, la fertilización se verifica en términos de rentabilidad para el productor.
“También debemos alentar a los dueños de los lotes que no viven en el campo a que se asesoren y negocien con el inquilino mejoras en el suelo, lo cual se convierte en ganancia para ambos”.
—Existe la creencia de que dejar descansar el suelo por un par de campañas puede reponer de forma natural lo perdido. ¿Qué tan cierta es esta postura?
—Si dejás descansar el suelo dos años hay una parte física que puede mejorar. Sin embargo, la parte química no lo puede hacer sola. Unicamente se mejoraría la parte nutricional del nitrógeno si se utiliza un grupo específico de plantas, como las leguminosas (por ejemplo soja, maní, vicia y otros), que capturan nitrógeno del aire. Si no alimentás al suelo, dejarlo crecer sin producir no es positivo.
—¿Cuál es el peor escenario en este caso?
—El peor escenario es el barbecho químico o el barbecho desnudo; esto es, mucho tiempo sin producir y sin plantas, ya que es el residuo descompuesto lo que aumenta es la materia orgánica y mejora el suelo física, química y biológicamente.
“El mejor escenario es tener plantas creciendo y, si vas a cosechar algo, reponer lo que te llevás. Tecnologías como la vicia, que es un cultivo de cobertura o servicio, son muy recomendables porque incorporan nitrógeno y mejoran el ambiente del suelo”.
—Asumiendo que el productor ya ha internalizado la importancia del suelo, ¿cuál es el próximo paso para romper esta dinámica y generar un salto de calidad?
—Es muy sencillo: empezar a conocer el suelo. Esto significa investigarlo, hacer análisis e insistir en su uso. Hay que romper la dinámica de que solo entre el 20 y el 30 % de los productores realizan análisis. El punto clave es profesionalizar el muestreo.
“El mejor escenario por delante es tener plantas creciendo y, si vas a cosechar algo, reponer lo que te llevás”, sostuvo Ciarlo.
“El análisis tiene dos partes: el que saca la muestra y el que la mide en el laboratorio. La mayor parte de las deficiencias y errores ocurren en el proceso de sacar la muestra, no en el laboratorio. Si el muestreo está mal hecho se trata de un disparo en el pie, porque el productor termina pensando que el análisis siempre da distinto y deja de hacerlo. El muestreo es el punto de apalancamiento más barato y termina siendo un resorte muy fuerte para la productividad”.