Bahía Blanca | Domingo, 16 de noviembre

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Tres Picos, la revancha: la historia de tres aventureros que pedalearon sin rendirse

Los hermanos Agustín y Joaquín Dennehy junto a Daniel Recart partieron en bicicleta desde Bahía Blanca  y 10 horas después llegaron a la base del cerro. Desde allí subieron caminando hasta el punto más alto de la provincia. Ya lo habían intentado en junio, pero sin éxito.

Joaquín Dennehy (izq), Daniel Recart, Agustín Dennehy en una experiencia en la que corrieron sus propios límites.

Los hermanos Agustín y Joaquín Dennehy junto a su amigo Daniel Recart, quienes partieron desde Bahía Blanca en bicicleta con el objetivo de ascender hasta la cima del cerro Tres Picos (travesía que duró 13 horas y 10 minutos), tienen  en claro el mensaje que latió en el corazón de esta experiencia.

“Si hay algo que nos gustaría transmitir es que las aventuras no están lejos ni son inalcanzables: muchas veces están ahí nomás, esperando que uno se anime a buscarlas”, expresó Agustín.

Esta misma travesía ya la habían intentado en junio pero no habían logrado llegar hasta la meta. Sin embargo, aquel intento, lejos de ser en vano, les brindó información sobre todo lo que no tenían que hacer.

Daniel (izq) Joaquín y Agustín, con el cerro de fondo, en el segundo viaje.


Así, se animaron a probar otra vuelta a la que denominaron: Tres Picos, la revancha.

Agustín, en diálogo con La Nueva, contó cómo planificaron esta actividad al aire libre con un objetivo grupal: comprobar que la misión era posible, disfrutarla y dotar de un nuevo significado al cerro, un paisaje cercano al que tantas veces habían accedido en familia.

Esta vez, el compañerismo, la guía de profesionales idóneos y el aprendizaje de la aventura anterior sumados a un estilo de vida saludable fueron las claves de la victoria.

--¿Por qué el Tres Picos?

--El Tres Picos siempre tuvo algo especial para nosotros. Es el punto más alto de la provincia, pero más allá de eso, tiene una mística propia. De chicos lo habíamos hecho como trekking familiar, así que volver a él tenía un significado distinto.

La idea original surgió durante un viaje largo en bicicleta: con mi hermano Joaquín pedaleamos desde Esquel hasta El Chaltén (1300 km acampando), y dos años más tarde él continuó otros 1600 km hasta Ushuaia con dos amigos. En esos viajes, cuando pasás horas arriba de la bici y tenés la cabeza libre para pensar, se nos cruzó la idea: “¿Alguien habrá salido desde Bahía y llegado arriba del Tres Picos?”.

Pero más que una curiosidad por los demás, era una pregunta hacia nosotros mismos: “¿Podremos salir desde casa y llegar hasta la cumbre?”

--Y quisieron sacarse la duda…

--Sí, en el primer intento fuimos mi hermano y un amigo del viaje a Ushuaia, Pancho Cardona, que esta vez no pudo venir. En el segundo, se sumó Dani, un amigo que conocimos una mañana fría y ventosa, surfeando solos en Monte Hermoso. Apareció con una tabla recién comprada, sin neoprene, con una sonrisa enorme y la mejor energía. Desde ese día compartimos muchas aventuras. Tiene un gimnasio funcional en la playa y el deporte fue lo que nos conectó desde el primer momento.

--¿Cómo fue ese primer intento y qué aprendieron para aplicar en La Revancha?

--El primer intento que hicimos con Joaquín y Pancho fue una experiencia durísima. En su momento no entendíamos por qué nos sentíamos tan mal, hasta que después nos dimos cuenta de que fallamos en la nutrición. Llevábamos peso extra de abrigo y equipo, una ruta con caminos rurales muy rotos, viento en contra más fuerte de lo esperado y muchas horas de pedaleo nocturno: salimos 3:45 am y recién amaneció cerca de las 8.

Pancho, Joaquín y Agustín en el primer intento.


A medida que pasaban las horas, el cansancio nos empezó a jugar en contra. Llegamos hasta Piedra Bote, que era más o menos una hora antes de la cumbre, pero decidimos parar por seguridad. No sabíamos si con solo las bolsas de dormir íbamos a aguantar la noche, y ya casi no hablábamos entre nosotros del agotamiento que teníamos. Dormimos detrás de unas piedras para repararnos del viento y por la noche terminó lloviendo, así que fue una buena decisión.

--¿Qué rescataron o decidieron transformar de esta experiencia?

--Esa experiencia nos enseñó muchísimo. Sabíamos que había muchas cosas para mejorar, así que esta vez ajustamos todo: la hidratación, el peso del equipo, la alimentación y los tiempos. Dani, nuestro amigo que se sumó a este segundo intento, nos ayudó mucho en la parte física y de preparación general.

Esta vez salimos con otra cabeza, más tranquilos, mejor preparados y con ganas de disfrutar el proceso, no de pelear contra él.

El nutricionista de Joaco, Felipe Zaragoza de Voit Nutrición, le armó un plan de alimentación muy completo —antes, durante y después del pedaleo— y cada uno lo adaptó a sus necesidades o tomó consejos de ahí.

Nuestros amigos de Wayfarer, sin esperar nada a cambio, nos apoyaron enviándonos un montón de ropa técnica que fue clave para bancar el frío en la cumbre.

Tres Picos, el segundo viaje y las vistas como premio al esfuerzo.

En el primer intento,  cuando hicimos la cumbre al amanecer, estuvimos recorriendo bastante los sectores altos del Tres Picos buscando reparos para dormir dependiendo del viento. Esa planificación fue clave: en este segundo intento, a las dos de la mañana se levantó un viento muy fuerte y bajó mucho la temperatura, y pudimos movernos rápido a otro punto más protegido para terminar de pasar la noche.

--¿Cómo fue la previa? ¿Son ciclistas o se prepararon especialmente para esto?

--No somos de andar en bicicleta más que para movernos por la ciudad o alguna escapada corta a Puente Canesa. Cada uno tiene su rutina: gimnasio, natación o entrenamiento funcional, pero todo con el mismo fin: mantenernos activos y con una vida sana para poder hacer actividades al aire libre.

No hicimos una preparación específica de ciclismo, sino que nos apoyamos en el estilo de vida que ya llevamos. Queríamos ver si con eso alcanzaba para afrontar un desafío así, que termina siendo mitad físico y mitad mental.

--¿Qué rescatan de los dos intentos?

--Tenemos claro es que lo más importante no es hacerlo solo: hacerlo acompañado lo cambia todo. Nos gusta compartir estas aventuras porque la parte divertida, la que más te queda, no es llegar sino hacerlo con alguien más al lado.

--¿Cuáles fueron los desafíos más grandes?

--El desafío más grande fue, sin dudas, todo lo que falló en el primer intento. Habíamos terminado de preparar las bicis muy tarde —cerca de la 1 am— y dormimos menos de dos horas porque a las 3:45 ya estábamos pedaleando.

Desde Puente Canesa en adelante, el camino era un serrucho interminable con piedra suelta, y con la linterna de cabeza tenías que mantener la concentración todo el tiempo para no caerte.

Amanece cerca de las 8 en esa época (era el 20 de junio), así que fueron más de cuatro horas de pedaleo en completa oscuridad y con viento de frente. A eso se sumaron la falta de sales, el peso de la mochila, una dieta armada medio “a ojo” (literalmente con ayuda de una IA) y un terreno que te desgastaba mucho más de lo esperado.

Hubo momentos en los que tuvimos que bajarnos y empujar las bicicletas porque el viento era demasiado fuerte. Sin dudas, fue lo más duro que hicimos a nivel físico, pero también lo que más nos enseñó sobre fortaleza mental y trabajo en equipo.

--En un momento decidieron parar…

--Sí, y fue una decisión sabia. Nos cuidamos entre todos. El cuerpo te pide seguir, pero el grupo te hace entender cuándo parar. Por eso, cuando en este segundo intento las cosas se pusieron difíciles de nuevo, ya sabíamos cómo reaccionar. Fue un gran ejemplo de cómo de los errores también salen las mejores experiencias.

--¿Qué les dejó esta experiencia que deseen compartir?

--Esta experiencia, como las anteriores, nos dejó una sensación muy llenadora. Es ese tipo de cosas que te hacen sentir vivo y te recuerdan que pasarla bien no depende de lo económico ni de grandes planes, sino de animarse a salir y hacerlos.

Nos reafirmó que los mejores momentos no vienen de la comodidad, sino de ponerse a prueba con buena compañía.
Hay que rodearse de gente con las mismas ganas de ir para adelante, porque las montañas, los vientos y los kilómetros son más llevaderos cuando se comparten.