Bahía Blanca | Martes, 01 de julio

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Menos sexo real y más virtualidad: ¿qué sucede en Bahía Blanca?

“Si bien es necesario el encuentro y la conexión física para sostener un equilibrio en la salud mental, lo cierto es que las redes sociales y las pantallas se llevan toda la energía”, dijo la Lic. Marcela Menna, quien es psicóloga y sexóloga clínica.

El sexo y un fenómeno que se extiende. / Fotos: Samanta Marco-La Nueva y Archivo LN.

“Estamos en un momento donde lo sexual es muy hablado, abierto y permitido pero, en vez de facilitar todo, la aparición de lo virtual y de las redes, donde nos conectamos para desconectarnos y es donde hoy preferimos estar, nos aleja de las reuniones, de los bailes, de las risas y de contarnos cosas. ¿El futuro? Creo que se agravará cada día más”.

La declaración de la Lic. Marcela Menna, psicóloga y sexóloga clínica, es como una suerte de prólogo para que lo sucede en la sociedad respecto de un tema (que ya no es tabú): el sexo.

“En el consultorio veo cada vez más parejas que vienen a resolver cuestiones de todo tipo, pero especialmente por la falta de tiempo y de vacaciones hasta un mayor compromiso laboral como consecuencia de cuestiones económicas. Es decir, esta dinámica se va acentuado y, claramente, repercute en lo sexual”, añadió.

“¿Si hay menos sexo? Existe un descenso en lo que sería el encuentro físico y real y la consecuente pérdida de las sensaciones de los sentidos. Con las pantallas y las redes sólo usamos el oído y la vista. Esto genera trastornos en la funcionalidad de la sexualidad en sí misma”, aseguró Menna, en diálogo con La Nueva.

“La gente por ahí no lo entiende, ya que no es solamente para decir que tengo sexo, sino que se trata de algo que importa tanto como la actividad física o mantener una dieta saludable”, sostuvo.

“Ahora, conviene aclarar que no es menor la atención respecto de todo lo que conlleva la sexualidad, ya que existe un aumento en el consumo de pornografía e, incluso, hasta una adicción que se potenció a partir de la crisis sanitaria por el COVID-19”, dijo.

“La pandemia hizo que tuviéramos que emplear herramientas a las que no estábamos acostumbrados y tuvimos que agilizar y acostumbrarnos a manejar la autoestimulación para continuar con una sexualidad sana y el equilibrio emocional y mental ante la imposibilidad del contacto físico”, comentó.

Insistió Menna que la salud mental se sostiene, asimismo, a través de una sexualidad saludable.

Lic. Marcela Menna, psicóloga y sexóloga clínica.

También se refirió a tabúes desterrados.

“Hay mandatos que, hoy, están siendo desafiados. A los 30 años, los chicos se hacen la vasectomía y las chicas se ligan las trompas. Estos son cambios de paradigma”, contó.

“La pandemia potenció que lo nuevo, lo aprendido, se siguiera haciendo. Y eso generó una posibilidad de llegada a quienes no tenían otra manera y no les era fácil generar una comunicación. Al final, todo terminó en un resguardo de la vulnerabilidad”, explicó.

“Esto hace que uno evite encontrarse con el otro por miedo a fallar, a no cumplir las expectativas o a no tener un buen desempeño, ya que al desconectarnos de los sentidos, al no tener ese encuentro real y acostumbrarnos a lo virtual, o a jugar con las redes todo el tiempo, estamos apagando lo que yo denomino ‘enchufe’; es decir, conectarme con lo sexual y jugar con los sentidos”, expresó.

“Hoy se le llama juego del placer al encuentro sexual, pero no todos lo son, (porque) ya no decimos que tenemos sexo sólo en el momento del coito, o de llegar al orgasmo”, sostuvo.

—¿Por qué existe ese temor a fallar?

—Porque las relaciones son casuales y hoy no se dan en una relación estable. Se va probando en una, en otra y en otra, porque pueden durar, es cierto, pero es por poco tiempo. Y cada momento de encuentro es con un desconocido donde se juega toda la ansiedad. Es un momento también de frustración y de miedo que hace que evitemos lo real”.

—¿Y en el caso de un matrimonio consolidado de 40-50 años de edad?

—En las relaciones estables hoy nadie se va a dormir solo; todos van acompañados por las pantallas. Al consultorio vienen parejas que me dicen: ‘Mirá. Nos vamos a acostar más o menos en el mismo horario, pero cada uno con su teléfono’. Es decir, encuentran más placer y menos exigencia de energía en mirar lo que sucede en las redes mientras se reponen del cansancio, que encontrarse y darse tiempo para un momento donde se tendrían que involucrar las sensaciones y el contacto.

“La conectividad, de alguna manera, nos resguarda del peligro relacionado con la complejidad de los vínculos en el mundo real”.

“Lo considero de esta manera: no es que haya un desinterés en el sexo, sino que ya no queda energía para destinarla a un juego placentero que en la práctica, incluso, hoy es una vez al mes o cada 15 días”.

—¿Qué nos provoca la pantalla?

Vincularnos con las redes es más fácil y nos produce, en algún punto, menos riesgo en la vulnerabilidad. Es decir, nos protege y resguarda; genera un distanciamiento de los sentidos y de la conexión emocional con un otro.

Por otra parte, Menna también aludió a una particularidad respecto de los jóvenes de hoy.

“En este crecimiento de lo virtual, y a pesar de que se han facilitado muchos medios como anticonceptivos, que están al alcance de todos, ya no hay exigencias o mandatos que cubrir. En este sentido, un psicólogo rotula a esta generación como los ni-ni: ni trabajan ni estudian; o una mezcla de las dos cosas”, dijo.

“Son quienes no terminan de salir al mundo adulto. En la clínica vemos a chicos que todavía, por la situación económica y sobre todo en nuestro país, se sostienen en la casa de los padres. Si están hasta los 30 y pico de años con ellos, se dificulta el manejo de forma independiente y promueve que sigan más conectados a lo virtual y a las redes, porque no todos disponen de libertad para llevar a alguien a su hogar, o de tener una relación sexual cuando está la familia”, agregó la psicóloga.

“Esta es otra razón por la cual se genera una promoción de lo virtual. Como me pueden rechazar, con la red me conecto y me desconecto; estoy, no estoy; pongo pausa y así es más sencillo. Es decir, de alguna manera se resguardan del peligro que tiene que ver con la complejidad de los vínculos en el mundo real y es como un letargo de la posibilidad del pase al mundo adulto”, explicó.

La especialista extendió la mirada y se refirió a las complicaciones con el sueño como consecuencia de las redes y de las pantallas, ya que el oído y la vista permanecen en funciones casi todo el tiempo.

“No es que haya un desinterés en el sexo, sino que ya no queda energía para destinarla a un juego placentero que en la práctica, incluso, hoy es una vez al mes o cada 15 días”.

“El tema que estén hasta cualquier hora excitándose con el mundo ilusorio e irreal de la pornografía hace que se genere un desequilibrio en el reloj biológico del sueño”, aseguró.

“Hoy, la mayoría de la gente tiene problemas para dormir. Eso enseguida repercute en lo hormonal, en lo químico y en el estado de ánimo. La alteración del sueño se ve en que la gente se muestre somnolienta, cansada, estresada y sin ganas”, sostuvo.

“El hecho de no dormir bien tiene como consecuencia disfunciones sexuales, una baja del deseo y dificultades para llegar al orgasmo y sostener una erección”, concluyó Menna.

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