"Siempre estamos expuestos y hay que bancársela", asumió el entrenador Juan Sergio Palumbo
Juanse analizó los dos años en El Nacional, destacó el desarrollo con las divisiones menores y reconoció: "faltó la frutillita", en relación a las finales por el ascenso perdidas.
Ingresó en La Nueva Provincia en 1995. Trabaja en la sección Deportes y fue colaborador en Regionales y Locales de este mismo medio. Se especializa en básquetbol. Formó parte del staff de la revista Encestando y Zona de Básquet durante 10 años. Tuvo experiencia en el programa Radial Contrabásquet, en Radio La Red.
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La más reciente y fría estadística del entrenador Juan Sergio Palumbo desglosada en los dos últimos torneos de Segunda con El Nacional arroja 44 triunfos en 45 partidos de fase regular y 17 victorias en 29 juegos de playoffs, total: 61-13, es decir el 82,43% de partidos ganados.
Tomando más distancia, en el global de su carrera dirigiendo equipos superiores –desde 2010 con Independiente- acumula 11 finales: cinco ganadas (tres con Barracas y dos con Los Andes) y seis perdidas (dos con Independiente, dos con Los Andes y dos con El Nacional).
Ahora bien, estas dos últimas con El Nacional lo expusieron, acaso, más que nunca.
-¿Es cruel la figura del entrenador, considerando que un resultado te puede llevar muy arriba o muy abajo?
-Sí, pero creo que es cruel desde el exterior y analizado por la gente que no sabe mucho. Hoy se critica a Guardiola porque perdió siete de los últimos nueve partidos, aunque no deja de ser uno de los mejores entrenadores de la historia del fútbol. Ante eso siempre estamos expuestos y hay que bancársela, de lo contrario uno no puede estar dentro de este círculo. Recuerdo, en referencia al círculo, que después de mis dos ascensos seguidos, y atravesando la etapa de juventud, Martín Ipucha con muy buena onda me dijo “Juanse no te olvides que la vida es un círculo, a veces estás arriba y otras abajo, no seas soberbio arriba ni te sientas mal abajo”. Hoy no me considero estar abajo por haber perdido dos finales.
-¿Cómo convivís con esa exposición del entrenador que un día “es el mejor y otro el peor”?
-Ese pensamiento seguro que está en varias mentes. Sé también que a mí se me exige más de lo normal, primero porque me adapté muy bien desde un primer momento, y segundo porque no fui destacado como jugador. Alguno tal vez piense que caí de un barrilete a dirigir Segunda.
-¿Vos decís que tiene más respaldo el entrenador con trayectoria como jugador?
-Sí, sí. Y también le da más posibilidades. Pero no solo en el ámbito local, sino a nivel mundial y hasta en el fútbol. Pero hay que bancarse las críticas y tratar de escuchar a los que saben. Por suerte me tocó jugar el repechaje contra Bahiense, al que dirige, para mí, el mejor entrenador que tuvo Bahía Blanca (Alejandro Navallo) en los últimos años. Hablando con él uno se saca un montón de dudas y se queda mucho más tranquilo que cuando le dice algo otro que nunca tocó una pelota o está 50 años atrasado.
-¿Hoy por quién te sentís valorado y que realmente te importe?
-Primero por los colegas. Después con los chicos que dirigí. Perdimos la final de U23 y la verdad que durante toda la madruga hubo mensajes que realmente agradezco. Entonces, es importante cuando uno es valorado por los que estuvieron en el día a día, no solo de los que dirigió. Un U13 cuando ganaron la copa de Plata me dijo “te la quiero dar a vos porque no la pudiste ganar, pero te lo merecés por todo lo que hiciste”. Esos gestos son síntomas de que uno hizo las cosas bien. Y es lo que realmente me importa.
-¿Te sentiste solo este último tiempo?
-El entrenador siempre siente la soledad. Por suerte tuve un cuerpo técnico brillante, con dos asistentes y un profe siempre al pie del cañón. Después sí por momentos sentí la soledad, pero no por la parte del plantel superior, sino en el día a día, porque hay un montón de detalles que desgastan y los entrenadores recurrían a mí. Tal vez fue uno de los motivos más grandes por los cuales me desgasté tanto y terminé tomando esta decisión, que no tiene nada que ver con el plantel superior, ni con alguna exigencia o algo que me hayan hecho, porque la verdad que no tengo nada para decir.
-¿La decisión de no continuar fue consensuada con la dirigencia?
-Fue una decisión personal, por el tiempo que me demandaba la coordinación en el club. Por mi trabajo particular llego a casa a las cinco de la tarde y a las seis ya tenía que estar en el club. Por cómo soy, que no puedo hacer las cosas a medias o mal. Y el tiempo de calidad de vida con mi nena (Morena, de 6 años) era casi nulo. Entonces, decidí tomarme un tiempito. La decisión no tuvo nada que ver con haber perdido. Es más, si hubiésemos ganado el quinto partido capaz que al día siguiente confirmaba que no seguía.
-¿Aun ascendiendo no ibas a seguir dirigiendo?
-En mi cabeza tenía que mi ciclo estaba terminado: “Si ganamos no sigo”, había decidido. Y después de perder con Pueyrredón me tomé mi tiempo, no quería decidir nada hasta después de jugar con Bahiense.
-¿Estaba terminado tu ciclo en El Nacional o como entrenador?
-En El Nacional. La verdad que hoy digo que no voy a dirigir y la vez anterior que lo dije fue en 2018, pero en abril renunció a Los Andes el Ruso Casamayor y al día siguiente yo estaba ahí entrenando. Hoy por hoy quiero tener más tiempo, lo analizaré si a la larga me llaman de un club que no me consuma tantas horas como en El Nacional.
-¿Qué similitud y diferencia tiene esta decisión con aquella de 2018?
-Mucho tiene que ver mi hija, esa es la realidad. En enero de 2018 sabía que sería papá en junio, y elegí dirigir solo básquet menor, en ese momento Liniers, y llegó lo de Los Andes. Tomé la decisión de ir y no me arrepiento en lo más mínimo, porque fue un año hermoso para mí. Y este año mi nena empezó a jugar al hockey en El Nacional, fue casualidad que después arreglé ahí, y así como yo vivía su deporte, tenía ganas que me viera dirigir. Una de las cosas que más me duele es no haber podido levantar la copa con ella, y la otra que los chicos no hayan podido levantar la copa, por el trabajo que hicieron de U23 para abajo, inclusive, en algunos casos viviendo situaciones de vida muy complicadas.
-¿Estaba fijado el ascenso como objetivo con la dirigencia?
-En ninguna reunión con los dirigentes se habló de ascenso. Desde un primer momento el objetivo fue potenciar a los chicos del club, por eso me subí a este barco, y trajimos mayores como para hacerlo. No tengo dudas que Hamze y Echarri hoy juegan como juegan porque tuvieron a Quiroga, el Colo Martínez, el Flaco Banegas y Montanaro ayudándolos. Ese fue siempre el objetivo. Sabíamos que teníamos equipo para pelear bien arriba, pero desconocíamos cómo reaccionarían los chicos ante una situación así.
-¿Te parece que a El Nacional cuando rompió el mercado con un par de contrataciones se lo tildó automáticamente de candidato y, en realidad, le faltaba la otra parte, la de rodearlos?
-Puede ser. Durante el año, por más que fuimos ganando, nos convencíamos de que no era tanto el equipo que teníamos. Pasa que para el de afuera es fracaso cuando un equipo pierde después de ganar siempre. Algo de eso hablaba con los jugadores mayores el otro día, que cuando llegaron pensaron que se habían equivocado en elegir El Nacional, y en la medida que los chicos fueron creciendo se dieron cuenta que jugaban bien en serio. Cuando llegué estaban undécimos en la tabla de posiciones y hoy están siendo llamados por equipos de Primera. Eso me llena de orgullo.
-¿Dónde ubicarías estos dos años con la frialdad estadística, comparándolos con los ascensos que lograste?
-Siempre destaco algo: tener la posibilidad de dirigir a uno de los clubes más grandes de Bahía y reemplazar después de 27 años a Juan (García), lo cual no era fácil. Creo que fue sumamente positivo; obviamente me hubiese gustado ganar la final, hicimos todo lo posible para lograrlo, pero los números fríos indican que en Segunda con El Nacional jugamos 67 partidos y ganamos 60. Lo que pasa que esos siete fueron contra los campeones, tres en cada final y uno con Barracas en la etapa regular, en suplementario.
-¿Qué cambiarías para otra oportunidad?
-Con el diario del lunes cambiaría hasta situaciones de partido. Pero si lo volviera a vivir haría lo mismo. Recuerdo que cuando trajimos a Nico Quiroga alguien me dijo “ahora tenemos la presión que no queríamos tener” y le respondí “a mí me encanta la presión”. Siempre quiero tener el mejor equipo. No me molesta en lo más mínimo. Sumamos pocos jugadores mayores, pero de muy buena calidad, y terminamos potenciando a los chicos, que era el objetivo, entonces creo que las cosas las hicimos muy bien.
-¿Qué tan abierto sos puertas adentro ante alguna sugerencia por parte de un dirigente, un jugador, un colaborador o un colega?
-Soy abierto, sí trato de seleccionar a quién darle importancia. Por ejemplo, con Darío Reiner que fue entrenador, hoy es dirigente y fue quien me llevó al club, tuvimos nuestro intercambio de opiniones, y le doy valor porque sabe de qué se trata. Después, con los jugadores también, inclusive cuando alguno conoce más a un rival por haber sido compañero, caso de Quiroga con Matute Martínez.
-¿Estas dos definiciones por el ascenso fueron las que te llenaron más de dudas o lo tomaste como otro desafío y punto?
-Lo último que dijiste. Creo que siempre fuimos más que competitivos. Inclusive, la serie con Bahiense me dejó muy tranquilo, porque a los cinco minutos el Colo (Navallo) se enojó, mandó cuatro cambios seguidos y entraron La Bella, Jorge García, Luengo y el paraguayo Cárdenas. Contra ese equipo y sin tener un base natural fuimos realmente competitivos y a lo último hasta mejores, entonces, creo que hicimos bien las cosas. Después, tanto Barracas el torneo anterior como Pueyrredón en el último hicieron mejor las cosas para ascender.
-¿Disfrutaste del proceso con El Nacional hasta que empezaron las finales con Barracas el torneo anterior?
-Es difícil para mí diferenciar el proceso del básquet menor como coordinación, con la Segunda, porque hubo muchas situaciones positivas, mensajes y muestras de cariño durante todo el año. Es cierto que después de las finales con Barracas uno empezaba a sentir una presión interior más fuerte, pero el equipo en este segundo semestre jugó muy bien por momentos y eso lo disfruté. Después bueno, si bien uno dice que las finales hay que disfrutarlas porque pueden ser las últimas, a veces cuesta ponerlo en práctica.
-¿Qué fue lo que más te gustó en estos dos años en El Nacional?
-El cambio de un paradigma del club. Me fueron a buscar para un crecimiento de los chicos y eso sucedió. Cuando llegamos nunca había gente en las tribunas y terminamos jugando las finales a cancha llena. Pero también, en formativas. Creo que se formó una unión y sentido de pertenencia muy grande. Ese creo que fue mi mayor logro. Por eso se cumplió para lo que me llamaron, después, faltó la frutillita en el postre, pero me fui sumamente tranquilo.