Bahía Blanca | Lunes, 18 de agosto

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Augusto Salvatto: “Vivimos en una especie de monoambiente digital muy peligroso”

El joven analista abordó las tensiones y contradicciones de esta era, cuya “generación ansiosa” en principio lo tiene todo, pero se siente vacía de contenido. El impacto de las tecnologías en nuestra vida y su visión sobre lo que denomina “la felicidad fingida”.

Augusto Salvatto se presentó en la Biblioteca Rivadavia.

Consultor en innovación y economía del conocimiento, Augusto Salvatto sostiene que estamos transitando un tiempo de suma complejidad. Al que califica como “la era del malestar”.

SI bien se define politólogo, tras escuchar atentamente cada una de sus reflexiones, lo suyo, más que ahondar sobre gobiernos e ideologías, parece centrarse más en un análisis profundo y por momentos crudo de la sociedad.

No fue casual, entonces, que este joven porteño haya sido convocado por el Centro de Estudios Económicos de la Unión Industrial de Bahía Blanca para inaugurar el ciclo de charlas “Conversaciones para Pensar el Futuro”. Y fue a sala llena en el Auditorio Luis Caronti de la Biblioteca Rivadavia.

Previamente, Salvatto tuvo un espacio para charlar con La Nueva e intentar descifrar lo que él mismo denomina “el enigma del malestar social actual”, donde el estrés y la ansiedad surgen como síntomas de un problema colectivo.

Además, habló de híper individualismo, “felicidad fingida” y explicó de qué se trata la cultura algorítmica.

Autor de los libros “La batalla del futuro: algo en qué creer” y “País de mierda: Ideas y reflexiones sobre el mejor país del mundo”, en su última publicación “La era del malestar. Algoritmos y redes antisociales”, Augusto ahonda sobre problemáticas muy actuales.

“Vivimos atrapados en una cultura de ‘atracón’ de contenidos, donde la inmediatez y la búsqueda constante de placer mediante las series, redes sociales y el entretenimiento superficial dificultan la verdadera satisfacción personal”, manifiesta el autor.

Y va más allá…

“No hace tanto y en base a indicadores que considerábamos creíbles, suponíamos que éramos parte del mejor momento de la humanidad. No obstante, esa percepción contrastaba con una realidad en la que con mayor frecuencia cada uno de nosotros experimentábamos una sensación de malestar. Eso de “estoy estresado” marca un problema cada vez más complejo. Y las estadísticas así lo reflejan. Una reciente de Estados Unidos indica que la mitad de las personas sufren de ansiedad. Algo está ocurriendo para que un montón de gente se sienta disconforme con su vida”.

-¿Tiene que ver con esa sociedad algorítmica que mencionas en tu libro?

-Es que todos, de alguna manera, seguimos el algoritmo o una suerte de patrones, un recorrido lógico en el que nos dicen cómo tenemos que hacer cada cosa. ¡Y no nos cuestionarnos lo que estamos haciendo! A ver… Yo intento explorar el enigma del malestar social actual. Que tiene sus respuestas.

-Quizás una de ellas tenga que ver con esta especie de híper individualismo inevitable en el que gran parte de la sociedad ha caído.

-Si yo digo: “No necesito a nadie para ser feliz”, seguramente veremos una suerte de aprobación de ese discurso. Existe una lógica de “podes lograr cualquier cosa que te propongas”. Pero cuando después salís a la vida te das cuenta que, en la mayoría de los casos, no se llega a esa meta. Lo que resulta frustrante y genera consecuencias obviamente negativas. Es erróneo pensar que no necesitamos a nadie, que nuestra felicidad no depende de nadie. Subestimamos aquello de vivir en una sociedad donde el colectivo es primordial para proyectarnos.

-¿Qué ocurre con el papel de las redes sociales en este esquema de extremo individualismo?

-Las redes colaboran para caer en este escenario. Vivimos en una especie de monoambiente digital muy peligroso, donde sólo en apariencia disponemos de todo lo que necesitamos. Hay un algoritmo que nos recomienda las cosas que nos gustan y eso deriva en que omitamos la vida en comunidad. En compartir y disfrutar espacios que generaban una vida en comunidad. Y que en algunos casos lucen casi desaparecidos.

-En tu libro mencionas a la cultura del atracón como un fenómeno actual. ¿A qué te referís con eso?

-Somos parte de una sociedad en la que los límites ya casi no existen, siendo que en ocasiones no es tan malo tenerlos. ¿Cuántas veces nos desvelamos para ver un capítulo más de una serie de Netflix? Esas experiencias de lo ilimitado a veces nos conducen, justamente, a un atracón.

“Pasamos un fin de semana encerrados viendo un capítulo atrás de otro y terminamos con la cabeza rota. Ya no pasa por entretenernos, por pensar... Es parte de la cultura del atracón que está muy presente en las redes sociales y en estas plataformas que nos brindan una fórmula de lo ilimitado.

-También hablas de “una pandemia de la felicidad fingida”…

-Fijate. Hoy cultivamos el hábito de mostrar un perfil de euforia como si ello fuera un sinónimo de felicidad. Las redes sociales te llevan a eso. Mostrás una imagen bifurcada: “¡mira qué bien que estoy!”. Exponemos constantemente un escenario irreal. La "felicidad fingida" se ha vuelto un fenómeno común donde surge una clara desconexión con las emociones reales y, a la vez, esa tendencia de mostrarnos en una vida perfecta.

-¿La “generación ansiosa” que marcas en tu libro tiene que ver con todo esto?

-¡Por cierto! Un filósofo alemán muy interesante, Hartmut Rosa, sostiene que, básicamente, hay tres tipos de aceleraciones. Por un lado una aceleración tecnológica; o sea, la tecnología se está acelerando. Por otro lado una aceleración social; o sea, esa aceleración de la tecnología que genera cambios sociales. Y finalmente, y de forma totalmente paradójica, una aceleración de nuestro ritmo de vida.

“Se supone que si la tecnología hace cada vez más cosas por nosotros, entonces deberíamos estar cada vez más tranquilos, tener más de nuestro día disponible. Sin embargo, pareciera que tenemos cada vez menos tiempo. Entonces, esa relación entre la aceleración y tener cada vez menos tiempo, termina generando un gran malestar. Es lo que podemos denominar “la generación ansiosa”.

-¿Cómo salir de todo este entuerto?

-Me entusiasma analizar semejante fenómeno. Por ejemplo, hace muchos años que no vemos ciencia ficción optimista. De los últimos 70 años quizás lo último, en ese sentido, fueron Los Supersónicos, esos dibujos animados de los ´60. Hoy todo es prácticamente apocalíptico. ¡Los Terminators! La ciencia ficción es generalmente apocalíptica. Y a veces nos habla mucho más del presente que del futuro. O sea, la forma en que nosotros vemos el futuro está atada a las preocupaciones que tenemos en el presente. Esto podría parecer algo muy negativo, oscuro. Es lo que ocurre cuando ves un túnel, digamos muy largo. Ves todo muy oscuro, pero al final, muy al final, seguro aparece la luz.

-¿Esa luz tiene que ver con una mirada optimista, entonces?

-Vamos hacia un futuro que, en lo personal, me entusiasma mucho. Estamos frente al enorme desafío de optimizar la tecnología. Y aquí me detengo en la Inteligencia Artificial, que espero sea utilizada para el bien de la humanidad. A mí me motiva todo esto. Y en cosas mucho más pequeñas, porque hablar del bien de la humanidad quizás resulte muy amplio. El impacto que puede llegar a tener esta tecnología en empresas, en el sistema educativo, en el sistema de salud, me llena de optimismo. Me entusiasma.

-Vos te formaste en el ámbito universitario en España, recorriste y viviste la realidad de otros países. Inevitable no caer en comparaciones y que surjan los vaivenes de nuestra Argentina. Sus carencias, pero también sus fortalezas.

-Mirá… Yo veo más que nada un potencial enorme de la Argentina. Estudié en Europa y percibí una sociedad con mucho miedo al futuro. Muchísimo miedo al futuro. En diferentes aspectos lo digo.

"En lo tecnológico, en lo climatológico, en temas vinculados a las guerras y los conflictos. ¡A la inmigración! Y eso se traduce muchísimo en el sentir, el pensar y las cosas que expresan e investigan los más jóvenes".

“Noto que América Latina, en general, es una región con grandes oportunidades. Y particularmente la Argentina tiene un potencial enorme. Nosotros tenemos alrededor de doce unicornios, empresas de más de mil millones de dólares. De capitalización de mercado y basadas en tecnología. Pero muchos de esos unicornios o están radicados afuera o hacen su mayor parte de ganancias afuera. Sus CEOs o sus fundadores viven afuera. Entonces, creo que el potencial está, que el conocimiento está. Claro que esta parte es la más complicada de desarrollar. Porque en términos de organización, solemos expulsar en forma recurrente al talento y a la riqueza. Entonces es tan fácil y tan difícil como decidirnos a atraer todas esas fortalezas. A decidirnos a encarar el futuro, pero en serio”.