Bahía Blanca | Lunes, 29 de abril

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El adiós a un grande de los bomberos voluntarios

La sirena, esta vez, fue para honrar a Severiano Argüello Vara y su vida de servicio a la comunidad.

Fotos gentileza Norberto Argüello

"Galleguito", el más grande, el más veloz, el comandante general, el tío... así será recordado por muchos Severiano Argüello Vara, el decano de los bomberos voluntarios de Punta Alta que falleció el pasado 1º de enero, a los 94 años.

A pesar de su edad, hasta hace un tiempo Severiano revistaba en el Cuerpo de Reserva de los Bomberos Voluntarios y no dejaba pasar oportunidad para darse una vuelta por el Cuartel y estar con su gente.

Fue bombero activo por más de seis décadas e incluso llegó a ser jefe del cuerpo local. Era y será un pilar de su historia.

¿Por qué suena la sirena? Esta vez no es una emergencia, sino una forma de despedir a Severiano, un homenaje a una vida dedicada al servicio de la comunidad, mientras una Guardia de Honor demuestra su respeto al pasar el cortejo fúnebre frente al cuartel de calle Mitre al 500, cerca de las 11 del martes. Tan emotivo es el momento para la comunidad bomberil que hasta “Raúl”, la mascota del segundo jefe de los bomberos, se acerca lentamente hasta el coche a dar también su último adiós.


Siempre lo recordaremos y vivirá en nuestros corazones", expresaron desde la Asociación de Bomberos Voluntarios.
 

Julio de 1949. Severiano tenía 20 años cuando se vino de su pueblito español en Zamora, para trabajar en la chacra de unos parientes en Villa Harding Green; pero “como en el campo no había porvenir”, en 1953 se mudó a Punta Alta y entró a trabajar en la Base Naval, de donde se jubiló como mayordomo.

¿Y cómo se hizo bombero? Según contaba, por curiosidad y gracias a otro pariente español que también era servidor público y lo acercó al cuartel.

“Siempre busqué hacer el bien sin recibir nada, poder colaborar con algo”, decía en un artículo del Archivo Histórico Municipal de Punta Alta que rescataba su testimonio. Coraje y ganas de trabajar impulsaron esa vocación.

“¿Por qué suena la sirena?”, se preguntaba Severiano y salía de su casa a ver pasar el camión de los bomberos. Como aquel 25 de mayo que lo siguió en bicicleta y ayudó a cortar el tránsito para que sus futuros colegas pudieran trabajar mejor. Ese día, su pariente español lo citó en el cuartel para conocer al jefe, llenar la planilla de aspirante y entrar.

Décadas de servicio

Su bautismo fue cuando en el 56 se quemó el frigorífico Sansinena de General Daniel Cerri: “Era de noche, nos llamaron y fuimos con un camioncito Chevrolet y una motobomba. También estaban los bomberos de Bahía y White. Subimos una escalera caracol hasta el techo de chapa y por ahí metimos las mangueras y mandamos agua. El fuego se había iniciado en la misma cámara frigorífica".

Estaba lleno de consejos, anécdotas e historias. También solía contar de aquel “terrible accidente” entre un camión de combustible y un tren que descarriló y se incendió”, en el paso a nivel de Calderón, en los 60.

O cuando en los 70 tuvieron que atender el incendio “un poco bravo” de la ferretería Beder, en el centro puntaltense, con un compañero herido.

O esa noche de 1980 cuando impidieron que un gran incendio forestal en los médanos de Baterías llegara hasta al vivero de Pehuen Co y causara estragos.

Severiano llegó a ser jefe de los bomberos puntaltenses. Su último incendio “también fue grande” y fue su despedida. Él decía que se retiró definitivamente, pero nunca dejó de pasar por el cuartel.

Se lo veía en todos los actos de bomberos, vestido con su uniforme de gala “como si lo tuviese pintado”. Así lo describió uno de sus sobrinos, Norberto Arguello, en una carta que publicó hace un tiempo en las redes sociales por el Día del Bombero Voluntario.

Severiano no tuvo hijos, pero fue como el segundo padre para Norberto, quien lo recuerda como “un ejemplo de vida, un maestro en valores, un amoroso tío y un tierno esposo".

Cuando cumplió 90 años, fue agasajado por el Cuartel y en 2022 recibió el reconocimiento del Consejo de Federaciones de Bomberos Voluntarios de Argentina por sus más de seis décadas al servicio de la comunidad. Él seguía yendo, a pesar de algunos achaques propios de la edad. “Es que en el cuartel revivía”, cuenta su sobrino.