Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

El domingo que Fangio debutó como piloto en Benito Juárez

En octubre de 1936, el futuro quíntuple campeón del mundo consiguió que le prestaran un viejo taxi para su primera carrera, que se disputaría en la Ruta 3, a 290 kilómetros de Bahía Blanca.

Para que las historias se transformen en leyendas se necesita de pequeñas complicidades del destino. Basta con un par de coincidencias, algunas oportunidades del azar y un poco de paciencia para que lo cotidiano de pronto se vuelva mitológico.

En el caso puntual de este relato habría que situarse a fines de 1936, cuando un joven mecánico de Balcarce llamado Juan Manuel Fangio prepara, junto a dos de sus amigos, la carrocería, el volante y el motor de un taxímetro Ford A, un biplaza modelo '29, con la intención de convertirlo en un auto de carreras.

La ansiedad del grupo es desbordante, pero también comprensible: Fangio tendrá su primera experiencia como automovilista de competición, secundado por Gilberto Bianculli, y si algo impulsa a los integrantes del equipo es la certeza de que el mecánico es capaz de dominar los vientos que habitan dentro de la velocidad.

El futuro piloto tiene en ese momento 25 años, es el cuarto de seis hermanos del matrimonio formado por Loreto Fangio y Herminia Deramo, y desde muy chico demuestra un gran interés por los trabajos mecánicos.

A los 11 comenzó a trabajar como aprendiz en una herrería y, dos años más tarde, ya era ayudante en una agencia de automóviles. Fue en ese trabajo cuando descubrió los secretos escondidos en cada motor: era capaz de pasarse horas estudiando el ensamble de cada pieza, imaginando su funcionamiento y las posibilidades de mejorarlo para aumentar su rendimiento.

Para la misma época acumulaba sus primeras horas al volante, ya que entre sus funciones laborales debía buscar y reparar piezas de maquinarias agrícolas de los pueblos vecinos, muchas veces recorriendo las rutas hostiles del sudoeste provincial.

Todavía no era adolescente pero ya sabía cómo resolver algunas situaciones inesperadas del camino, como enfrentarse a barro, ripio y zonas anegadas, arreglar problemas técnicos o cambiar cubiertas. Poco tiempo más tarde, quizá como recompensa y estímulo, recibió en parte de sueldo un Overland de cuatro cilindros, su primer vehículo.

A mediados de la década del 30 reúne los suficientes ahorros para abrir su propio taller mecánico en la esquina del Bulevar del Valle y la calle 14, en pleno centro balcarceño. Es justamente dentro de ese galpón, construido con techos de chapa de zinc y piso de tierra, donde Fangio se encuentra cada noche con Bianculli, José Duffard y Francisco Cavalloti para apurar la conversión del taxi en un vehículo apto para competición.

Hay un objetivo específico detrás de los acelerados preparativos: el joven está inscripto para participar por primera vez como corredor profesional en el denominado “Circuito Juárez”, un trazado con forma triangular ubicado en las afueras de la localidad de Benito Juárez, cerca del actual acceso de la Ruta 3, a unos 290 kilómetros de Bahía Blanca.

Se trata de dos carreras, en las que participarán otros 22 competidores: la mayoría de Juárez, aunque también está comprometida la presencia de pilotos de Adolfo Gonzales Chaves, Tres Arroyos, Necochea, Quequén, Olavarría, San Cayetano, Coronel Bunge, Las Flores y Tedín Uriburu. En el primer turno correrán los conductores de los Ford T. En el segundo, los pilotos de Ford A.

La prueba, programada para el 11 de octubre, debió suspenderse durante dos fines de semana consecutivos a causa de las lluvias. Pero parece que finalmente se correrá el domingo 25, según anticipan quienes conocen los vaivenes del clima primaveral en la región. La demora, sin embargo, resulta útil para Fangio, quien sigue trabajando para mejorar la performance del auto, ahora pintado completamente de azul y con un visible número 19 blanco al frente y a los costados.

Todos en el taller saben que el asunto de la carrera debe mantenerse en secreto, para que los padres del mecánico no se enteren de su participación e intenten impedírselo por un lógico temor a la posibilidad de un accidente. Es el mismo motivo por el que no sólo prueban furtivamente el auto por las noches sino por el que está anotado para competir bajo el seudónimo “Rivadavia”, el nombre del club en el que juega al fútbol como insider derecho en la liga de su ciudad y con el que salió campeón el año anterior.

Llega el día de la carrera, a pleno sol. Más de seis mil vecinos de Benito Juárez y los pueblos cercanos se acercan desde temprano hasta el circuito, dispuestos a pagar los 30 centavos de la entrada para disfrutar del espectáculo, que comenzará a las 13. Es la primera competencia de autos en la zona y nadie quiere perdérselo, ni siquiera la posteridad.

Ahí están, entre la multitud, Alfredo Saintout y Nicolás Pifano, quienes registran con una cámara diferentes instancias de la prueba para dejar un documento fílmico invaluable que hoy forma parte del documental Pioneros de la velocidad.

Las imágenes, disponibles en YouTube, permiten observar el intrépido paso de los autos, levantando nubes de tierra que tapan al público, que acompaña a cada uno de los pilotos a lo largo de la traza del circuito juarense.

En las pruebas de clasificación de los Ford A, Fangio y Bianculli quedan séptimos entre 18 participantes por lo que son ubicados en la segunda fila, ya que la largada se organiza en grupos de a cuatro autos. La carrera, según estipularon los organizadores, es al mejor de 25 vueltas, con un premio de $ 1.000 y una medalla de oro para el ganador, $ 500 y una copa para el segundo lugar, y $ 250 pesos y una batería para el tercero.

Poco después de la señal de largada se produce una tragedia. "En los primeros momentos, un auto me pasó, se abrió, se llevó una alcantarilla por delante y pasó dando vueltas por el aire", contaría Fangio. El vehículo que menciona era piloteado por Juan Estayno, con Armando Tesone de copiloto, quien fallece como consecuencia de los golpes recibidos en el impacto.

Para sorpresa de muchos la prueba no se suspende.

En medio de la polvareda, que prácticamente impede observar lo que se sucede metros más adelante, Juan Manuel Fangio cambia de estrategia a las pocas vueltas: deja de cuidar su posición inicial, acelera hasta superar a algunos competidores y se ubica tercero, detrás de Umbro Grimozzi y El Marqués de la Maire.

El piloto de Balcarce logra mantener su nueva ubicación, a pesar de los intentos por superarlo de Raúl Berini y Juan Faré, sus inmediatos perseguidores. Si bien parece que ya no será posible alcanzar a los punteros, la perspectiva de completar la carrera en el tercer puesto empieza a parecer una buena alternativa.

Pero cuando se cumple la vigesimotercera vuelta, el número 19 se queda inesperadamente sin aceite, funde un cojinete de biela y debe abandonar la competencia, a sólo dos giros del final.

La decepción es grande. No sólo por la posibilidad perdida sino también porque ahora deberá explicarle la rotura al dueño del taxi, que se lo prestó por unos días, a cambio de que le fuera devuelto en perfectas condiciones.

Pocos instantes después la bandera a cuadros cae sobre el auto de El Marques de la Maire, seguido por Umbro Grimozzi, Faré y Berini. Pero Fangio y Bianculli prefieren no verlos y seguir empujando su auto para retirarlo de la pista.

Sin embargo, la alegría del vencedor dura poco: es denunciado por supuestas anomalías en el motor de su auto y la entrega del premio queda en suspenso, al menos hasta que se investiguen los detalles de la acusación, que también alcanza al corredor que logró el segundo puesto.

“Sospechaba que esos dos autos estaban tocados, o sea fuera de reglamento, porque el sábado mientras ensayábamos, un Ford me pasó muy fácilmente y eso que nuestro auto tenía una carrocería alivianada que le habíamos hecho especialmente”, recordaría Fangio, muchos años más tarde.

Un severo comunicado anuncia días después de la carrera que "reunidos los miembros de la Comisión Organizadora (...) considerando el informe de los técnicos asesores nombrados para la revisación de los coches (…) se resuelve declarar desiertos los premios en la carrera de Ford A".

La decisión, como es previsible, no conforma al resto de los corredores, por lo que se inicióa una larga polémica en los medios, hasta que finalmente se declara vencedor a Faré, el tercero de la carrera. Es fácil conjeturar que, si no hubiera sufrido el problema de aceite, el premio hubiera quedado en manos del corredor inscripto como “Rivadavia”.

Pese a la frustración inicial, la insistencia de sus compañeros lo decide a participar en otras carreras zonales, como en Gonzales Chaves y Tres Arroyos, ya con su verdadero apellido. Las experiencias logradas en esas duras pruebas sobre los caminos bonaerenses lo impulsaron a probarse como piloto oficial de Turismo Carretera para la temporada 1938, a bordo de una cupé Chevrolet.

Durante los siguientes 12 años Fangio se convierte en uno de los mejores pilotos de competición nacional, logrando dos títulos de TC y 22 podios en diferentes circuitos ruteros del país, muchos con etapas en localidades del sudoeste bonaerense.

El historial permite comprobar el paso de Fangio por la región durante el Premio 250 Millas (Tres Arroyos, 1938), el Gran Premio Extraordinario (Bahía Blanca, 1939), las Mil Millas (Bahía Blanca, 1939-40-41-47-49), el Gran Premio del Sur (Bahía Blanca, 1942), el Circuito Mar y Sierras (Coronel Pringles, 1942), la Doble Vuelta de la Ventana (Sierra de la Ventana-Coronel Pringles-Coronel Suárez-Tornquist-Bahía Blanca, 1947), el Premio Doble Vuelta Coronel Pringles (Pringles-Carhué-Pigüé-Tornquist, 1948) y el Gran Premio República (Bahía Blanca, 1949).

Pero ni siquiera con semejante trayectoria era posible imaginarse que aquel joven piloto estaba por alumbrar una carrera deportiva extraordinaria a nivel mundial, que incluiría cinco campeonatos de Fórmula 1 en los siguientes ocho años, una marca que recién pudo ser superada en 2003 por el alemán Michael Schumacher.

Juan Manuel Fangio fue, sin dudas, el mejor argentino al volante de todos los tiempos. Pero los títulos, los homenajes y la fama no lo hicieron olvidar de sus comienzos humildes en el taller de Balcarce, cuando por las noches se encerraba a ajustar el motor de un taxi prestado para que corriera más rápido.

Posiblemente por eso jamás se permitió un gesto de superioridad. Ni tampoco quiso ocupar el lugar de un consejero, simplemente porque no se creía un elegido. Prefería, en cambio, contar de vez en cuando algunas anécdotas de sus años intrépidos, siempre con una sonrisa tímida.

“Soy famoso en el exterior porque mi nombre es fácil de pronunciar en todos los idiomas”, se limitaba a señalar cuando alguien le preguntaba cómo percibía su propia leyenda.