Desolación e incertidumbre para un complejo que cumple 120 años
Pasaron más de dos décadas desde que el frigorífico Sansinena-CAP Cuatreros, dejara de operar, cerrando una historia centenaria en el mercado de la carne y en la elaboración de productos alimenticios.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Recorrer hoy el complejo genera una sensación de tristeza, desolación y asombro.
Distribuidos sus trece edificios en medio de un parque que ha crecido de manera anárquica, las instalaciones dan cuenta de la importancia que ha tenido un lugar que llegó a ocupar 1.200 personas.
El abandonado chalet que fuera residencia del gerente, carros y herramientas oxidadas, locales vandalizados, vidrios rotos, restos de calderas, una vieja locomotora.
Todo es signo de abandono y olvido.
Entre los añosos árboles, el canto de los pájaros se ha adueñado del sitio y el ruido del agua, en una laguna que ha formado el surgente, van apareciendo los edificios, un par de ellos de más de cuatro pisos, verdaderas moles industriales, muestra del poderío que tuvo una empresa que se contó entre las más poderosas del país en su rubro.
El esfuerzo de pocos
Un grupo de vecinos de General Daniel Cerri, juntos a docentes de cursos que dicta la Universidad Nacional del Sur en convenio con el PAMI, están desde hace algunos años dedicados a buscar alternativas para recuperar esas instalaciones y encontrar posibles usos.
Para eso organizan reuniones con funcionarios, convocan a profesionales y han logrado que en el Senado bonaerense tenga un pedido para que el lugar sea declarado patrimonio histórico, cultural e industrial.
“Acaso ese sea el avance más relevante, aunque todavía no obtuvimos la declaratoria. Lo mismo esperamos que se haga a nivel comunal, aunque tampoco tenemos demasiadas respuestas”, señaló Omar Staltari, uno de los referentes en la búsqueda de una salida para el lugar.
Desde el Colegio de Arquitectos se elevó, en 2021, una nota al municipio solicitando realice un relevamiento de las instalaciones y considere la factibilidad de su compra con fondos propios, de la provincia y de la nación. También planteó la importancia de analizar posibles usos, sea para actividades comunitarias ó desarrollos industriales o comerciales.
El lugar es propiedad de Prensadora Quilmes, que lo adquirió en 2005, pagando 861 mil dólares. A la fecha, salvo consultas informales a las dos inmobiliarias que lo tienen en venta, no ha habido interesados en el complejo, el cual está valuado en 5 millones de dólares.
A 120 años de su habilitación, los 55 mil metros cuadrados cubiertos emplazados en un predio de 2.200 hectáreas siguen sin encontrar su destino y el paso del tiempo juega a favor de su cada vez peor estado, sin que surjan acciones que ayuden a modificar este presente.
La fiesta de 1903
Gastón Simón Sansinena abrió su primera fábrica-saladero en 1883, a orillas del Riachuelo.
En 1900 la empresa había sido adquirida por Ernesto Tornquist y Pedro Luro, quienes decidieron montar un frigorífico en la zona de Bahía Blanca. La elección del lugar se facilitó porque Tornquist era propietario de más de 2 mil hectáreas en Cuatreros y porque el ingeniero Luis Huergo, especialista en la materia, dio el visto bueno a esa ubicación con salida al mar.
“El frigorífico abre nuevos horizontes a la industria ganadera del sud, castigada atrozmente por los fuertes tributos que exige el ferrocarril para transportar su hacienda al mercado de Buenos Aires, único abierto a esa clase de operaciones”, refirió este diario al conocer la noticia de su instalación.
El domingo primero de octubre de 1903 fue la inauguración. Los más de cien invitados tomaron un tren hasta el Puerto en la Estación Sud y de allí embarcaron al muelle del frigorífico, donde los esperaba una pequeña locomotora con vagones.
Luego de recorrer las instalaciones hubo una almuerzo que incluyó canapés de caviar, jambón en Belle Vue, Potage a la Celestine y Petit pois a la Rostchild, todo regado con vinos Rhin, Chambertin, Pomery y cerveza.
“Esta obra nos habla al alma, un monumento a la industria que da vida y nervio y es poderoso impulso a nuestra ciudad y la región entera”, se dijo.
Tenía por delante una historia de vaivenes políticos y económicos constantes que fueron llevando al complejo al final menos deseado.
Cosas sueltas
--Sansinena llegó a tener sucursales en Londres, París, Liverpool, Santos, Le Havre y Dunkerque. También su propio tango para piano compuesto por Enrique Delfino.
--La marca que elaboraba era La Negra, y el logo el rostro de una mujer negra de perfil, con su cabello atado primero y luego con un pañuelo rojo de lunares blancos y un aro con la letra S.
--La Corporación Argentina de Productores (CAP) adquirió la empresa en la década del 40. En los 70 decidió cerrar el frigorífico de Avellaneda, lo cual benefició a la planta de Cuatreros e incorporó la fabricación de corned beef, paté de foie, picadillo de carne y jamón del diablo, entre otros.
--En 1996 la firma fue adquirida por Translink SA, que presentó quiebra en 2000. En 2001, Miguel Pío Uriburu registró la marca y la empezó a operar en 2004.
--En Bahía Blanca el frigorífico llegó a manejar una importante cadena de carnicerías, ubicadas en el centro y en los barrios, todas decoradas tipo boutique, profusamente iluminadas y adecuadas.
--También eran famosos y requeridos los libros que publicaba con el título de “Mil fórmulas de cocina La Negra”, que cada año sacaba una nueva edición.