Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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La confianza quebrada

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   Cuando en una placa radiográfica se advierte una fractura, se puede decir técnicamente que es la pérdida de continuidad normal de la sustancia ósea; es una imagen real y dolorosa traducida en ese espacio vacío, interrumpido. Un “hueso roto” demanda reposo acompañado por la incertidumbre de las secuelas en un futuro no muy lejano.

   ¿La confianza es un proceso que se construye? ¿Hay distintos niveles? ¿Una vez quebrada se puede reparar?

   Según el diccionario de la Real Academia Española, confianza es “la esperanza firme que se tiene de algo o alguien” y “la seguridad que alguien tiene en sí mismo”. Para la Psicología es una teoría o hipótesis y está en íntima relación con las conductas de las otras personas. La confianza se va construyendo como tantos otros procesos. La conducta contraria es la desconfianza y habitualmente se emplea el vocablo confianza en frases tales como “abuso de confianza”, “voto de confianza”, “confianza ciega”, o tantas otras como te puedas imaginar.

   Obviamente “se transita por la vida” con un cierto nivel de confianza: confiamos en los alimentos que consumimos, en el chofer que maneja un transporte público, en el médico que da un diagnóstico, e infinitos ejemplos, muchos de ellos sin dudas se asocian a la desconfianza.

   Ciertamente, personas con características fóbicas, experimentan un miedo excesivo, no confían en quienes los rodean, el entorno es “poco confiable”, huyen de toda indicio de peligro, se aíslan y rara vez asumen algún riesgo, los seres desconfiados viven acosados por el temor y la incertidumbre.

   Si bien distintas investigaciones demuestran que hay diferentes niveles de confianza, que la oxitocina opera elevando los niveles de la misma, confiar en algo o en alguien es un proceso de construcción continua y comienza desde el inicio de la vida. Eric Ericsson sostenía que un niño que crece en un clima de afecto desarrolla una visión del mundo como un lugar predecible y seguro.

   Vale la metáfora de la fractura ósea, puesto que en ocasiones la confianza presenta fisuras, quiebres; como en todo proceso las características del mismo son continuidad y discontinuidad, y ya sea discontinuidad en el tejido óseo, en una relación, en un proyecto o en aquello en lo cual se depositó la confianza, la ruptura es una imagen dolorosa, compatible con ese “ese espacio vacío”, con ese tejido que hay que restablecer; quien daña ocasiona la ruptura de la confianza, fractura una relación, una institución, también una sociedad.

  Recobrar, reconstruir la confianza es difícil, no hay una receta y depende cada situación, de la intensidad de la ruptura y de los actores involucrados. El dolor, la decepción es proporcional al tipo de vínculo, a las expectativas depositadas en el otro o en el escenario.

   No asumir el papel de víctima y más allá de la decepción entender que el mundo no se derrumbó y que aún hay muchos aspectos y personas valiosas alivia el dolor. Es un error destinar tiempo y energía en administrar castigos, pues el eje debe estar en la propia recuperación para poder continuar la marcha, tal vez se requiera de un “bastón o muleta” para dar cierto pasos y concentrarse en seres valiosos que pueden ofrecer ese apoyo.

   Revisar la propia vida, sacarle una foto al alma con un equipo de rayos X seguramente nos hará advertir que la sanación llegó aunque la marca de la fractura siempre queda presente, pero entender hay personas y situaciones que nos marcan, que nos cambian, que nos mejoran, dará impulso para ir hacia adelante.