Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Balcones al cielo en Bahía Blanca: cuando sentimientos e historia se entrecruzan 

Nuestra ciudad cuenta con cientos de edificios que muestran maravillas artísticas en sus pisos altos y permiten adivinar ornamentos, Atlas y Cariátides, rostros de niños, ángeles, mujeres, animales y leyendas.

Esa curiosidad de espiar en las alturas permite, además, encontrar elementos constructivos que llaman la atención, que resulta difícil entender su función. Aquí, en Castelli al 300. / Fotos: Pablo Presti-La Nueva.

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   “No se recuerda qué necesidad u orden o deseo impulsó a los fundadores a dar esta forma a su ciudad. Y por eso no se sabe si quedaron satisfechos con la ciudad tal como hoy la vemos, crecida quizá por superposiciones sucesivas del primero y por siempre indescifrable diseño”. Italo Calvino 

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   Se dice, con razón, que existe una manera de caminar la ciudad que permite descubrir la estética de otra ciudad, definida por una arquitectura que ha sido borrada a la altura de la visual del caminante pero que se manifiesta de manera distinta en los pisos superiores, con partes radicalmente distintas, que no se han visto afectadas o contaminadas con cartelería o reformas y porque el tratamiento dado a un edificio distinguía de manera clara un tratamiento diferencia para el basamento, otro para el desarrollo en altura y uno especial para el remate.

   Bahía Blanca cuenta con cientos de edificios que muestran maravillas artísticas en sus pisos altos y permiten adivinar ornamentos, Atlas y Cariátides, rostros de niños, ángeles, mujeres, animales y leyendas.

   Esa curiosidad de espiar en las alturas permite, además, encontrar elementos constructivos que llaman la atención, que resulta difícil entender su función.

   Uno de esos componentes son ciertas cornisas, exageradas en su dimensión, en extensos voladizos, que parecen viseras que protegen al edificio de un sol imaginario. Refieren, en realidad, una obra inconclusa.

Zapiola al 200.

   Es el componente de una construcción jamás concretada, parte de los balcones de una planta alta que nunca logró hacerse realidad.

   Ese pequeño voladizo se dejaba preparado para después armar el balcón, sin tener que romper lo construido. Perfiles de hierro volaban hacia el frente, sosteniendo la mampostería que formaba la pieza.

   El escritor, poeta y ensayista Ezequiel Martínez Estrada, quien residió en nuestra ciudad, define con precisión este detalle constructivo en las páginas de su Radiografía de la pampa.

   “Las casas preparadas para altos tiene casi siempre el balcón por cornisamiento. Es el balcón de una sala superior que todavía no existe, semejante al cuadrilátero de tierra que se deja para mejores tiempos al frente de las viviendas humildes”, detalla.

Villarino al 300.

   La idea final del propietario estaba pensada en etapas, cuando sus recursos le permitieran seguir creciendo con la obra.

   Mientras tanto “ese trozo de segundo piso al frente, ese balcón al cielo, oprime con su peso inexistente, la casa”.

   No deja de ser —describe Estrada— “un piso imaginario; una aspiración”, pero también “un agujero en el que se van echando muchas cosas útiles a la vida para taparlo”.

   Ese voladizo puede convertirse con el tiempo en “fantasmas de ideales”, si la ampliación no logra hacerse realidad. Pero también puede suceder que ese anhelo se logre.

   “Puede haber costado diez o veinte años de sacrificios, de esclavitud a la ambición. El padre de familia es ahora feliz; su casa en vez de un piso tiene dos”, apunta Estrada.

Estomba al 400.

   Y agrega: “En otros casos, no lo han logrado y muchas veces hay que demoler la casa antes de que se los haya construido”.

   Allí está, entonces, la justificación de esas cornisas que sobrevuelan como muñones los muros de planta baja. En algunos casos, su función aparece con claridad porque se ha construido el balcón completo.

   Están ahí, enigmáticos. No siempre como símbolo de un fracaso o de una frustración, sino parte de una ambición incumplida, acaso trocada por otra que, también, fue capaz de brindar felicidad a sus habitantes.