Bahía Blanca | Martes, 07 de mayo

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Análisis: la gloria de Messi, y el llanto de todos los argentinos

La Selección vuelve a ser Campeón del Mundo luego de 36 años. El partido fue una batalla épica, donde el equipo de Lionel Scaloni pasó por todos los estados de ánimo.

   “Nacimos para sufir; y vamos a sufrir toda la vida…”.

   Rodrigo de Paul resumió en una simple frase el pensamiento de millones y millones de argentinos. El corazón explotado, las gargantas hinchadas y la voz que se extinguió con los gritos de felicidad al finalizar la tanda de penales. Porque si no es con sufrimiento no vale.

   Argentina vuelve a ser Campeón del Mundo luego de 36 años. En un partido que fue una batalla épica, donde el equipo de Lionel Scaloni pasó por todos los estados de ánimo. El cierre tenía que ser con la sonrisa de Lionel Messi, los ojos clavados en el sector de la tribuna donde estaba su familia y los labios pronunciando dos palabra cortitas y punzantes que serán parte de su legado más preciado: "Ya está, ya está....".

   Messi se metió en la historia grande del fútbol mundial. Era reconocido por todos sus logros y su vigente presente, marcando diferencias a los 35 años, pero le faltaba colgarse esa medalla de campeón y levantar la copa que muchas veces se resiste en llegar hasta las manos de los mejores.

   A la "Pulga" le costó cinco mundiales e innumerables contratiempos. No fue en el 2014 porque el destino le tenía preparada otra sorpresa; soportó lo de Rusia con hidalguía y se contagió de un grupo humano y humilde de jóvenes jugadores que lo hicieron sentir único y lo defendieron en cada corrida, en cada trabada, en cada asistencia y en cada festejo de gol.

   Messi por fin se abrazó a la copa, la besó y se la dedicó a todos los argentinos, como lo soñó tantas veces. 

   Claro que también es admirable lo de Enzo Fernández, elegido el mejor del partido ante Francia; lo de Ángel Di María, recuperando la frescura que volvió locos a todos los franceses en el primer tiempo. Por su lado, el perfil que mejor le sienta, hizo estragos y se ganó la ovación cuando lo reemplazaron.

   Por el "Dibu" Martínez, determinante en los penales y en ese mano a mano del final que paralizó muchos corazones -alguno hasta se habrá infartado-, por Rodrigo De Paul con ese permanente derroche de energías, por Alexis Mac Allister que se agigantó en las difíciles y por Julián Álvarez, que los corrió a todos y no se guardó nada.

   También por los bahienses Lautaro Martínez y Germán Pezzella, que aportaron su granito de arena aprovechando cada instante de su estadía en cancha, por los gladiadores de la defensa y los centrales (Romero y Otamendi) que impusieron presencia y se jugaron la vida en cada mano a mano.

   Por todos y cada uno de los 26 integrantes de un plantel que con mucha inteligencia supo guiar Lionel Scaloni con su cuerpo de jóvenes técnicos -Aimar, Samuel y Ayala- para asumir un desafío grandioso. Sacaron chapa en la adversidad para tocar la gloria con las manos: primero ganando la Copa América en Brasil y luego la que todos los argentinos añoraban.

   El camino no fue sencillo: del resbalón inicial ante Arabia Saudita, que sirvió para corregir, a un lento y progresivo crecimiento que se manifestó con México, Polonia, Australia, Países Bajos -en esa tanda de penales emocionante- y Croacia. 

   Y una final fue para el infarto. Lo ganaba con los goles de Messi y Di María en un primer tiempo brillante, de los mejores en finales mundiales de los últimos años. El equipo, literalmente, borró de la cancha a Francia y le marcó el camino de cómo se debe jugar un partido decisivo.

   Pero los galos eran los últimos campeones y supieron reinventarse con los cambios. En los minutos finales sacaron conejos de la galera y aprovecharon que el goleador del la Copa, Mbappé, también es jugador de otra galaxia.

   Se sufrió en el suplementario y cuando parecía sellada la victoria -el rebote de Lloris, tras el remate de Lautaro, que Messi convirtió en gol- otra vez un penal en contra que le puso suspenso a la definición.

   Desde los doce pasos Argentina demostró personalidad, pateadores seguros y un arquero gigante que nos hizo revolcar de alegría.

   "Cachete" Montiel decretó el triunfo con un tiro esquinado al palo derecho y las 35 mil almas presentes en el estadio Luisal de Qatar, que alentaron a la Selección durante todo el partido, explotaron en un abrazo interminable...

   La fiesta terminó siendo completa. Argentina conquistó su tercera corona mundialista y Lionel Messi alcanzó merecidamente el calificativo de rey del fútbol mundial.