Bahía Blanca | Domingo, 28 de abril

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La expulsión del cónsul norteamericano

En esta tercera y última entrega revisaremos la huella del agente consular de los Estados Unidos en Buenos Aires, Thomas Halsey.

   A fines de agosto de 1817 el cónsul de los Estados Unidos, consustanciado con el sector federalista liderado por Manuel Dorrego, visita a José Artigas en su campamento de Purificación. Halsey retorna a Buenos Aires con muchas patentes de corso impresas en el periódico La Crónica Argentina en el que escribía Dorrego y firmadas y selladas en blanco. Lauren Benton, investigador de la Universidad de Nueva York, comenta aquella reunión: “En un esfuerzo por incrementar los ataques corsarios a barcos portugueses, Artigas suministró unas patentes en blanco a Thomas Lloyd Halsey, cónsul de los Estados Unidos en Buenos Aires, quien lo había visitado en Purificación. 

   Artigas claramente anticipaba y esperaba que Halsey repartiera las patentes a marineros estadounidenses, ampliando así el impacto del apoyo de la Provincia Oriental a los corsarios en el Atlántico. Junto con las patentes de corso, Artigas le dio a Halsey una carta para el presidente James Monroe, redactada como una comunicación de un jefe de Estado a otro”.

Artigas se escribe con Monroe

   La significativa carta de Artigas al presidente de los Estados Unidos fechada en septiembre de 1817 y el hecho de que el cónsul de ese país fuera un agente artiguista, no son los únicos elementos que ponen en juego el perfil de Artigas como jefe de un gobierno independiente en el terreno de la política exterior. Vale resaltar también que Artigas, intentando validar con garantía legal a sus muy variados corsarios, a fines de 1817 gestionó el reconocimiento de su bandera ante las autoridades de Chile. 

   Tan es así que 20 de diciembre el ministro francés en Río de Janeiro, coronel Maler, informó al duque de Richelieu −ministro de Asuntos extranjeros de Luis XVIII− que Artigas había enviado un diplomático ante el general Bernardo O’Higgins “a fin de que las presas de sus corsarios fueran aceptadas en los puertos chilenos”.

   “En la misma época -acota Alberto Umpiérrez a quien citamos en nuestra entrega anterior−, el referido influyente escritor Mr. Henry Marie Brackenridge, junto al comodoro David Porter, son enviados en Comisión diplomática al Río de la Plata, a los efectos de tomar conocimiento directo de la situación, preparar el camino para el reconocimiento de la independencia de aquellos países de Sudamérica que estén dispuestos a establecer gobiernos conformes al nuestro” −republicano y federal− e informar al presidente James Monroe. 

   Sus memorias quedaron escritas en el libro “Voyage to South America”, que fue publicado en Baltimore en 1819 logrando buen suceso. Umpiérrez acota: “Muy entusiasmado y totalmente involucrado con la causa artiguista, el cónsul norteamericano superó los límites impuestos por el protocolo diplomático, causando la reacción iracunda del Director Supremo Pueyrredón” que, el 31 de enero de 1818, ofició una enfática nota dirigida al presidente de los Estados Unidos, James Monroe.

Fuerte cruce diplomático

   Junto con Halsey también fue desterrado Mateo Vidal que, recordémoslo, mantenía a Artigas informado sobre la situación en el Brasil y, además, le había requerido también al oriental que expidiera más patentes de corso. 

   De cualquier modo, las tareas de reclutamiento y el comienzo de actividades de los corsarios artiguistas a lo largo y ancho del Atlántico ya eran una empresa en marcha y sin retorno: aquello que brindaba a Artigas la posibilidad de enfrentar a sus enemigos en otras partes del mundo, cortar sus provisiones e incluso tomar presos, brindaba a los navieros y marinos convertidos en corsarios una fuente de excelentes negocios aunque para ello exhibieran la bandera celeste y blanca de las Provincias Unidas con la banda roja en diagonal que identificaba a la Liga de los Pueblos Libres, que carecía de organización institucional, congreso, diputaciones e, incluso, unidad militar. 

   Lo curioso es que el plan siguió adelante incluso cuando la ocupación portuguesa había tomado el dominio de todos los puertos de la Provincia Oriental y la Liga Federal se limitaba a la Mesopotamia y Santa Fe, ocupando algunas zonas del norte de la campiña oriental. 

   Más notable aún es que la bandera tricolor siguió siendo utilizada por marinos de Baltimore después de la derrota de Artigas, en 1821.

Artigas se entiende con O’Higgins

   Mencionemos, por último, que el entrecruzamiento de marinos corsarios se produjo también entre la Banda Oriental y Chile. 

   Es el caso del capitán Pedro Dunant y su armador y socio, un francés de apellido Fourier, que obtuvieron patente de corso artiguista para una nave denominada María –otorgada por el ex jefe militar y civil de Montevideo Manuel Barreiro, el representante de Artigas−, con la cual atacaron la navegación mercante española y portuguesa hasta 1820. 

   Después de lograda la liberación de Chile por las fuerzas combinadas de San Martín y O’Higgins, esta y otra nave con los mismos títulos de propiedad, llamada Congreso, fueron acreditadas como corsarias al servicio del país trasandino. 

   El joven gobierno de O’Higgins, por su lado, el 20 de noviembre de 1817 aprobó un reglamento provisional de corso, cuyo texto era una reproducción casi idéntica del dictado en las Provincias Unidas el 15 de mayo del mismo año.

La huella de Halsey

   La huella de Halsey merece seguirse. A pesar de las gestiones en su favor que hicieron los senadores de Rhode Island −su estado de origen− perdió definitivamente su puesto como cónsul: el secretario de Estado John Quincy Adams se negó a conceder su reincorporación. 

   En sus Memorias comentó que Halsey “se había hecho tan molesto para el gobierno de Buenos Aires como lo había sido para el suyo”.

   Diremos de él que, además de este posicionamiento político que le valió ser el primer representante extranjero expulsado de las Provincias Unidas, cuenta con un mérito por el que merece recordárselo: según estudios del especialista en historia agraria Horacio Giberti, el cónsul fue el introductor del ganado merino en las pampas, cuando, en 1813 importó unas cien ovejas con las que instaló una cabaña de cría en la zona de Morón, que llegó a mil cabezas. Míster Halsey hizo buenos negocios en estas tierras y fue pionero en un rubro que permitirá a muchos estancieros amasar grandes riquezas aunque, según parece, a su espíritu emprendedor y aventurero no siempre lo acompañó la diosa fortuna.

Carta del director Pueyrredón al presidente Monroe

   Excelentísimo Señor Presidente de los Estados Unidos de América, Mr. James Monroe:

   Desviándose del objeto de su comisión el cónsul de esos Estados en estas Provincias Don Tomás Halsey y tocando los extremos del abuso, no ha trepidado en favorecer los conatos insidiosos de los díscolos y perturbadores del orden público.

   Un acto de mi prudencia, lejos de contenerlo, le abrió un campo más franco a sus ideas. Aun con el jefe de los anarquistas, don José Artigas, entró en convenios sobre corso, que debían forzosamente comprometer a estas provincias de mi mando con el resto de las Naciones.

   Ha sido tanta la repetición de hechos por parte del cónsul Halsey contrarios al sistema de las Provincias, que al fin me vi precisado a pasarle orden en siete del corriente, para que en el preciso término de veinticuatro horas se trasladase a cualquiera de los buques existentes en las balizas, arreglase allí sus negocios, y regresase a su País, o al punto que más le acomodase fuera de este territorio.