Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Antes de los secuestros: la tarde que Puccio fue campeón en Bahía

En septiembre de 1979, los equipos de Buenos Aires y Rosario definieron el Campeonato Argentino en la cancha del Parque de Mayo. Nadie imaginaba que, pocos años después, uno de los wings del equipo ganador lograría una siniestra notoriedad.

Archivo La Nueva.

Por Mariano Buren / elpais@lanueva.com

 

   "Los representativos de Buenos Aires y Rosario definirán esta tarde a partir de las 16 en el escenario de Alem y Florida el campeonato argentino de rugby cuya instancia semifinal se cumplió en la víspera en el estadio de Campo Sarmiento en la Base Naval de Puerto Belgrano.

   "Esta confrontación ha despertado singular expectativa pues amén de consagrar al ganador del certamen podrá verse en acción a jugadores de jerarquía que integran ambos equipos. Como preliminar y a partir de las 14.30 jugarán Bahía Blanca y Mendoza, por el tercer puesto", anunciaba La Nueva Provincia en su edición del domingo 16 de septiembre de 1979.

   Aunque el ambiente del rugby descontaba la victoria de Las Águilas -tal como se conoce al seleccionado de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA)- sobre Los Ñandúes rosarinos, el redactor del artículo acertaba al remarcar que el partido previsto para esa tarde en el Parque de Mayo ofrecía como mayor atractivo la posibilidad de ver de cerca a muchos de los mejores jugadores de los clubes porteños y del Gran Buenos Aires.

   Bastaba con repasar la formación anunciada para confirmarlo.

   El equipo estaría integrado por Fernando Argerich (SIC); Carlos Ramallo (SIC), Gonzalo Beccar Varela (CASI), Carlos Jacobi (Alumni), Alejandro Puccio (CASI); Guillermo Sanguinetti (CUBA) y Andrés Nicholson (CASI); Eduardo García Teran (Newman), Mario Negri (Alumni) y Miguel Glastra (SIC); Buenaventura Mínguez (SIC) y Carlos Bottarini (Los Matreros); Pablo Devoto (CASI), Jaime Sartori (Pueyrredón) y Rodolfo Ventura (Newman).

   Con algunos retoques, se trataba prácticamente de la misma alineación que el día anterior le había ganado 19-6 al Combinado de Cuyo en una de las semifinales, confirmando la amplia superioridad que había mostrado a lo largo del torneo: en las instancias preliminares, Las Águilas habían eliminado sucesivamente a la Selección Austral (91-3), Chubut (29-0) y Córdoba (23-14).

   El partido final del XXXV Campeonato Argentino se disputó bajo la lluvia, pero el detalle no impidió que se tratara de "un encuentro agradable, con gran ritmo y tratando de atacar siempre por medio de los backs, pudiéndose observar jugadas de gran calidad", según detalló la crónica de este diario.

   Si bien en la primera mitad del partido Rosario "marcó con acierto" los ataques del conjunto de la URBA e incluso logró convertir dos tries a través de Pablo Nogués para llegar al entretiempo con un 16-8 en contra que aún le permitía mantener sus aspiraciones de un triunfo, la segunda parte del juego "fue completamente diferente, ya que se hizo más notorio el dominio capitalino en todas las formaciones".

   La superioridad física y la experiencia de los jugadores de Buenos Aires precipitaron el desenlace: en poco más de media hora anotaron otros 31 puntos, con momentos de una contundencia abrumadora.

   El encuentro finalizó con un resultado de 47-8, con tries de Negri (2), Mínguez (2), Glastra y García Terán, además de las conversiones de Beccar Varela (3) y Sanguinetti (2), y de un drop de Sanguinetti, posibilitando que Las Águilas lograran en Bahía Blanca el 14º título consecutivo en el Argentino.

   La crónica del periodista encargado de la cobertura en el Parque destacó en ese sentido las performances de Bottarini y Mínguez ("Se adueñaron de los lines"), Argerich ("Muy seguro en defensa"), Sanguinetti ("Actuación descollante") y Negri y Glastra ("Gran movilidad y potencia").

   Curiosamente en ninguna parte se menciona la actuación de uno de los jugadores más importantes del equipo campeón. Se trataba de un wing de 20 años que había debutado en 1977 en la primera del CASI, demostrando muy buenas condiciones de velocidad y eficacia para quebrar los ingoales rivales.

   Su llamativo talento logró incluso que, en menos de un año, fuera convocado para sumarse a diferentes planteles de Los Pumas, la selección argentina de rugby, como sucedió durante la gira por Inglaterra, Gales, Irlanda e Italia en octubre de 1978.

   Ese jugador se llamaba Alejandro Rafael Puccio, el mismo que dos años, diez meses y seis días después de su paso por la cancha de Alem y Florida se iba a parar sobre otra esquina -en ese caso de la localidad bonaerense de San Isidro-, con el pretexto de pedirle a un amigo si podía alcanzarlo con el auto hasta un lugar que quedaba a unas pocas cuadras.

    Aquel mediodía del 22 de julio de 1982 el empresario Ricardo Manoukian, integrante de una familia dueña de una cadena de supermercados en la zona norte del conurbano, salió de su oficina para ir a almorzar junto a su familia, en lo que era una rutina invariable de cada semana.

   En medio del trayecto a su casa, Manoukian observó que Puccio -por entonces una de las estrellas del CASI campeón invicto- le hacía señas desde la vereda y decidió detener el vehículo.

   Nadie podía siquiera imaginar que ese simple gesto representaba el comienzo de la sórdida saga del “Clan Puccio”, que durante los siguientes tres años cometió cuatro secuestros extorsivos y tres asesinatos, marcando uno de los capítulos más oscuros de la historia criminal contemporánea.