Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Me vacunaron ¿y ahora?

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   Recuerdo cómo muchos fantasearon que iban a poder elegir como si fuera un menú. Se escuchaba “yo quiero la Pfizer” o “yo quiero cualquiera”. A estas alturas ponemos el brazo para la sea y hasta rezamos una plegaria para lograr tener el esquema completo como si corriéramos una carrera contra el tiempo.

   Pensar y fantasear con recuperar una rutina, espacios, encuentros, abrazos, es una forma de distraerse de toda posibilidad de dolor.

   La pregunta es: me vacunaron ¿y ahora? ¿qué sucede con aquellos que aun estando inmunizados no se atreven a salir a la calle?

   Si bien muchos desean esa vida que tuvieron, es sabido que la respuesta celular tarda más tiempo que la respuesta de los anticuerpos. Según la OMS se necesita que alrededor de un ochenta por ciento de la población esté vacunada para contener la pandemia; así que hagan cálculos, calcular es también un buen elemento distractor.

   Muchos pasos hemos dado pero aún hay incertidumbre, sin dudas el mundo es un gran laboratorio experimental, por lo tanto es esperable que gran cantidad de personas sientan temores.

   Aprendimos que el miedo es un mecanismo adaptativo para enfrentar amenazas, por eso tomamos medidas que ya debieran ser parte del ritual como es el lavado de manos y el uso del tapabocas.

   Incorporamos que el miedo excesivo conduce a tomar medidas innecesarias y hasta inútiles, tal vez algunos continúen limpiando cada objeto comprado en el mercado, algo que resultó agotador.

   El temor, máxime cuando perdimos seres queridos, sigue presente y hasta se incrementa, por eso no es casual que muchos, a pesar de tener un esquema completo, continúen con cuidados a simple vista exagerados.

   Esta pandemia fue y sigue siendo el escenario ideal para que surjan problemas mentales o recrudezcan los existentes.

   No hay dudas de que las medidas nos alteraron pero un miedo irracional, desmesurado y sostenido en el tiempo además de limitarnos es la puerta de entrada para algún tipo de fobia siendo niños, niñas y adultos mayores los más vulnerables.

   Miedo a salir, a ser tocado, a tocar a otro o miedo a tocar a algún objeto son algunas de las secuelas ya visibles. Si tenemos en cuenta que esta experiencia comenzó para nosotros en marzo de 2020 es evidente que estar sometidos a medidas, marchas y contramarchas, incertidumbre y hasta procesos de duelos que generan estrés y ansiedad, no es absurda la aparición de ciertos síntomas.

   El autoexigente tenderá a tocar un picaportes con un pañuelo descartable, colocarle alcohol al carro de compras, pero no hay que perder de vista que el “estilo relajado” que cree que esto ya pasó está presente y con el tapabocas mal puesto. Párrafo aparte para el que se defeca en todo y en todos y no cumple ninguna pauta poniendo en riesgo a una comunidad.

   Así como miramos el fútbol de Europa o la moda podemos dirigir la mirada hacia el aumento de casos, las nuevas olas y dejar a un lado la omnipotencia genéticamente argentina que nos lleva a creer que esto no nos puede pasar. La pandemia continua y el experimento también.