Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Con semáforo intermitente hasta “pasar el invierno”

La columna semanal de Ricardo Salas, corresponsal de La Nueva. en la capital provincial.

Archivo La Nueva.

   Al igual que el año pasado durante la primera ola del COVID-19, el interior bonaerense comenzó a sufrir los efectos de la pandemia más tarde que la región metropolitana del Gran Buenos Aires. Pero, a diferencia de 2020, esta nueva ola de contagios es mucho más rápida que la anterior, lo que hizo que los distritos del interior estén casi en las mismas condiciones que en el AMBA, con sólo algunas semanas de retraso. 

   A esta situación debe sumarse el menor grado de complejidad en la atención sanitaria, lo que ha hecho que muchas ciudades se hayan visto desbordadas. Quizás el caso más conocido es el de Tres Arroyos, donde tuvieron que suspender las clases y bajar a Fase 2. Esa angustiante situación es una muestra de lo que está ocurriendo en otros municipios, donde las derivaciones, en el mejor de los casos, parece ser la única alternativa. 

   Al menos, y al igual que durante la primera ola, la realidad que viven los bonaerenses de tierra adentro se da en momentos en que la situación se estabilizó en el AMBA, y las estadísticas marcan un leve descenso en los contagios y decesos.  

   En paralelo, y mientras se conoció un estudio del Conicet que asegura que la presencialidad escolar aumenta el riesgo de contagios por el aumento de la circulación, otro debate se instaló en este terreno, a partir de las declaraciones del exfutbolista Matías Almeyda, quien señaló días atrás que “quiso comprar vacunas para todos los vecinos de Azul, pero que desde el Gobierno le dijeron que no podía”. 

   Enseguida aparecieron algunos intendentes solicitando la posibilidad de que los propios municipios, incluso algunos privados, puedan acceder a la compra de las vacunas. 
Un escenario poco verosímil, teniendo en cuenta la complejidad del proceso de compra y provisión de vacunas, lo que ha hecho que incluso el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, habilitado para hacerlo y con todos sus recursos, no haya podido aún acceder a las mismas. 

   Por caso, el gobernador Axel Kicillof pidió autorización esta semana a la Legislatura para “iniciar negociaciones y celebrar contratos” para la adquisición de vacunas, en una movida que ya tiene el acuerdo de la oposición parlamentaria pero con requerimiento de “transparencia”. Claro que éste es el primer paso. Luego vienen las negociaciones con los proveedores, la compra, y finalmente el armado de la logística de la llegada de las dosis. 

   En este contexto, y con estas salvedades puntuales, difícil parece que un privado, o un municipio, con la mejor predisposición y voluntad que tengan, puedan acceder a montar todo este operativo. Parece más un intento desesperado por encontrar una salida rápida, que hoy no parece factible. 

   Rápido de cintura política, el jefe de Gabinete, Carlos Bianco, salió públicamente a indicar que ya hay conversaciones y negociaciones con varios laboratorios para adquirir vacunas en las mismas condiciones que el Gobierno nacional. 

   Hace pocos días, el funcionario acusó a la oposición de "inocular con odio", en referencia a los constantes ataques de los referentes de Juntos por el Cambio a las decisiones sanitarias que toman tanto el Gobierno nacional como el bonaerense. 

   Así y mientras todo el arco del Frente de Todos apuesta al plan de vacunación como campaña -por qué no decirlo, también electoral- y especula con que, a partir de junio, se pueda producir en nuestro país la vacuna rusa, desde JxC han decidido desmontar hasta que aclare. 

   El Gobierno tomó medidas para reducir la intensidad de la ola de COVID-19, tratando de impedir el colapso hospitalario. Pero las medidas sociales y económicas parecen insuficientes frente al enorme agravamiento de la crisis social. 

   Para llegar bien al invierno, en las diagonales ya se habla de que “es indispensable lograr disminuir la circulación viral” manteniendo las medidas de cuidado sanitario en la Provincia. Esa sería la hoja de ruta a cumplir después de que terminen las restricciones impuestas por el Gobierno nacional el próximo 21 de mayo. 

   Por lo menos en la provincia de Buenos Aires, -más allá de las chicanas lógicas y de la reaparición pública de la exgobernadora María Eugenia Vidal con críticas a la gestión de Kicillof- el aumento de los contagios, sobre todo en el interior del distrito, donde las clases presenciales no se cortaron, ha hecho que miren de reojo la decisión del alcalde porteño Rodríguez Larreta, de continuar con la presencialidad. Por lo menos hoy, ésa es una bandera política que no arriaron, pero se mantiene a media asta. 

   Mientras tanto la oposición legislativa cruzó con dureza al viceministro de Salud´provincial, Nicolás Kreplak, por afirmar “sin ningún tipo de rigor científico” que “no sería importante cumplir con los plazos de aplicación de la segunda dosis de las vacunas contra el COVID que así lo requieran”. 

   “El verdadero problema es que por mala gestión, ineficiencia e impericia el Gobierno ha impedido que haya stock suficiente de vacunas para inmunizar a los bonaerenses y ahora quieren explicar que todo da lo mismo”, cuestionó el jefe del bloque de diputados de Juntos por el Cambio, Maximiliano Abad. 

   Son cuestionamientos que en el fondo esconden otros intereses, por ejemplo, políticos electorales que poco ayudan frente a una pandemia, donde continúan las restricciones escolares, comerciales y horarias, con un sistema sanitario estresado, pocos testeos y un futuro bastante incierto en el plan de vacunación “a gran escala”.