Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Amor de maestra: hace dedo todos los días 200 km para llegar al aula

Patricia Ibáñez espera cada mañana en una garita de Puan la llegada de algún conductor hospitalario que la arrime hasta Villa Iris, para dar clases en la EP3. Tiene 6 hijos y se recibió a los 49 años. Hay más maestras que hacen dedo en el distrito.

Anahí González Pau
agonzalez@nueva.com


   Patricia Ibáñez tiene 6 hijos, se recibió de maestra a los 49 años y viaja todos los días a Villa Iris, distante unos 100 km de la localidad de Puan -donde vive con su familia- para dar clases a los niños de segundo grado de la EP3.

   De lunes a viernes, se para a las 10 de la mañana en una garita, en la salida de la ciudad, y espera que la hospitalidad de algún conductor o conductora la acerque hasta Villa Iris para ponerse al frente del aula. Allí la espera un grupo de niños de segundo grado, divididos en las denominadas “burbujas”, planteadas estratégicamente para minimizar los riesgos de contagio de Covid-19.

   “A veces tengo suerte y frenan enseguida y van directo a Villa Iris, pero a veces la ruta está tranquila y se hace más difícil”, contó.

   Tiene en total 20 alumnos y alumnas que intercalan su asistencia presencial: una semana asiste un grupo y, a la siguiente, otro.

    Tiene 6 hijos, es oriunda de la localidad de Guernica, en el partido Presidente Perón y fue mamá a los 18 años. En su juventud, no había pensado en ser maestra. De hecho, había dejado de estudiar para trabajar.

   De adulta, terminó la secundaria en Puan. Hasta hace algunos años se dedicaba exclusivamente a la casa, al cuidado de los niños y a la catequesis.

   Al acompañar a sus hijos en las tareas de la escuela empezó a sentirse cómoda con la enseñanza. Además da catequesis en la parroquia local.

   “Cuando empecé a dar catequesis en el aula, ese encuentro con los niños también me gustaba”, contó.

   “Si bien daba religión fui aprendiendo como se daba la tarea, me habitué a esta modalidad y cuando pude hacer la carrera no lo dudé”, dijo.

   Cursó sus estudios en Magisterio en el Instituto Superior María Susana y realizó la residencia en el Instituto Superior de Formación Docente Nº 37 de Darregueira.  Rindió la última materia en diciembre de 2019 y recibió el título en febrero pasado.

    Actualmente vive con su marido, Jorge Fernández, con su hija Salet, de 15 años y Erik, de 28.

   “A veces, cuando ves que el sacrificio de toda la familia es muy grande, lo pensás un poco, pero mi marido me alienta para que siga adelante y mis hijos siempre me apoyaron”, dijo.

   En 2018, también hacía dedo para dar clases en San Germán.

   “La gente es muy amable. Me preguntan: ¿no hay otra forma de llegar?”, comentó.

  “ Les digo que no. No hay un medio de transporte público para movernos en el distrito, ni surgen proyectos para encontrar una solución. No soy la única que hace dedo, somos varias. Vamos a las garitas por turno de llegada. Nos organizamos”, dijo.

   La maestra aseguró que depende mucho de quienes vienen de Bahía Blanca. Sin embargo, por la pandemia, ya no es tanta la movilidad. Además, los camioneros están limitados para llevar personas pro cuestiones legales del seguro.

   “El otro día me tocó estar una hora en Villa Iris y una hora en Bordenave. Llegué a mi casa a las 8 de la noche. A medida que se hace mas tarde pasan menos viajantes y se hace mas complicado”, comentó.

   “No hago toda esta odisea por el salario que gano sino para llevar a cabo lo que estudié: lo decidí de grande y quiero tener la oportunidad de brindar lo que tengo para dar”, expresó.

   El momento de mayor preocupación familiar se da cuando la maestra se queda sin señal en la ruta.

   “Jamás viví una situación de peligro en la ruta. La gente siempre ha sido muy respetuosa”, dijo.

   Hay muchas maestras que viajan con su vehículo por todo el distrito, pero tienen que tener dos cargos, para que uno sostenga el gasto del combustible que genera el viaje.

   “Yo invierto horas y ellas invierten un cargo para cubrir el combustible. No es justo para ninguna”, resaltó.

   “Las personas son muy amables”

   Siempre son distintas personas las que ofrecen el aventón. Historias que Patricia escucha y anécdotas que comparte. De ida y de vuelta.

   A las 17, una compañera que vive en Jacinto Aráuz (La Pampa) la lleva al cruce, a 6 km de la escuela y empieza a hacer dedo para regresar a casa. Sólo los jueves vuelve con una compañera de Puan compartiendo el costo del viaje.

   “Dependo de quienes viene de la Ruta 35, de Bahía Blanca, o de quienes salen de La Pampa y se meten al distrito”, comentó.

   “En 2020 tomé el cargo en Villa Iris, hasta que la Pandemia nos dejó en casa”, dijo.

   Mencionó que fue difícil habituarse a la virtualidad porque el fuerte de la maestra es el aula, el contacto con los chicos y poder ver las reacciones y necesidades bien tangibles.

   “Con tutoriales, videos y videollamadas nunca sabés si es suficiente, si pudiste llegar y si los contenidos estuvieron bien dados, al alcance de sus necesidades”, sostuvo.

   De todos modos, valoró que gracias a las familias, a los chicos y al entorno de la escuela, que se adaptó  con las herramientas que tenía, abruptamente, a esta nueva modalidad, se pudo dar la continuidad pedagógica.

   La familia

   Patricia formó junto a Jorge Fernández una familia siendo muy jóvenes. En 1989, su marido tuvo la posibilidad de trabajar en la obra de cloacas para la empresa Maltería Pampa (Ambev)  y en 1990, se le presenta la posibilidad de trabajar en la misma empresa y así se establecieron juntos en la localidad donde viven desde hace 31 años.

 “Estamos a 700 km de nuestra familia, pero hicimos nuestra propia familia numerosa con 5 hijas mujeres, un hijo varón y dos nietos, una nena y un varón”, contó.

   Débora (31), la mayor de sus hijas, estudia Fonoaudiología, incursionó en política y realiza teletrabajo; Mayra (30) es Diseñadora de Imagen y Sonido egresada de la UBA y trabaja en una productora; Erik (28) es Asesor político y además tiene una pequeña empresa de servicios para mantenimiento del hogar. Por su parte, Marlene (27) tiene un título en Informática, es madre de Ashley y Fermín, empleada de comercio y administrativa en el vacunatorio de Puan; Mailén (20) estudia Ciencias de la Comunicación en la UBA y realiza teletrabajo para Aerolíneas Argentinas. Salet tiene 15 años, está en 4° año de la secundaria y le gusta la fotografía.