Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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A 50 años de la visita de Bobby Fischer a Bahía Blanca

El talentoso Gran Maestro estadounidense se presentó en 1971 en el estadio Norberto Tomás del club Olimpo para disputar 20 partidas simultáneas.

Jorge Sabas lo enfrentó con apenas 17 años y recuerda que el estadio estaba colmado.

Mario Minevino / mminervino@lanueva.com

   “Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada/reina, torre directa y peón ladino/sobre lo negro y blanco del camino/buscan y libran su batalla armada”. Ajedrez, J.L. Borges.

   Era martes aquel 30 de noviembre de 1971, cuando en un colmado estadio Norberto Tomás del club Olimpo se presentó Robert “Bobby” Fischer, uno de los ajedrecistas más talentosos de la historia, para disputar 20 partidas simultáneas. 

   A sus 28 años, Fischer era toda una celebridad, impulsado por una máquina mediática que sacó al ajedrez de su habitual mundo de silencio para colocarlo en un nivel de popularidad inédito. El estadounidense se preparaba para enfrentar al soviético Boris Spassky por el título mundial, encuentro que se había convertido en símbolo de la denominada guerra fría entre rusos y norteamericanos. 

   Fischer había llegado a la Argentina para enfrentar a Tigran Petrosian, por un lugar en esa final. Cuatro días antes de su visita a Bahía había cerrado esa contienda con un contundente 6 1/2 contra 2 ½.

El lugar

   Dos líneas de diez mesas se ubicaron sobre la cancha de básquet del Tomás. Lo acompañaban, en calidad de ayudantes, los maestros argentinos Hernán Pilnik y Miguel Quinteros. A pesar de su jerarquía, Fischer no era invencible. Tanto en Neuquén como en Rosario y en Tucumán había perdido una de las 20 partidas y hecho tablas en al menos cuatro. 

Name Takla concentrado. Fischer necesitó 59 movimientos para derrotarlo.

   Apenas ingresó al estadio fue recibido con una ovación. A las 21.15 indicó a sus contrincantes que abrieran el juego con peón-cuatro-rey con sus piezas blancas. La primera vuelta la completó en 45 segundos, la que más extensa le insumiría 4 minutos. A las 23.55 vencía a su último contrincante, el tresarroyense Jorge Liébana. Ganó todas las partidas, A. Hernández en 23 movimientos; Cuadrado, 28; Kremer, 28; Piaggio, 29; Roumec, 31; Sánchez, 32; Garay, 32 ; Del Cueto, 33; Padrón, 34; Ramírez (h), 34; Palermo, 36; Crivellaro, 36; Sabas, 37; Ramírez, 38; Gastaldi, 44;  Zotelle, 46; Galfón, 51; Gallucci, 53; Takla, 59 y Liébana, 62.

Los recuerdos

   Jorge Liébana evoca desde Tres Arroyos aquella experiencia de 1971. 

   “Fue una gran emoción, como el sueño del pibe, jugar con una de las figuras del momento. Cuando me convocaron sentí una gran alegría y tuve una linda partida”, recuerda.

   Consultado sobre si en algún momento pensó que podía vencer mencionó que llegó a tener una leve ventaja, pero el problema fue que Fischer, sobre el final, ya había ganado todas sus partidas y se plantó frente a él. “Eso me puso un poco nervioso y al final cometí un error”, recuerda.

   Jorge Sabas, hoy residente en Puerto Madryn, tenía 17 años y era el contrincante más joven de aquellas simultáneas. 

   “Recuerdo que había muchísima gente en el estadio, como si fuera un partido de básquet. Muchos no tenían idea de ajedrez, pero venían a verlo a Fischer”, menciona. 

   El bahiense califica de “muy dura” su partida. “Jugué muy bien, pero al final un único error le sirvió para ganarme. Cuando terminó el match firmó la boleta y la gente bajó de la tribuna y lo aplaudía”. 

   Para Sabas aquellas simultáneas conformaron “un acontecimiento enorme para la ciudad”, algo que, asegura, “quedará en mi memoria hasta mis últimos días”.

El otro Fischer

   “Existen los jugadores duros y los buenos muchachos, yo soy un jugador duro”. R. Fischer

   Hosco, enemigo de la prensa, grosero con quienes se acercaban a saludarlo, Fischer no dejó una buena impresión en ese sentido. Rubén Cuadrado, otro de los tableros de aquella noche, fue parte de la comitiva que lo recibió en el aeropuerto de Villa Harding Green. 

   “Bajó del avión con un traje azul y una bolsa con naranjas. Recuerdo que el periodista Rafael Emilio Santiago se quiso acercar para hacerle unas preguntas y Fischer lo sacó de un empujón”, comenta.

   Apenas descendió del avión los allegados al ajedrecista informaron que el visitante no había almorzado. 

   “No teníamos nada preparado, así que fuimos al Grand Grill, vecino a la entrada de las galería Plaza. De entrada trajeron minestrón, una sopa que era terrible para el calor de ese día. Fischer se la devoró y pidió un segundo plato. Cuando vino el cordero ya se había ido, quería comprarse un par de botas”, recuerda.

   Cuadrado no tuvo una buena partida aquella noche. “Fui el primero en abandonar, pero esa partida fue el premio más grande que me dio el ajedrez”, asegura.

Del Cueto, otro de los duros rivales

   Luego de las simultáneas se le ofreció al visitante un asado despedida, en el centro de exalumnos de Don Bosco. 

   “Me senté frente a él --recuerda Cuadrado--, no me quería despegar. Pero fue grande mi sorpresa al verlo comer. Agarró el chorizo y la carne con la mano y comía a los tirones. Después con la mano engrasada tomaba el vaso de gaseosa, que quedaba gris de la suciedad. Quedé impresionado”. 

   Para el final se habían preparado unas plaquetas, un mate y un facón como obsequio. “¿Esto es para mí?, preguntó Fischer, agarró todo y se fue. Era realmente antisocial. Pero bueno, como ajedrecista, un verdadero genio”, detalla Cuadrado.

Fischer y el peor final

   Bobby Fischer se consagró campeón mundial al año siguiente, al vencer al soviético Boris Spassky, en un muy difundido match disputado en Reikiavik, Islandia.

Fischer en Islandia: abandono y desprolijidad

   Perdió su título en 1975, al negarse a defenderlo y poco a poco fue desapareciendo de la escena pública. Se supo de él en 1992, cuando aceptó jugar un encuentro exhibición contra Spassky, en Yugoslavia. Estados Unidos le prohibió involucrarse en ese encuentro a causa de ciertas restricciones impuestas a ese país. El match se celebró igual, con la victoria de Fischer, y eso le costó una orden de captura. Fue detenido en 2004 en el aeropuerto de Narita, Japón, durante ocho meses hasta que Islandia le concedió la ciudadanía y pudo instalarse en ese país. Allí murió, en enero de 2008, a los 64 años de edad.