Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Juan Carlos Cobián, el playboy que revolucionó el tango

Era reconocido por su calidad musical y su refinada elegancia en el vestir, un verdadero dandy de cuerpo atlético.

José Valle (*) / Especial para “La Nueva.”

   Cuando contaba apenas con 3 años, Juan Carlos Cobián y su familia se trasladaron a Bahía Blanca. Afectiva y sentimentalmente ligado a esta ciudad donde residieron por muchos años -y donde existió la casa paterna que inspiró el tango La casita de mis viejos-, estudió en el Conservatorio Williams teniendo como profesor a Numa Rossotti.

   En 1913, ya recibido, Cobián llegó a Buenos Aires. Dormía en hoteles de 1 peso la cama y se ganaba sus primeros pesitos como pianista en una cervecería alemana y varios cines, en los que ponía la cuota de música al silencio de las películas.

   Conformó trío con uno de los más cotizados bandoneonistas del momento, Genaro Espósito, y el violinista Ernesto Zambonini, hombre de facón al cinto. Juan Carlos estaba en la vereda opuesta de este músico: él era un típico “cajetilla” al que le bastaban sus certeras trompadas, generalmente por cuestiones de polleras.

   En esos años, Cobián ya era reconocido por su gran calidad musical y su refinada elegancia en el vestir, un verdadero dandy de cuerpo atlético, con el que hacía estragos entre las mujeres, que eran su debilidad junto con el whisky y el champagne.

   Vivió cinco años en Estados Unidos llegando a trabajar junto al gran Rodolfo Valentino.

   Compuso Los dopados (retitulado Los mareados), El cantor de Buenos Aires, Shusheta, Niebla del Riachuelo, Hambre, Rubí, Nostalgias y A pan y agua (con letra de Cadícamo), Es preciso que te vayas (C. Flores), Volvé a mi lado, No me cortes las alas, Has cambiado por completo (con E. Dizeo), Mi refugio (P. Numa Córdoba) y El motivo (P. Contursi), La noche de los dos, Monedita de plomo (ambos con letra propia) y muchos otros.

   Cobián contribuyó a gestar toda una tendencia en la cual se rindió culto al melodismo y en la que inscribieron luego sus tangos los hermanos De Caro, Lucio Demare, Pedro Laurenz, Aníbal Troilo, Antonio Rodio, Alfredo Malerba y otros.

   Me contó el recordado guionista y autor teatral Abel Santa Cruz, que Cobián era muy amigo, fueron compañeros de farra y hasta entrenaban juntos con el boxeador mediopesado Santiago Róttoli. Róttoli, que era un púgil de pegada demoledora y mandíbula de cristal, tal es así que sus peleas las ganaba o las perdía por KO. Cobián y Róttoli con su pinta rompían corazones en la noche porteña hasta que el boxeador se enamoró perdidamente de una bella sanjuanina que al poco tiempo lo abandonó. Deprimido, una fría madrugada de julio de 1934 se pegó un balazo en la cabeza, en el paseo de La Piedad del porteñísimo barrio de Congreso.

   Enrique Cadícamo, amigo del pianista y con quien formó una dupla creativa excepcional, lo describe en su libro El desconocido Juan Carlos Cobián (1972): “Cobián, de veintiséis años, más que el aspecto de un virtuoso del piano tenía el físico y la apariencia de un apuesto deportista. Su atlética complexión, alta estatura, amplios hombros y espaldas, cuello vigoroso, mandíbula fuerte y dominante, nariz mediana y casi recta con un leve vestigio de púgil, le imprimían recio perfil y atrayente personalidad. Ojos chicos, casi negros y animados siempre por una punzante luz interior, risa fácil, espontánea y ruidosa, hacían de este varonil personaje lo que los yanquis suelen llamar un galán rough (recio).

   Vestía con elegancia y acostumbraba a usar cuellos de plancha muy altos y almidonados. Era un caballero de la noche, muy agradable. A poco de estar conversando con él nos hicimos amigos”.

   El 10 de diciembre de 1953 murió en el Hospital Fernández. Solo. Había perdido el conocimiento y hasta le habían robado su eterna pulsera de oro sin cierre (que había hecho soldar para hacerla “imperdible” en sus asiduas peleas a puño limpio). Tenía 57 años de vida intensa.

   ¿Había algo más que hacer en la tierra después de haberlo hecho todo? Juan Carlos Cobián había elegido vivir de primera y morir de segunda. Se fue de este mundo sin dinero, “quizás porque la mortaja no tiene bolsillo” escribió Cadícamo. Dejó 50 obras publicadas en Buenos Aires y valiosos manuscritos de tangos inéditos.

Por Youtube

   Para aquellos que se hayan quedado con ganas de conocer más sobre este interesantísimo y talentoso personaje del tango -o para quienes quieran volver a verlo- hoy desde las 21, a 124 años de su nacimiento, se estrenará en plataforma digital el documental “Cobián” que realizáramos con Gabriela Biondo en 2017, proyectado por primera vez en el 7º Festival Carlos Di Sarli de Bahía Blanca. El mismo se emitirá por el Canal de Youtube “Bahía Blanca No Olvida”

* El autor es historiador del tango y productor cultural