Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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“Muchos me tienen agendado como ‘Gancho’ porque no tienen ni idea de cómo me llamo”

¿Olivera Sánchez o Sánchez Olivera? La duda de siempre, la discusión sin fin sobre el único jugador del medio local que se fichó dos veces en la Liga del Sur. “Siempre tuve un solo apellido y no dos”, contó Pablo Sánchez, el Bochini de Sporting.

Fotos: Agencia Punta Alta y Archivo-La Nueva.

Por Sergio Daniel Peyssé / speysse@lanueva.com

(Nota publicada en la edición impresa)

 

   ¿Pablo Sánchez Olivera o Pablo Olivera Sánchez?

   A 17 años de su retiro, en el ambiente futbolístico de la Liga del Sur sigue existiendo la misma duda. Aunque usted no lo crea...

   “Pablo Sánchez, así figuró siempre en mi DNI”, aclaró el Bochini de Sporting, el que siempre defendió la misma camiseta en el ámbito local.

   Pablo Sánchez, como siempre quiso que lo llamen más allá de que a algunos se le hizo monótona y pegadiza la “tonadita” del doble apellido, disputó 463 encuentros en el club rojinegro entre 1992 y 2013.

   Se retiró a los 40 “abriles”, sin lesiones, entero físicamente y con el gustito lógico de querer continuar con esta pasión que, a nivel oficial, la descubrió de grande y casi sin proponérselo.

   Pero primero lo primero...

   Vuelvo a la pregunta del comienzo: ¿Pablo Sánchez Olivera o Pablo Olivera Sánchez?

   “Cuando Sporting me fichó en la Liga, me anotaron con el apellido de mi mamá, Olivera, algo que en su momento no le di importancia, aunque con el paso del tiempo y ya de grande quise saber el motivo o el porqué. Nunca nadie me supo explicar que fue lo que sucedió, porque en la partida de nacimiento, en el documento y en la renovación siempre figuró el apellido paterno: Sánchez”, empezó diciendo el “Gancho”, uno de los emblemas de la “sangre y luto”.

   “A los 23 años, cuando integré por primera vez una lista de buena fe, para el torneo Argentino B, me inscribieron según los datos del DNI, entonces me tuvieron que renovar el registro en la Liga para que no haya problemas. En realidad hicieron un carnet nuevo, porque me acuerdo que un empleado administrativo de la Liga, una vez que fui, creo que a declarar al Tribunal de Penas, me comentó que yo era el único jugador con dos fichas”, admitió el volante zurdo criado en el Fonavi puntaltense.

Con su señora Mariela y los hijos de ambos: Maitena y Alejo.

   “Cuando en el club se enteraron que en la Liga tenía dos fichas con distintos apellidos, me empezaron a decir Olivera Sánchez o a la inversa, y eso se fue instalando cada vez más, a tal punto que muchos, hoy en día, siguen creyendo que tengo doble apellido. Pero no: fui, soy y seré Sánchez solo”, ratificó, entre risas, quien para muchos es un gran contador de anécdotas.

   “El directivo o colaborador de Sporting que me fichó en la Liga seguramente conocía a mi mamá de algún lado, porque está más que claro que al momento de inscribirme no sacó los datos del DNI...(risas)”, acotó PS, nacido el 9 de febrero de 1973.

   “El doble apellido estuvo tan impuesto en nuestro fútbol que algunos periodistas, pese a que se lo aclaré más de una vez, insistieron con Olivera Sánchez. Es más, un relator de una radio de Bahía, un día me dijo: `suena mejor Olivera Sánchez, te da más presencia, otra personalidad, así que si vos me lo permitís te voy a seguir nombrando así'. No me opuse, jamás se lo prohibí más allá de que me vino con el versito de que de esa manera vendía más, de que daba una imagen de mejor jugador, je, je”.

   —¿Por qué “Gancho”?

   —Me lo puso Fabián Escudero, quien me conocía de chico porque vivía frente a mi casa. A los 16 años me fui a estudiar a la Escuela de Mecánica de la Armada, en Buenos Aires, y cuando regresé, al año siguiente, el padre de los Escudero, José, me llevó a probar a Sporting. Un día me pasó a buscar, y como no se acordaba mi nombre, lo miró a Fabián, que ni lerdo ni perezoso esbozó: “pá, él ahora es `Gancho´”, apodo tradicional, al menos en Punta Alta, para todos aquellos que se enganchaban de la colimba a una carrera militar.

   “Fabián lo tiró en el club, así que imaginate... Muchos que me dicen `Gancho´ no saben ni como me llamo”.

   La carrera intachable de Pablo Sánchez será siempre valorada en el mundo rojinegro, aunque muchos se van a enterar, por esta nota, que en los 21 años de trayectoria existe un pequeño lunar.

   “Ja,ja, es cierto, en 2008, cuando me empezó a rondar por la cabeza la posibilidad de dejar el fútbol, me fui a jugar a Atlético Monte Hermoso porque quería cumplir el sueño de compartir una cancha con mi hermano (Néstor), quien ya se había radicado en aquella ciudad. Me costó irme de Sporting, aunque fue un año a préstamo y sin opción de compra...(risas)”, contó Pablo.

   “Fue una temporada magnífica, llena de gloria, porque salimos campeones de la Liga de Coronel Dorrego y también obtuvimos el Interligas. Teníamos un equipazo, con Fabricio Amaya en el arco y varios refuerzos, entre ellos los hermanos Davicino, el `Negro´ Muñoz y la `Bruja´Rodríguez. Tenía 35 años y acepté el desafío porque sabía que no iba a tener otra oportunidad parecida. Jugué a gran nivel, demostré que no estaba `de vuelta´ y fui parte de un grupo humano tremendamente ganador”.

   “Cuando volví a Sporting me insistieron para que siga en actividad, y me lo tomé muy en serio, porque le pegué hasta los 40...(risas). En realidad, pude llegar hasta esa edad porque siempre me cuidé; fui un convencido de que, para jugar al fútbol, tenés que estar bien física, mental y emocionalmente”.

 

Ese día, sí, ese día: 16 de agosto de 1992

   Aunque no recordó fechas puntuales, en la vida de Pablo existen días inolvidables. Como el mismo aseguró: “hay momentos que tengo grabados a fuego en mi mente y en mi corazón, por lo que significaron para mi y para mi adorado Sporting”.

   —¿Qué recordás más, el día del debut o la tarde de la despedida?

   —Va a sonar raro o extraño, pero el partido que más recuerdo es el penúltimo de mi carrera, contra Olimpo en cancha de Pacífico de Cabildo. Ese día Sporting ganó 2-1 y zafó del descenso. Fuimos locales, sin gente porque teníamos nuestro estadio suspendido. Me hace mal pensar todo lo que sufrí...

   “En ese momento ya tenía decidido mi retiro, era el año que colgaba los botines, por eso ese partido lo jugué con muchísima presión. Fue un día atípico, de muchos nervios, porque existía la posibilidad de que Sporting descienda por primera vez en su historia. Al ser el más grande del equipo, el máximo referente y el capitán, sentía que la carga emocional y la adrenalina dominaban cualquiera de mis actos. Fue tremendo...”.

   “Aunque había algo que me hacía demasiado ruido en la cabeza: no me podía retirar con Sporting yéndose a la B. En la previa, en el vestuario, le había confirmado a mis compañeros que si pasaba lo peor, iba a continuar hasta devolver a mi club al lugar que se merecía. Había hecho esa promesa: si dejaba el fútbol, era con Sporting en la A”, indicó el “Gancho”, quien decidió decir basta cuando su físico ya le estaba pasando factura y sentía que debía dejarle el lugar a los pibes.

   —Seré curioso, ¿cuál fue tu último cotejo?

   —Contra Liniers en cancha de ellos.

   —No sé si en Sporting lo tuvieron o lo tendrán en cuenta, pero merecés un partido despedida.

   —Ja,ja... Creo que sería mucho. Un encuentro de esas características lo merece alguien que quedó marcado en la vida institucional del club, un jugador trascendente en la historia de Sporting, haya sido futbolista, técnico o dirigente. No creo que yo este a la altura de esos honores ni sea merecedor de semejantes rótulos.

   “Siempre me sentí querido, respetado y valorado por la gente de Sporting, aunque me siento lejos de ser un ídolo. Hasta me da vergüenza imaginarlo. Sé que le di todo al club y que conseguí logros importantes, pero en Sporting hubo otros futbolistas más importantes que yo. Lo que si me dolió fue no haberme podido retirar en el Mendizábal junto a los hinchas rojinegros. No se dio y no le echo la culpa de nadie”.

   —Y del debut, ¿no vas a decir nada?

   —Mi bautismo en Primera fue en cancha de Villa Mitre (NdR: 26 de abril de 1992, victoria tricolor 1-0), entré 20 minutos en lugar del “Queso” Rossi y si toqué una o dos pelotas fue mucho.

   “Prefiero hacer hincapié en el día que debuté como titular, con la 9 de Sporting, una camiseta pesada y significativa. Fue el 16 de agosto de ese mismo año, en cancha nuestra, le ganamos 2-1 a Rosario y metí los dos goles”.

   Pablo interrumpió el relato abruptamente. La emoción generó que sus palabras se entrecorten y le costó continuar. Era entendible...

   “El 1-0 fue sobre el arco de calle Mitre, después de robarle una pelota al `Negro´ Luna, un central experimentado de Rosario. El `Viejo´Tuya (Guillermo, el DT) me había pedido que presione a los zagueros, que siempre querían salir jugando, y que si era vivo y rápido le iba a robar alguna pelota de gol. Y así fue: Luna intentó parar el balón, se le fue largo, me lo llevé con pierna derecha y le di cruzado con izquierda; inatajable para Fermín (Ponte). El segundo fue de cabeza tras centro de Fabián Rossi. Tenía 19 años; inolvidable”, rememoró.

   “Cuando terminó el partido fuimos a festejar a la Visera, que estaba repleta. Ahí me levantaron en andas y dimos una vuelta olímpica como si hubiésemos salido campeones. No me daba cuenta de lo que estaba viviendo, era un día mágico para mí. Puedo decir que tuve el debut soñado, me quedo con eso pese a que antes de ese clásico ya había sumado algunos minutos en cancha”, relató.

   “Ese partido me marcó para siempre. A los chicos, cuando era voz de mando en el vestuario, siempre les recalcaba: `si debutan en un clásico y tienen la suerte de mojar, automáticamente van a pasar a ser valorados de por vida en la institución´, porque los hinchas, los fanáticos y los que aman a su club, como los de Sporting, lo sienten y lo demuestran de esa manera”.

   “Podés salir campeón, jugar torneos a niveles superiores, pero ganar un clásico con goles tuyos no tiene comparación con nada y es algo que te recordarán por siempre, como me pasa a mi ahora, después de 28 años. ¿Sabés lo que significa entrar en la historia del club en un solo partido, en el primero que jugás en la categoría superior? Existen ciertos sentimientos que son imposibles de explicar con palabras”, resaltó Pablo, casado desde 2000 con la también puntaltense Mariela, con quien tuvo dos hijos: Alejo (16 años) y Maitena (10).

   —¿Qué más recordás de aquel clásico?

   —Entré derecho en los corazones rojinegros. Ese año Sporting había traído a 20 refuerzos de Buenos Aires, a los que le pagaba sueldo, casa y comida. Y que un pibito del club, sin experiencia y en su primer clásico como titular convierta los dos goles... Imaginate el revuelo que se armó... Yo lo disfruté y lo sigo disfrutando.

 

Los “Gordos” eran fantásticos

   “Cuando llegué a Sporting me pusieron de puntero izquierdo, después pasé de 9 y también jugué varios partidos de 10 o de carrilero, haciendo la banda de área a área porque además de ser zurdo tenía mucha resistencia para mentener el ritmo. Hasta que Darío Bonjour me ubicó de volante central, donde cumplí la mayor parte de mi carrera. Igualmente no me olvido de un castigo que me impuso Luis Díaz , quien en una ocasión me puso de 3. Fue el peor partido de mi vida”, rememoró el “Gancho”.

   “Con el compañero que más aprendí fue con Mainardi (Fabián), un 5 experimentado que venía de Necochea. El me enseñó a tomar ciertos puntos de referencia y a no quedar desequilibrado a la hora de retroceder cuando el equipo perdía la pelota”.

   —¿Seguís ligado al fútbol?

   —Después del retiro trabajé cuatro años seguidos en las formativas de Sporting. Ahora, por mi trabajo (desde 2016 cumple funciones como electrónico en la base militar de Mar del Plata) veo poco fútbol, aunque todos los fines de semana vengo a Punta y despuntó el vicio en algún que otro torneo de veteranos. Los domingos que Sporting es local voy a la cancha; de visitante es imposible porque cuando empieza a oscurecer salgo otra vez para la Feliz”.

   —En este Sporting actual, ¿falta un Pablo Sánchez?

   —No, está Marcelo Castellano, un volante central de otro vuelo futbolístico. En los primeros partidos que lo vi noté que era distinto, sin saber que venía de jugar en categorías superiores, como torneos Federales o B Nacional. Es un 5 de la puta madre, por su ubicación, panorama y ductilidad con la pelota.

   —En esta no me podés decir que no: falta un “Chicha” Nieto.

   —Sí, y un Gringo Alvarez. Cuando se fueron los “Gordos”, quedó un agujero grande en la delantera de Sporting. Con esto no quiero menospreciar a Mosqueira y Jeva, dos delanteros que no desentonaron, pero los “Gordos” eran distintos. Jugué muchos años con ellos; se entendían de memoria, resolvían situaciones imposibles, eran tremendos goleadores.

   “Yo soy contemporáneo con ellos, compartimos concentraciones, viajes y partidos inolvidables. Crecí con ellos, por eso digo, sin temor a equivocarme, que fue la mejor dupla de atacantes que vi en mi etapa como futbolista. Con ellos estabas seguro porque algún gol iban a meter. Te contagiaban alegría y ganas; eran fantásticos”.

   “El `Chicha´ y el `Gringo´ me dieron dos campeonatos (1999 y 2002). Se la tirabas arriba y ellos se las ingeniaban para hacer desastres. Eran pedazos de jugadores; estaban para otro nivel. Otro que me deslumbró, cuando vino de refuerzo, fue Mauro Olivi, picante, desequilibrante y audaz. Ese sí que se las arreglaba solito para poner constantemente en jaque a la defensa rival”.

   “El `Pampa´ casi siempre tenía que jugar la individual, encarar en base a gambeta y velocidad; en cambio lo de los `Gordos´ era distinto, ellos resolvían juntos, uno necesitaba del otro”.

   —Viste muchos jugadores distintos en Sporting, propios y ajenos al medio.

   —Sí, Facundo Rocca, el “Cate” Fernández, y puedo nombrar muchos más... Antes de fichar en Sporting, cuando era adolescente, me colaba en la cancha por el interior de las torres de iluminación. Trepaba y, cuando llegaba a cierta altura, me quedaba ahí para mirar el partido. Sporting siempre formó equipos de hombres y jugadores talentosos.

   —Jugaste con todos los hermanos Escudero, ¿o me equivoco?

   —Con Marcelo no. Los Escudero tenían una particularidad: eran atléticos, fibrosos y se la aguantaban siempre. Después, en cuanto a la personalidad o en lo futbolístico, eran muy distintos. Fabián me marcó el camino como deportista, fue el que me forjó el carácter y el que siempre me recalcó que para trascender como jugador debía perder la timidez dentro de la cancha. Además, el “Negro” te contagiaba las ganas de ganar, de comerte crudo al rival; te motivaba de una manera que te hacía sentir el mejor del mundo.

   “El que mejor jugaba, el más técnico, era Diego; un crack, diferente a todos. Pablo, que no jugó en Sporting pero si conmigo en el barrio, era puro derroche, corría mucho y era muy temperamental. Iba al frente como loco”.

   —¿Y Sergio?

   —Tenía una capacidad atlética admirable. Piernas largas, mucha picardía y buen juego aéreo. Una vez, en una pretemporada, regresando en el micro desde la playa de Baterías (a 15 kilometros de Punta), “muertos” después de haber corrido en la arena y en los médanos, el “Chucho” le pidió al chofer bajarse antes, a mitad de camino. Regresó al club trotando; una bestia.

   —¿Y Daniel, el enfermero?

   —El más rústico de todos, un 4 limitado y pegador que solo llegó a Tercera con mucho viento a favor...(risas). Le gustaba figurar. Corría con los pies como “las 10 y 10”, con las puntas de los botines para afuera...(risas). Lo más lindo es que se creía Maradona, agarraba la pelota y encaraba, sin darse cuenta de que jugaba de 4, que si perdía el balón era medio gol.

 

De la mano de José

   “De chico nunca tuve la oportunidad de ir a probarme a algún club, por eso crecí y jugué siempre en el barrio, en la cancha de Los Chilenos, donde se armaban temibles relámpagos por el asado y el vino... (risas). Ahí me vio jugar José (el padre de los Escuderos), quien para llevarme a Sporting primero convenció a mi mamá y después a mi”, relató el “Gancho”.

   “Yo tenía 17 años, y cundo me hizo la propuesta no quería saber nada. Pero él estaba decidido a llevarme a Sporting y yo sabía que no me le podía poner de punta; era bravo el “Negro” mayor... (risas). Al otro día me acompañó hasta el vestuario para que me cambie, pero cuando me asomé para ver si ya había arrancado el entrenamiento, vi a un montón de pibes en la cancha rodeando al técnico y me dio mucha vergüenza salir. Así que agarré el bolso y me volví a mi casa”, contó.

   “José se enojó y no me cagó a trompadas de casualidad. Me volvió a cargar en el auto y otra vez fuimos para el club, aunque la segunda vez se quedó a ver toda la práctica. No tuve opción, aunque yo pensaba: `esto no es para mi, yo juego al fútbol por que me gusta, no quiero saber nada con entrenar y cumplir ordenes'. Pero bueno, ya estaba ahí...”

   —Estabas renegado.

   —No me sentía en mi ámbito; era todo nuevo para mi: los conos, tantas pelotas, los ejercicios... El “Viejo” Báez, un hombre grande que laburaba en las inferiores como captador y formador, me tiró una pelota y me dijo, “a ver, hacé jueguito y pegále al arco”. Cumplí, y después de eso me llamo aparte: “mañana vení con alguno de tus padres a firmar la ficha, ya sos jugador de Sporting. Por mi edad, empecé a entrenar con Reserva, y a los pocos meses me sumé al plantel de Primera. Soy de esos casos especiales que llegaron a la elite sin haber pasado por infantiles y menores”.

 

El podio de las anécdotas

 

1

   De acá para allá, de allá para acá. “No me acuerdo el día preciso, pero si que fue una fría noche de invierno, en julio de 2007. Eran las 0.30 de un miércoles creo, estaba mirando tele en la cama y suena mi celular, al que siempre le bajaba el volumen pero esa vez, vaya a saber porqué, me había olvidado. Del otro lado, la voz de Ariel Barragán, un excompañero de Sporting con el que seguíamos en contacto porque había quedado una buena relación”.

    * “¿Qué estás haciendo?, fue lo primero que me preguntó. `Estoy a punto de dormirme´, le contesté. Se lo notaba preocupado, entonces traté de escuchar lo que realmente le sucedía: “vine a jugar a las bochas (en ese momento, `Barrita´ era dirigente del club Catamarca, afiliado a la Asociación Bahiense de Bochas) a Ciudad Atlántida, y cuando nos estábamos volviendo para Bahía tuve un percance con el auto. En realidad pinché una cubierta y estoy `tirado´ al costado de la ruta a la altura de Villa del Mar´. Por supuesto que le aconsejé lo primero que se me vino a la cabeza: `cambiá la rueda, poné la de auxilio y seguí´. Pero vino lo peor...”

    * “Como no tenía rueda de auxilio, me empezó a llorar la carta, con toda la intención de que lo vaya a buscar. Como mi señora no me sacaba los ojos de encima, le pasé el teléfono y le dije: `que el Varilla te explique donde está y que es lo que quiere´. Yo pretendía que Mariela no interprete que me podía ir de joda... (risas). Me cambié, saqué el auto del garage y lo fui a buscar. El Peugeot 504 amarillo estaba en la banquina, pero Ariel no había sacado ni la rueda había sacado. Claro, si no tenía auxilio menos iba a llevar un crike en el baúl. `Mala mía´, pensé sin esbozar una palabra”.

    * “Con él había tres señores, pero el único que opinaba, sin aportar ni la más mínima solución, era `Varilla´. Mientras los demás miraban, saqué la rueda y, con Ariel, la llevamos a la única gomería de Punta Alta que podía estar abierta. Pero no, estaba cerrada. `¿Y ahora que hacemos?´, se me ocurrió preguntarle. “No sé, encima andamos sin plata, porque vinimos a jugar a las bochas, tomamos algo y ya nos volvíamos”, fue la contestación de `Varilla´”.

   * “Le propuse lo siguiente: `los llevo a Bahía, dejamos la cubierta en la gomería que está frente a la terminal de ómnibus vieja (abierta las 24 horas), dejo a tus compañeros en el club o en sus casas, volvemos a buscar la rueda y regresamos a Punta a colocarla. Aunque la noche se iba a poner más negra de lo que estaba...”

   * "El muchacho que atendía la gomería, al mirar la cubierta, fue categórico: `no sirve más, andar con este caucho es un peligro, parece una hoja de calcar; en cualquier momento explota´. Eran las 2 de la mañana y yo ya me empezaba a impacientar...”.

   * “El gomero nos explicó que la cubierta corría serio riesgo de abrirse de lado a lado, entonces nos ofreció vendernos una usada, bastante gastada pero mucho mejor a la que habíamos llevado nosotros. `Varilla' no tenía plata, entonces la tuve que comprar yo. Volvimos, cambié la cubierta y le dije: `ya está, regresa tranquilo a Bahía´. Pero no todo iba a terminar ahí...”.

   * “Llegué a mi casa, me desvestí, y cuando me estaba por acostar otra vez, teléfonooo... Contesté enseguida: `¿Y ahora que pasó `Varilla´? Me responde alarmado: `no sabés, salí, aceleré, todo bien, pero al llegar a Villa Arias el motor se murió´. Y la siguió: `como creía que era un problema eléctrico, insistí dándole arranque y me parece que me quedé sin batería. Ahora ni siquiera reacciona”. Me trataba de convencer diciéndome que era el encendido, el burro, las bujías, no necesitaba aclararme que no sabía nada de mecánica. Eran las 5 de la mañana...”.

   * “Me volví a levantar y a cambiar. El pretendía que yo lleve mi caja de herramientas para arreglar la falla o el problema que tenía el auto.`¿Qué, en serio me estás diciendo?, lo corté en seco. Al llegar le indiqué: `Dejá el auto acá y te llevo a Bahía´. Otra vez para allá... Al regresar a Punta, ya eran las 7 de la matina, así que me cambié de ropa y me fui a trabajar a la base sin dormir. Estaba tan caliente que ni mate tomé...”

   * “Me acuerdo que mi señora me preguntó: `¿por qué fuiste y viniste tantas veces, que fue lo que pasó?´ Me reí y le dije: `si supieras en el estado y en la situación que estaba `Varilla´ lo vas a entender sin que te explique nada...(risas). Es el día de hoy de Ariel me sigue pidiendo disculpas por aquella noche. En ese momento lo quería matar, pero hoy, cada vez que me acuerdo, lo tomo con humor y me dan ganas de contarlo”.


2

   El “Negro” fue “blanco”. "Hubo una época donde Fabián Escudero, que en el vestuario se cambiaba al lado mío, me robaba el talco del bolso. Siempre era el primero en ducharse, en cambiarse y en irse (a atender la peluquería). Mientras yo me bañaba, el me sacaba el talco, se ponía en los pies y en los zapatos y, mirando para todos lados para que nadie lo vea, lo volvía a guardar de donde lo había sacado”.

   * “El frasco de talco no me duraba nada, y yo estaba seguro que él usaba más que yo. Hasta que un día lo curé. Un martes, al arrancar la semana de entrenamientos, llené el envase con harina y se lo dejé bien a la vista para que lo agarre y haga lo de todos los días. Yo le había avisado a algunos compañeros, quienes estaban expectantes a lo que podía suceder. Y se dio: Fabián desparramó harina en sus pies húmedos y enseguida se le formó un engrudo pegajoso que despertó la risa de los demás. El `Negro´empezó a las puteadas, se enojó y me vino a buscar a la ducha. Me quería cagar a trompadas, pero bueno, es el precio que tuvo que pagar por ser `ladrón´ y no pedir las cosas”.

   * “De la calentura vació el pote en el piso, la harina se mezcló con el agua y terminamos pisando una pasta blanca que era un asco. Encima, por renegar y no sacarse el engrudo rápido de los pies, los dedos se le endurecieron y parecía el fantasma Gasparín. Como se le formó un pegote, no le quedó otra que volverse a lavar. Cuando se enteró que era harina, llamó a los hermanos (Diego y Sergio) y entre los tres me pegaron con toallas mojadas. Me la aguanté, pero no me robaron más el talco”.

 

3

   ¿Quedó colgado? "Un fin de semana de verano, y acá si que no me acuerdo el año (26 de enero de 2002), fuimos a ver un superclásico (Boca-River) a Mar del Plata: Martín Stagliano, Federico Nieto, Gabi González y yo. Viajamos el mismo día del partido, dejamos el auto en la casa de un tío de `Tincho” y entramos al estadio Minella como dos horas antes. Pese a que Martín y `Chicha´ son de Boca y Gabi y yo de River, fuimos todos a la popular del `Millo'”.

   * “Cuando Boca empezó ganando (terminó goleando 4-0 y el partido se suspendió por incidentes), se armó un quilombo terrible en la hinchada de River, porque la policía había entrado de prepo a la tribuna para sacarle banderas que los `Borrachos del Tablón” tenían de Boca, aparentemente robadas. Empezaron las corridas, los gases lacrimógenos, el caos, y para protegernos nos acobachamos contra un alambrado que separaba la popular de la platea baja descubierta, frente al sector oficial”.

   * “Estábamos agachados en medio de una batalla campal. Se escuchaban balas de gomas, por el humo no se veía nada y el descontrol era cada vez más grande. El clima se tornó más pesado cuando empezaron a volar las chapas de los puestos de hamburguesas, de arriba hacia abajo. Mientras tanto, yo tenía que soportar al `Chicha´que me preguntaba: `¿qué hacemos?´. Yo le decía que nos quedemos piolas, que si nos movíamos podía ser peor, que nos podían matar a palazos la policía”.

   * “Llegó un momento que, por los gases, no se podía respirar, entonces el `Chicha´me dice: “salto para la platea”. Pará, lo traté de convencer, pero no hubo caso. Trepó al alambrado y, cuando llegó arriba, intentó revolear una pierna y se enganchó con el alambre de púas. Nos miraba de arriba sin saber que hacer; no sabés lo que era el `Gordo´ en la punta del tejido. Finalmente pasó para el otro lado, pero saltó y cayó arriba de un nene que, de milagro, siguió con vida...(risas). Cada vez que recuerdo esa imagen no puedo parar de reírme, aunque en ese momento la pasamos heavy, bastante mal”.

   * “Cuando la policía calmó a los violentos, el partido se reanudó y nosotros lo vimos desde la platea. Estaba todo bien, hasta que Riquelme vino hacia el sector donde estábamos a patear un córner y los hinchas de River le empezaron a tirar butacas. Se armó otra vez, así que salimos corriendo para el otro lado”.

   * “El partido se suspendió definitivamente, aunque nosotros terminamos agotados, corrimos más que los jugadores. Nos volvimos a Punta sin haber descansado, sin haber podido ver un partido completo y con un camión adelante que nos costó pasar porque venía haciendo zig zag constantemente. Pero con la tranquilidad de saber que el `Chicha´, con su peso, no descuartizó ni quebró en cuatro a un pibito que le hizo de amortiguador... (risas)”.

 

Sus partidos

 

463
   Presencias. Las de Pablo Sánchez en el fútbol de la liga del Sur, siempre con la camiseta de Sporting y en 21 años de carrera. Marcó 19 goles, sufrió 6 expulsiones y jamás pateó un penal.

 

Para el recuerdo