Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Para que los chicos estudien, en Tornquist hacen carreras de robots

Son construidos por los mismos alumnos de 5º año. "Se olvidan del celular", cuentan los docentes.

Fotos: gentileza Aníbal Mazzarini

 

Hernán Guercio / hguercio@lanueva.com

   No es justamente una técnica de aprendizaje, pero funciona bastante bien; tanto es así que, según los propios profesores, los chicos terminan olvidándose del celular y las redes sociales. Las carreras de robots aparecieron este año como una novedad en la currícula de la Escuela Técnica de Tornquist y ya se armó un campeonato con ocho participantes y varias fechas previstas para los meses que vienen.

   Por ahora la idea es bien sencilla y de las competencias participan robots seguidores de línea fabricados por los alumnos. Se traza un circuito, se colocan dos de estos aparatos en sectores opuestos y el vencedor es el que llegue primero al punto en el que largó el otro. Hasta cuentan con un sistema similar al VAR para determinar quién gana en las carreras con finales cerrados. 

   Al tratarse de las primeras experiencias, estos robots son bastante simples. Constan de dos sensores ópticos para seguir la línea, una plaqueta donde se sueldan los componentes -diodos, batería y demás- y de dos motorreductores y ruedas pertenecientes a los kits Arduino. La mayoría de los componentes fueron reciclados de otros aparatos. El costo final de cada robot no superó los 1.100 pesos en mayo de este año. 

   “Cuando les hablás de robótica, los chicos se olvidan del celular: se enganchan un montón”, cuenta entusiasmado Aníbal Mazzarini, ingeniero y docente de la escuela, y el principal promotor del campeonato.

   En la Técnica de Tornquist, robótica no es una materia en sí, sino que forma parte de las currículas de Máquinas Eléctricas y Automatismos, y Electrotecnia. La idea es que cada curso de 4º año construya un robot y mejore el que hizo el 4º del año anterior. Además, en 2019 se incorporó a los alumnos de 3º, para que estos dos clases compitan entre sí, cada una con un robot de su invención.

   “Hacía años que sabía de los torneos de robótica que se hacen en Bahía Blanca, en la UTN, y empecé a tener la actividad como hobby. Después, me di cuenta que podía usarla en las materias que doy en la escuela y los chicos quedaron encantados”, señala.

 

   Como la escuela aún no recibió los kits de robótica que entrega la Provincia, hubo que agudizar el ingenio para seguir adelante con el proyecto. Para conseguir dinero y armar los robots de carrera, se organizó un bono contribución para, con lo recaudado, comprar los componentes que no se podían reciclar. Muchas de las partes se tomaron de chatarra electrónica, de aparatos y electrodomésticos desechados; los bornes de las baterías de 9 volts se usaron para el portabaterías; para el chasis de madera -donde se ubica la plaqueta integrada- se utilizó fibrofácil reciclado de la carpintería de la escuela.

   Las trompas de cada uno de estos robots son de plástico maleable, para proteger los dos sensores ópticos reflectivos, que posibilitan que el robot se mueva. No hay ningún chip ni nada que sea programable. El secreto para ganar una carrera está en qué tan bien se configura el potenciómetro de cada una de las ruedas, que son independientes entre sí: si va muy rápido en las rectas, seguramente se despiste en las curvas; por ello, hay que alcanzar un equilibrio.


 

   En esta primera oportunidad, se armó un circuito sencillo en forma de óvalo, pero la idea es a futuro probar con otros trazados. Por el momento, la pista se delinea y traza en el piso del aula. La próxima competencia, cuenta Mazzarini, será de picadas en rectas, para medir la velocidad que pueden alcanzar estos robots.

   Estos modelos no son los primeros que se hacen en la escuela, con componentes reciclados made in Tornquist, como dicen: ya se habían hecho otros seguidores de líneas negras y también de luces.

 

   A futuro, ideas no faltan. Aparte de sumar otros cursos al proyecto, preparar una divisional “B” de la carrera -a nivel escolar, obviamente- y seguir mejorando los modelos que ya fabricaron. Además, ya están en contacto y cuentan con el asesoramiento de la Liga Nacional de Robótica. Hasta cuentan con una página web para seguir el campeonato.

   Por supuesto, el fin principal de todo esto continúa siendo la calidad educativa.

   “Cuando se me ocurrió la idea de hacer estas competencias fue por la motivación y las ganas que los chicos le ponían al robot que estaban construyendo y a las modificaciones que le hacían al anterior. Al final, termina formándose una suerte de círculo, con buenos resultados”, concluye Mazzarini.