Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Los cedros en Bahía, condenados a morir en un clima ajeno

 Para los especialistas no hay mucho para hacer: ningún accionar o intervención puede frenar ese destino.

Fotos: Pablo Presti-La Nueva.

Por Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   Hace poco más de diez años vecinos del barrio parque Palihue se acercaron a la municipalidad para manifestar, ante los profesionales del área de Espacios Verdes, su preocupación por una situación que les resultada preocupante y los entristecía sobremanera: la muerte de decenas y decenas de cedros, árboles fundacionales de ese barrio, plantados a fines de la década del 40, cuando el lugar no era más que una lomada cuyos lotes salían a la venta en el Salón de los Deportes.

   Nada se ha podido hacer desde entonces para revertir esa situación y los atractivos ejemplares de coníferas siguen muriendo, no sólo en el Palihue, sino en otros barrios de la periferia, en el centro, en Ingeniero White y en la región, por caso en Villa Ventana, donde dan un perfil característico a la localidad.

   Para los especialistas no hay mucho para hacer: ningún accionar o intervención puede frenar ese destino.

   Se trata, explican, de las afectaciones propias de una especie completamente ajena a las condiciones climáticas locales, que sufren (y mueren) como resultado de los debilitamientos que les genera el calor, la sequía, el riego excesivo, las plagas o los hongos.

   "No es un árbol autóctono, carece del control biológico natural para enfrentar condiciones climáticas para las cuales no está preparado", señalan desde el departamento de Parques Municipales del municipio.

   Los veranos debilitan su estructura y los vuelven presa fácil de virus y hongos.

   "Esto se cumple por ciclos y les ocurre a todos, sin excepción. Incluso es muy difícil su recuperación", agregan.

   Se menciona, además, tener conocimientos de intentos de distinta índole tratando de recuperarlos, sin obtener respuestas favorables.

Un árbol del Himalaya

   Más allá de buscar causas --calor, frío, sequía, exceso de agua, plagas-- la realidad es que el cedro deodara --el más habitual en la ciudad-- es originario del Himalaya, la cordillera más alta del planeta.

   Su lugar natural se ubica entre 1500 y 3000 metros de altura, en lugares como Nepal, India y Pakistán. Allí crece y sobrevive. Transplantado a otros climas, muere.

   Un estudio realizado en el año 2000 por profesionales de la Universidad Nacional del Sur dejó en claro que el sistema de defensa de estos árboles es casi inexistente.

   "Las condiciones climáticas los diezman, en la ciudad y en la región. Cada vez más a medida que se vuelven añosos".

   Por eso, en barrios como Palihue y Patagonia, se hace más evidente esa situación: son los ejemplares más antiguos de la ciudad.

Un mito

   Muchas veces se intervienen los cedros, cortando sus ramas bajas. En el caso de estar en veredas porque dificultan el paso de los caminantes, en un campo de golf porque complican la búsqueda de pelotitas.

   Hay quienes relacionan esas podas con la posible muerte del ejemplar. Los especialistas consultados rechazan esa posibilidad.

   "Esos cortes lo único que hacer es quitarle la belleza propia del porte de cualquier conífera, pero nada tienen que ver con la sanidad del árbol", explican.