El blanco de un cañón, en la mira
Los cañones Rodman que se conservan en el mundo suelen estar pintados de negro.
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Mario Minervino / mminervino@lanueva.com / @mariominervino
La plazoleta La Vuelta de Obligado, en Zelarrayán y Cuyo, tiene como motivo central un histórico cañón. Está en el lugar desde 2011, luego de permanecer 44 años en la plazoleta Garibaldi del teatro Municipal.
Fue entregado en comodato al municipio por el Museo Naval Argentino en 1967. No es un cañón cualquiera. Formó parte de las defensas instaladas por el presidente Domingo Faustino Sarmiento en la isla Martín García, para el cuidado de las costas rioplatenses.
Por eso el cañón en la plaza bahiense apunta al canal Maldonado, asumiendo ese arroyo la representación del Río de la Plata.
El cañón es del tipo Rodman, en referencia a su inventor, el artillero norteamericano Thomas Jackson Rodman, fabricado en Boston, Estados Unidos, en 1873. Entre sus características están la de ser cargado por la boca, tener estríado su interior y forma acampanada en la base, dándoles una apariencia de botella.
Era capaz de disparar un proyectil de media tonelada a más de 7.300 metros.
El color blanco que luce la pieza y sus accesorios fue adoptado a partir de indicaciones del Museo Naval, por considerar que así estaba pintado en su época. Ahora esa situación se puede modificar. En las últimos días se ha encontrado documentación que podría modificar esa característica de manera drástica.
Colores
Documentos hallados en el Archivo General de la Nación por el Grupo Conservacionista de San Pedro revelan que los cañones utilizados en la Batalla de Obligado y dejados para proteger la costa, eran rojos, negros y blancos, según una distribución que también fue rápidamente graficada.
Negro y rojo, principales colores del cañón original
El Grupo identificó manuscritos del general Lucio Mancilla, el oficial Francisco Crespo y el gobernador Juan Manuel de Rosas, aportando datos sobre los colores de las baterías utilizadas durante la Guerra del Paraná.
La primera nota tiene fecha 29 de diciembre de 1845, solicitando provisión de pintura colorada, blanca y negra, para “repasar las cureñas y el armón de la artillería volante”, además de pedir aceite de linaza, aguarrás, lona, tachuelas y pinceles.
La segunda es de enero de 1846 y detalla “los artículos necesarios para pintar los cañones: dos barriles de pintura punzó (rojo fuerte); uno de pintura negra; dos garrafones de aceite de linaza; uno de aguarrás; dos arrobas de tiza para macilla y cuatro pinceles".
Una de las notas solicitando pintura
La tercera es una respuesta del Gobernador Juan Manuel de Rosas, ordenando el envío de los materiales detallados.
Sin camuflaje
“El pedido de pintura denota la relevancia que se daba a los colores con los cuales se destacaban las fuerzas desplegadas. Al contrario de la lógica militar actual, donde el camuflaje debe ser lo más perfecto posible, en la Guerra del Paraná, primó todo lo contrario”, señalan los investigadores.
No sólo los uniformes estaban confeccionados con colores fuertes y vivos (Patricios, Colorados del Monte) sino también las piezas de artillería. "Tal vez se buscaba sobredimensionar el poder de fuego, haciéndolas bien notorias a los ojos de los enemigos”, explican.
El equipo del Museo Paleontológico estimó que el rojo, color principal del ejército federal, fue utilizado en las cureñas o cuerpos de madera. El negro se aplicó al cuerpo cilíndrico del cañón y el blanco a los accesorios metálicos, como las ruedas, el gancho de arrastre y el calibrador de tiro. Esta combinación destacaba a la artillería entre la vegetación de las barranca.
De verificarse esta investigación, es posible que el cañón local --un pedazo de la historia argentina-- también deba reconvertirse, llamativo y original, del blanco puro al multicolor,