Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Tras el resultado, llega la hora de los interrogantes

La columna de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   Tal vez con menos diferencia que la que se presagiaba hasta no hace más de 48 horas, Alberto Fernández se convirtió anoche en el nuevo presidente de los argentinos, tras una victoria en primera vuelta por algo más de siete puntos sobre Mauricio Macri, quien reconoció su derrota pasadas las 22 y felicitó a su rival. 

  Presidente saliente y entrante, por iniciativa de Macri, desayunarán esta mañana en la Casa Rosada para iniciar el proceso de transición hasta el traspaso del mando el próximo 10 de diciembre.

   La victoria de Alberto, más ajustada que lo que habían reflejado aquellos casi 16 puntos de diferencia de las PASO, fue posible en un primer y rápido análisis merced a la unidad de las distintas fracciones del peronismo, una conjunción que de todos modos el paso del tiempo, en especial el devenir de los próximos meses,  dirá cuánto tuvo de oportunismo para conseguir recuperar el poder, y cuánto de alianzas fundadas más en el espanto que en el amor que tuvo como objetivo exclusivo y declarado en infinidad de ocasiones, desplazar al "neoliberalismo macrista", como lo definió Cristina Fernández.

   Para Macri no hubo milagro. No le alcanzó su titánico esfuerzo del último mes tras la estrepitosa caída de las PASO, patentizado en las marchas del "Sí, se puede", pese a que el empujón final que le imprimió al conteo de votos en el escrutinio provisorio se basó centralmente en sus espectaculares victorias como la ocurrida en Córdoba, donde le propinó una verdadera paliza al presidente electo, o impensadas victorias como en Santa Fe, Mendoza y Entre Ríos.

   El presidente, hay que decirlo, pagó caro su impericia para enderezar los graves problemas de la economía durante sus cuatro años de gestión. Tanto que la mayoría de los indicadores sensibles de la vida cotidiana de los argentinos son hoy peores que los que recibió de manos de la ahora vicepresidente electa. 

   Axel Kicillof, el gobernador electo de Buenos Aires tras su contundente victoria sobre María Eugenia Vidal, se encargó anoche de machacar: "Dejan tierra arrasada", le endilgó por igual al presidente y la gobernadora.

   Justamente la profundidad de la derrota del macrismo en la provincia se convertía en el factor clave de la victoria del Frente de Todos para compensar aquellos resultados a priori impensados como los éxitos de Juntos por el Cambio en tres de los cuatro distritos electorales más importantes del país.

  La visión cualitativa del triunfo de Fernández sobre Macri, paradojas de la política, deja abiertos unos cuantos interrogantes que seguramente no serán zanjados con el simple traspaso del mando el 10 de diciembre. 

   Signos abiertos que competen en general a cómo será el devenir de la política en los próximos meses y seguramente en los dos años que restarán  hasta las elecciones de 2021.

   Uno de esos interrogantes en el corto plazo tiene que ver con la expectativa que ha generado el regreso del peronismo al poder, en medio de cifras alarmantes de pobreza, marginalidad, castigo a los bolsillos ciudadanos y desempleo creciente. ¿Podrá el gobierno del Frente de Todos calmar la impaciencia de esos sectores, en especial a la luz del hartazgo social que viene de provocar en Chile la crisis de representación más grave de su historia reciente? 

   Sólo cabría recordar para entender la gravedad de la pregunta, que un influyente "dueño de la calle" como el piquetero Juan Grabois, de quien se dice que cuenta con la protección vaticana, dijo hace dos semanas que Alberto tendrá "100 días de gracia". Nada, si se mensuran las enormes asignaturas pendientes para satisfacer aquellas necesidades que estarán intactas al día en que su rival se coloque la banda presidencial.

   El otro, tal vez mas temerario pero sobre el que no han dejado de llamar la atención tanto observadores y analistas locales como del exterior, es si una vez puesto a rodar, el gobierno de Alberto podrá contener, y durante cuánto tiempo, la presión interna de la coalición peronista que lo llevó a la victoria. 

   En modo especialísimo de sectores radicalizados como La Cámpora, parte de aquellos movimientos sociales como la CTEP, sin dejar de lado ni mucho menos el rol de Cristina Fernández, preventivamente recluida a un notorio segundo plano que despierta tantas o más dudas que si hubiese sido ella misma la candidata presidencial. 

   Los discursos de barricada de anoche en el palco de la victoria del cristiperonismo por parte de la expresidenta y del flamante gobernador electo de Buenos Aires no harían presagiar de movida que aquellas preocupaciones sean del todo infundadas.

  Del mismo modo que deberá verse sobre el terreno si el alineamiento incondicional a Fernández de parte de los gobernadores peronistas, que siempre suelen defender sus propios territorios e intereses, se extiende en el tiempo mientras el presidente electo trata de hacer equilibrio con la manta corta que le dejará su antecesor.

   Macri, a su vez, es generador de esas preguntas sin responder, y que solo el paso del tiempo de aquí a los primeros meses del año que viene se podrían empezar a dilucidar. ¿Seguirá siendo Macri aún desde el llano el líder de la oposición todavía nucleada en torno del sello Cambiemos? En la misma medianoche de este día tenso había altos funcionarios del gobierno ligados a Marcos Peña que aseguraban que Macri mantendrá ese rol de jefe del principal partido de oposición, un dato que encontraba interpretaciones diversas según los porcentajes de la pelea con Fernández. 

   Se explican: una derrota amplia del ingeniero ante el abogado lo hubiese dejado malherido para la pelea que seguramente le propondrán una vez fuera de la Casa Rosada dos dirigentes puros de Pro como Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal. La misma pelea a la que ya anunció que se subirá el radical Alfredo Cornejo. A la luz de los datos oficiales que se conocían al filo de la medianoche, no parecería ser el caso. 

   Por último, todo pareciera indicar por los resultados que Cambiemos asoma como una fuerza opositora en el Congreso capaz de, al menos, comprometer las mayorías automáticas que el FdT suponía que conseguiría en los tanteos previos. Con una tropa que se estima en alrededor de 110 diputados y 24-25 senadores, deja viva a la fuerza que probablemente continuará conduciendo el saliente presidente.