Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Es de Colombia, tiene síndrome de Down y Bahía le abrió la puerta de la inclusión

El domingo participó de la carrera que Integrar organiza desde hace varios años.

Fotos: Pablo Presti y Rocío Zabalza-La Nueva.

Por Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com

       Pablo Goicochea / pgoicochea@lanueva.com

 

   Estaciona una camioneta frente a su casa. Juan se emociona.

   Se levanta del sillón, gesticula, corre hacia la puerta y la abre.

   Abraza con fuerza.

   Es su papá. Su ídolo.

   Juan Gómez, también conocido como Juancho, es un chico con síndrome de Down. Tiene 20 años, nació en Cartagena (Colombia) y llegó a Bahía el año pasado, cuando su familia viajó por trabajo.

   Magda y Álvaro son sus papás. Y Laura, su hermana: tiene 22 años y vive en Colombia.

   Juan es muy cariñoso, tiene un vínculo muy especial con su papá y ama el deporte. Es hincha del Deportivo Cali y de River. Es casi imposible sacarle la gorra del “Millo”.

   —River es el equipo de su entrenador, con el que hace ejercicios por la tarde. Entonces Juancho se volvió hincha de River —cuenta Magda, la mamá.

    A Juan le gusta el fútbol, pero también el básquet. Y forma parte de la escuelita de básquet de Integrar, la asociación bahiense de padres de chicos con síndrome de Down.

   El año pasado viajó a Buenos Aires con sus compañeros. Fue en colectivo, durmió lejos de sus papás y compartió todo un fin de semana con chicos de otras ciudades. Para él, y sobre todo para su familia, fue todo un desafío.

     Su mamá reconoce que Argentina y particularmente Bahía le permitieron a Juan crecer mucho.

   —Es una ciudad muy incluyente. Barranquilla [ciudad en la que vivían antes de llegar a la Argentina] tiene más de un millón de habitantes, es muy difícil dejar que los chicos anden solos. Acá uno los ve más independientes.

   Magda asegura que la clave para tratar a personas con síndrome de Down es la paciencia porque ellas “tardan en procesar las ideas”. Y destaca que en Bahía mucha gente la tiene: cuando su hijo va a la verdulería o al quiosco siempre alguien lo ayuda.

   Lo mismo pasa cuando va a la escuela. Al colegio Del Solar, donde cursa quinto año de secundaria, van muchos chicos con síndrome de Down. Por eso, cuando llegó Juan, nadie lo miró como si fuese un bicho raro. Se adaptó rápido y formó amistades.

    Su materia favorita es Matemática. Y dice que en un futuro quiere trabajar. No sabe de qué, aunque reconoce que le gusta mucho el teatro.

   Habla de proyectos y su mamá se emociona. Es que antes de venir a Argentina, ni siquiera imaginaba que su hijo pudiese graduarse de la secundaria.

   —Es muy duro cuando te estrellás con una sociedad que no te abre las puertas. Un pediatra reconocido de Colombia me dijo ‘él [por Juan] difícilmente pueda hacer algo’... Pero el mundo hoy en día te demuestra todo lo contrario.

   Juan pudo. Pudo mucho.

   —Muchos chicos lograron cumplir sus sueños porque tuvieron una familia y un entorno que se los permitió. No los escondieron, no los guardaron, como todavía pasa [...] Hay que hacer un trabajo con las familias porque los primeros obstáculos de nuestros hijos somos los padres que no los dejamos hacer por miedo.

    Con la camiseta de la inclusión, la gorra de River y sus zapatillas deportivas, Juan participó el último domingo de la carrera “Yo corro por la inclusión”, que organiza Integrar desde hace varios años.

   Caminó junto a su papá y Érika, una de sus amigas.

   La adolescente, que va al colegio con Juan, cuenta que su amigo es muy bueno y muy compañero. Y aprovecha para dejar un mensaje.

   —Que los chicos sean más comprensibles porque ellos pueden tener una discapacidad pero son más buenos que otras personas que no tienen discapacidad. Que los incluyan más.

  Juan está contenido y es feliz en Bahía. Pero cuando le hablan de Colombia, se le ilumina la cara. Dice que extraña. Extraña mucho.

 —¿Qué extrañás? —le pregunta su mamá.

 —A Jakie —responde sin dudar.

  Jakie es su mejor amigo, con quien jugaba PlayStation todas las tardes.

   La amistad es muy importante en la vida de Juan. Y en Bahía también tiene lo suyo.

   —¿Quiénes son tus amigos acá? —le vuelve a preguntar la mamá.

   —Maia, Lucía, Mariela, Érika, Facundo, Mateo y Matías —dice.

   No necesita pensarlo. Lo dice de corrido. Son los amigos con los que comparte mucho más que un par de materias.

   Los fines de semana siempre se juntan. Shopping, cine, centro o parque, son algunas de las salidas que suelen hacer. Y Juan se prende. Le gusta salir, como a la mayoría de su edad.

   —Los chicos con síndrome de Down no son diferentes al resto, simplemente tienen un ritmo diferente —asegura su mamá.

 

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