Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Nuevos estacionamientos para discapacitados: entre el respeto y la falta de empatía

Creada la figura por una ordenanza del HCD, la colocación de sus carteles comenzó a notarse en la ciudad hace pocas semanas. Mientras que algunos destacan el éxito de la medida, otros lamentan que ni así se respeta a los derechos del prójimo.

Fotos: Pablo Presti-La Nueva.

por Federico Moreno / fmoreno@lanueva.com

   Mariela Pierini vive a pocos metros de la rotonda de Urquiza y Casanova, un sector caracterizado por la presencia de varios comercios, y tiene un hijo de 22 años que se mueve en silla de ruedas.

   “La medida del lugar asignado para estacionar  nuestro auto adaptado y la demarcación del mismo me parecen geniales, las celebro. Pero lo que sigue faltando es empatía por parte de la gente: muchos me estacionan el auto en el espacio reservado, pensando ‘total bajo por 5 minutos’, pero no saben que justo en esos 5 minutos mi hijo puede llegar a casa. Y lo peor de todo es que cuando los enganchás y les decís algo, en vez de darse cuenta de lo que hicieron y pedirte perdón, te discuten, te niegan tu derecho y hasta me han rayado insultos en el capot del auto”.

   La ordenanza municipal 19.182 se sancionó en diciembre de 2017 contemplando la creación de espacios de estacionamiento para personas discapacitadas en el frente de sus viviendas, y en julio de 2018 se la añadió un listado de centros de rehabilitación kinésica donde también corresponde reservar espacios.

   Los primeros carteles –rojos y azules, con el dominio de hasta dos vehículos cada uno y el símbolo de discapacidad—comenzaron a colocarse hace un par de meses, pero el grueso de los mismos se instaló en las últimas dos semanas.

   Según informó la Dirección de Accesibilidad e Inclusión municipal, hasta el momento se delimitaron 2 espacios en institutos de rehabilitación –sobre los 6 que se determinó que cumplen con los requisitos en Bahía Blanca—y 14 en viviendas particulares.

   El trámite para solicitarlo, que lo pueden hacer aquellas personas con discapacidad motriz o intelectual severa y/o profunda, se realiza en Lamadrid 237, donde se debe presentar, entre otras cosas, el Certificado Único de Discapacidad y la escritura o contrato que demuestre residencia en la vivienda donde se reservará un box de estacionamiento.

   Elba Menchini vive en San Juan el 300 -–casi Nicaragua—y su hija, que tiene una discapacidad mental, tiene serias dificultades para caminar.

   “Toda la vida fue un drama trasladarnos, pero hacía años que en Buenos Aires, a donde viajamos muy seguido por la salud de mi hija, veíamos que estaba este beneficio. En ese momento preguntamos si en Bahía se podía hacer, pero en la Municipalidad nos dijeron que no, hasta que hace poco mi marido vio el primer cartel de este tipo en la calle, así que gracias a Dios ahora se puede”, expresó la vecina de barrio Universitario.

   “Para mí es un gran beneficio esto, porque antes entre toda la gente que venía al jardín de infantes de acá a la vuelta y a la inmobiliaria que tenemos acá al lado, nunca se podía estacionar. Ahora la gente lo está respetando a rajatabla, estoy muy agradecida”, agregó Menchini.

“No puedo contarle a cada uno la historia de mi vida”

   La vida de la familia de Mariela Pierini cambió, hace exactamente cinco años, en un abrir y cerrar de ojos, cuando su hijo Ulises, por entonces de 17 años, dejó de caminar de la noche a la mañana.

   “Mi hijo gracias a la contención que recibe va superando lo que pasó, estudia en la universidad, maneja, pero el tema de llegar a casa es siempre remar contra la corriente. Nosotros hemos pensado todo, yo le planteé mudarnos -–viven en Urquiza 552—porque en esta zona hay muchos comercios, hasta mandé cartas a la Municipalidad pidiendo que cambiaran el sentido de la calle para que él pudiera bajarse del lado de la vereda, pero hasta la hicieron más angosta con la ciclovía”, lamentó Pierini.

   Pero lo peor de cada día, aun con el cartel y el espacio delimitado hace dos meses, es lidiar con las personas desubicadas y faltas de empatía.

   “Piensan que como bajan a comprar pan salen en cinco minutos, justo en ese momento no va a pasar nada. Pero mi hijo llega, ve su lugar tapado, tiene que dar vueltas y vueltas o a veces hasta me tiene que ir a buscar a mí al trabajo para que lo ayude a bajarse”, lamentó la madre de Ulises.

   “Y lo más grave, lo que más lo indigna a uno, es que cuando salgo de casa y les digo el mal que están causando, me contestan, me insultan, me preguntan por qué nos dieron ese privilegio, y hasta nos hayan rayado un insulto en el capot. Llamar a la grúa ni siquiera es una opción, porque para cuando llega, el auto ya se fue. Los únicos que han recapacitado, y digo esto porque son siempre los mismos y los reconozco, son aquellos a los que les conté de la discapacidad de mi hijo, pero no puedo contarle a cada uno la historia de mi vida”, lamentó Mariela.

   “A mí no me gusta ejercer la violencia ni contra las personas ni contra los vehículos, lo máximo que he hecho fue pegar un cartel con cinta en el parabrisas del conductor, como haciéndole saber que estaba en falta. Pero creo que la Municipalidad debería hacer algo más con el tema de las multas, que por ejemplo me permitan mandar una foto con la patente del auto en infracción”, agregó.