Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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"Anoche me pasó algo horrible", el relato viral de una chica en Facebook

Contó algo que le pasó tras salir de un boliche en Capital Federal.
Foto ilustrativa (shutterstock.com)

   Una chica publicó en Facebook un texto contando algo que le pasó durante la madrugada del domingo pasado en Capital Federal.

   El relato de Antonella Pedrido superó en pocos días los 12.000 compartidos y, si todavía no lo leíste, acá podés hacerlo:

   Anoche me pasó algo horrible. Bah, puedo decir que no me pasó nada, pero fue horrible de todas maneras. Era ya domingo, 5 AM, salía del boliche con amigas. El ritual de memorizar patentes y avisar cuando llegamos es totalmente normal. A veces vamos contándonos vía WhatsApp hasta el nombre del chofer y el recorrido. Paranoia, diría Freud. Patriarcado, diría yo.

   Éramos 4. Yo soy la que vive más lejos, no me quería quedar en lo de alguna de las chicas porque había dejado a mi perro solo, y la verdad es que quería levantarme tranquila al otro día. Además, no quiero llegar a dejar de hacer cosas por miedo. Quiero vivir con libertad, aunque eso implique hoy, lamentablemente, ser valiente. Con lo cual, emprendí esas dos cuadras sola. Mis amigas ya estaban en el taxi o en la puerta de su casa. Se ofrecieron a acompañarme, pero la realidad es que una u otra, todas estaríamos expuestas en algún momento. Y yo me considero la menos vulnerable de las cuatro, no solo porque soy la más grande en tamaño y eso me juega a favor, sino porque conozco más Capital Federal que ellas, que son del interior. A su vez estoy muy acostumbrada a manejarme sola de noche. Caminé las dos cuadras, súperatenta. Rápido. No quería perder un colectivo a esa hora. Llego a la cuadra de la parada, Bulnes y Córdoba. En la esquina, un hombre (no había parada de colectivo ahí). Igualmente voy a la parada que está unos 20 metros sobre Bulnes. Cada tanto giro, para chequear qué sucede con aquel tipo. "Que no se acerque", pensaba. Y al segundo: "Pobre, capaz que es un buen flaco y yo paranoiqueando".

   Le mando un mensaje a las chicas porque enfrente mío había una Trafic blanca estacionada, pero en marcha, sin luces. Hice esfuerzo para ver la patente y mandársela a las chicas. Les avisé: "Tengo miedo, pero hay taxis, así que me siento más segura. Igual me puse en la entrada de un edificio como si me estuviesen por abrir la puerta". En eso, la Trafic avanza muy lentamente. Mi cara era pálida. No sabía qué hacer, no podía ni continuar con el acting de que iba a abrir. Baja el vidrio y un hombre me invita a subir, haciendo gestos con la cabeza, detenido, enfrente mío. El tipo que estaba en la esquina ya no estaba. Le grité "¡salí de acá, la concha de tu madre!". Estaba sola en la cuadra. El tipo se rió. La Trafic avanzó muy lentamente y finalmente cruzó la calle. Estacionó a dos cuadras o una y media. "Si la veo venir me voy corriendo", pensé y texteé. En eso, pasa un flaco, que obviamente miro atenta. Me pasa y a los metros se detiene.

   —¿Estás esperando el colectivo?

   —Sí

   —Bueno, te acompaño.

   —No, no hace falta. Gracias.

   (Moría por una compañía, pero ¿quién me aseguraba que el chabón era bueno?)

   —Te noto muy preocupada, quedate tranquila. Yo espero a que venga tu colectivo. Te muestro mi DNI para que te sientas segura.

   Me lo muestra. Y lo texteo a las chicas, que ya me habían llamando desesperadas, porque hacía 5 minutos no contestaba el WhatsApp. Lloro de la indignación, frente al flaco que intentaba demostrarme de todas maneras que era una buena persona y que realmente solo me quería ayudar. Pensaba: "¡Qué tarada! ¡Más vulnerable no me puedo sentir! ¡No puedo estar así! ¡Qué mierda todo esto! ¡No paran de caerme lágrimas! Se me nota a leguas el miedo... Espero no estar cayendo en una trampa... Igualmente ya les mandé su nombre a las chicas".

   Agradecí aún con algo de desconfianza al muchacho que decidió acompañarme y que se esforzó por hacerme sentir mejor. "Si pasa algo, vos corré que yo pongo el cuerpo", me decía.

   Finalmente llegó el 128. Saludé con la cabeza. Lloré todo el trayecto a casa, en silencio, pensando en quienes no tuvieron mi suerte. Quienes no se cruzaron con alguien que hizo de guardaespaldas. ¡Qué injusto! ¿¡Por qué necesitamos de un guardaespaldas!? ¿Por qué hasta del guardaespaldas tenemos que tener cuidado?

   Como les anticipé: no me pasó nada, pero quiero que sepan que me pasó de todo.

   Esto es algo de lo que vivimos a diario. Todas. No es sano. No es libertad.

   No solo yo la pasé mal en la calle. Mis amigas aún estando en sus casas sintieron miedo por mí. A todas nos pasa lo mismo, séamos nosotras o no quiénes estemos en una situación vulnerable. Sentimos lo que la otra. Porque sabemos, porque todas lo vivimos a diario.

   ¡BASTA!

Mirá también la segunda parte de este relato.