Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Las razones de la debacle italiana

Campeón en 1934, 1938, 1982 y 2006 y subcampeón en 1970 y 1994, la debacle comenzó paradójicamente luego de levantar el último trofeo en Alemania cuando derrotó en la tanda de los penales a Francia en el estadio Olímpico de Berlín.

Después de 60 años y catorce participaciones de manera ininterrumpida, Italia faltará a un Mundial. Como en Suecia 1958, no acudirá a la próxima cita ecuménica a disputarse en Rusia 2018. La eliminación del seleccionado azzurro provocó la enorme decepción de los tifosi y profundizó una crisis futbolística que progresivamente se fue gestando de un tiempo a esta parte.

Campeón en 1934, 1938, 1982 y 2006 y subcampeón en 1970 y 1994, la debacle comenzó paradójicamente luego de levantar el último trofeo en Alemania cuando derrotó en la tanda de los penales a Francia en el estadio Olímpico de Berlín.

Desde entonces no superó la fase clasificatoria en Sudáfrica 2010 (fue 4° en el Grupo F detrás de Paraguay, Eslovaquia y Nueva Zelanda) y Brasil 2014 (terminó 3° en el Grupo D por debajo de Costa Rica y Uruguay) y además soportó otras frustraciones en la Eurocopa de los años 2008 (cuartos de final), 2012 (cayó por estrepitoso 4-0 con España en la decisión) y 2016 (cuartos de final).

Esa manifiesta irregularidad relegó claramente su posición en el ranking de la FIFA, hoy determinante para confeccionar el orden de los 32 países que estarán en el sorteo del venidero 1 de diciembre. Italia, durante muchas temporadas en el podio de selecciones, ocupa actualmente el puesto número 15 y está precedida, entre otros representativos, por Polonia, Perú o Gales, lo que es un reflejo del momento por el que atraviesa su escuadra nacional.

Sin talentos emergentes, la ausencia de una figura ilustre como lo fueron Alessandro Del Piero, Francesco Totti o Andrea Pirlo también condiciona la jerarquía colectiva. Ningún jugador, ni siquiera Marco Verratti –pilar del PSG francés–, ha asumido ese rol de actor protagónico que marque diferencias en circunstancias delicadas.

Incluso sus principales referentes superan los 30 años y por estos días anunciaron su retiro del equipo. Más allá de su liderazgo, Gianluigi Buffon (39), Andrea Barzagli (36), Daniele de Rossi (34) y Giorgio Chiellini (33) ya no estarán en el futuro.

Otra causa del mal trance es su devaluada competición interna. Juventus ejerce un dominio a voluntad en el calcio –lleva seis scudettos consecutivos–, aunque no logra cristalizarlo en Europa, con dos finales perdidas en 2015 frente a Barcelona y 2017 con Real Madrid. Inter y Milan están lejos de su apogeo, mientras Napoli, Roma y Lazio tampoco consiguen afirmarse en los torneos continentales.

Por último, la apuesta por Gian Piero Ventura puso en evidencia un grave error de las autoridades de la Federación Italiana. Sin el aval de una trayectoria en clubes de gran exigencia (dirigió en Cagliari, Messina, Verona, Pisa y Torino), el director técnico fracasó rotundamente en su tarea.

En las Eliminatorias, y en el Repechaje ante Suecia, Ventura no halló una línea de juego definida, falló en algunas convocatorias y dejó en el banco de suplentes al mencionado De Rossi y al goleador Lorenzo Insigne cuando el equipo estaba obligado a ganar en el partido revancha. Sin un plan específico y con decisiones equivocadas, era bastante previsible sentenciar un revés de tales dimensiones.

Ya despedido de su cargo, suenan para sucederlo Carlo Ancelotti (el favorito), Massimiliano Allegri, Roberto Mancini y Antonio Conte. En esos nombres confían para apuntalar la pretendida refundación.

El famoso catenaccio ha perdido su fortaleza. Italia necesita más que nunca recuperar el carácter y la solidez que lo distinguieron y lo convirtieron en una de las máximas potencias del fútbol mundial. Con un poco de audacia, una imperiosa renovación y un experimentado entrenador capaz de enderezar el rumbo, seguramente podrá salir de esta etapa gris con marcados tintes negros.