Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Justo ahora, a Cristina se le viene a complicar la cosa con una de espías

La bomba que tiró el fiscal Nisman le “escupió el asado” del plan de campaña electoral al gobierno para enfrentar las PASO y las primarias presidenciales de octubre. El desopilante argumento del jefe de Gabinete.

Primera -y no tan difundida- conclusión del novelón de espías mezclados con funcionarios y piqueteros que subió a la primera plana de los diarios la denuncia del fiscal Nisman: a Cristina Fernández y al gobierno le complica hasta lo indecible su plan de campaña electoral hacia las PASO de agosto y las presidenciales de octubre.

Justo ahora, que ella y su equipo planeaban arrancar con una serie de demostraciones veraniegas, que se extenderían luego por todo el país hasta que llegue el otoño, con un único propósito: mostrar la excelente gestión de la doctora, los éxitos conseguidos por su gobierno, el boom de consumo que entretiene a los ciudadanos y justifica, por caso, que de manera insólita este año nadie haya salido a “cacerolear” o prender fuego los contenedores de basura pese a que hay cortes de luz todos los días y medio país sufre los efectos de la falta de energía.

El plan incluía (en una de esas todavía lo hace) poner en las nubes el acuerdo comercial con China, y presencias aquí y allá de la doctora para proclamar desde los escenarios que este es el único modelo que puede seguir gobernando, no importa si tiene que tragarse el sapo de bendecir por necesidad y urgencia al demonizado Daniel Scioli; o que si los argentinos votan a cualquier variante de la oposición sobrevendrá el caos, como vaticinó el saliente Eugenio Zaffaroni, para gusto y placer de la Casa Rosada.

Una segunda conclusión, que explicaría el desordenado y por momentos estrambótico despliegue de funcionarios para salir al cruce de las acusaciones del fiscal, sostiene que al gobierno todo le cayó encima con el peso de una bomba.

"Justo ahora", fue la frase más repetida entre ministros y secretarios que se preparaban para encarar aquel raid destinado a vocear tantos aciertos.

Lo que lleva ineludiblemente a la siguiente probanza: nadie en el oficialismo pudo, o fue capaz, de anticipar la jugada, lo que corrobora que desde que Cristina ordenó entablar una guerra de vida o muerte contra la Justicia y contra algunos jueces puntuales, si algo ha perdido la doctora es el otrora y eficiente "manejo" de los pasillos de Comodoro Py.

La reacción absolutamente improvisada del gobierno fue fruto de ese estado de perplejidad absoluta en el que cayeron durante largas horas.

Si hasta hubo voceros que recomendaron escuchar a la presidenta el miércoles por la tarde, durante un acto en Olivos, con representantes de la industria vitivinícola, horas después del misil lanzado por el fiscal.

Sorpresa: ella no dijo una palabra. ¿Cómo decirla, si nadie sabía -ella incluida-, y siguen sin saber, hasta dónde llega la investigación que Nisman dice tener en sus manos y que todavía no ha dado a conocer?

Valen dos ejemplos. Aníbal Fernández salió ese día a regar por todas las redacciones la versión según la cual Nisman disparó justo ahora porque se enteró que la jefa de todos los fiscales, Alejandra Gils Carbó, lo tenía en la mira y se disponía a reemplazarlo al frente de la fiscalía especial que investiga el atentado a la Amia.

Puede que tenga algo de razón, pero no sería por eso: cuando Nisman profundizó la investigación y las escuchas, la funcionaria ultrakirchnerista ni siquiera era Procuradora. Eso fue después, cuando Amado Boudou reclamó y obtuvo la cabeza de Esteban Righi. A menos que Aníbal crea, y pretenda que todos lo crean, que Gils Carbó ya planeaba el desplazamiento desde aquella época.

Y el segundo fue -como no podía ser de otra manera- el enorme exabrupto de Jorge Capitanich: sin ponerse colorado, dijo que el ataque de Nisman es un combo en el que participan “Clarín” y “La Nación”, poderosos empresarios, el exespía Antonio "Jaime" Stiusso, la CIA y el Mossad israelí, para tapar la cantidad de gente que este año veranea en Mar del Plata. Un buen chiste, si no fuese porque ofende la inteligencia de quienes lo escuchan y hasta la suya propia.

La orden de Cristina, después de tanto desasosiego, es disparar munición gruesa contra el fiscal cuando se lo crucen mañana en la reunión de la Comisión de Legislación Penal que preside la macrista Patricia Bullrich. Ya lo dijo Diana Conti tras recibir el correspondiente papelito de la jefa: "vamos a ir con los tapones de punta".

El gobierno, si algo busca por estas horas, es justamente aquello que le impide florearse en lo que queda de la temporada y más allá también: bajar de las primeras planas la investigación contra la presidenta. Que quede claro: en la Casa Rosada insisten con el dato. "Vamos a defender a Cristina".

¿Y el resto? Que se arreglen como puedan, desprotección oficial que también alcanza al inefable Héctor Timerman, que por las órdenes que recibió de tomar protagonismo para atacar a Nisman logró salvar su propia cabeza, al menos de momento.

El miércoles, antes de que cayera la bomba, era casi un excanciller, después del papelón en Francia y encima de envalentonarse con su reconocimiento de que no consultó con la mandataria y que no se arrepentía por ello. Nisman, vaya paradoja, le consiguió tal vez algunas semanas extras al frente del Palacio San Martín.

Cristina deberá digerir otras malas noticias mientras procesa el escándalo AMIA: se le cae, probablemente hasta 2016, cuando ya no esté en el gobierno, la designación de fiscales ad-hoc, cuya misión era frenar las causas por corrupción en el tránsito hacia la despedida del poder.

Evitar recorridas por los tribunales una vez en el llano le resultará bastante más complicado. Hasta, dicen en la Casa Rosada, que algún pase de facturas por ese fracaso hará temblar las paredes.

Otra: sus operadores en el terreno, De Vido, Zannini y tal vez Capitanich, no han hecho la tarea encomendada de frenar la andanada de adelantamiento de elecciones en las provincias, varias de ellas "no amigas" (Santa Fe, Córdoba, Capital Federal, Neuquén, tal vez Mendoza), que por si faltase algo, viene a agigantar el fantasma tan temido: que una serie de derrotas jalonen, como acto premonitorio, el tránsito hacia las presidenciales de octubre.