Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Malvinas: La medicina en combate

Por Osvaldo Jorge Palacio.

 Desde el inicio de los ejércitos, siempre ha estado un galeno presente en los campos de batalla, no para atender a los heridos (aunque también lo hacían), sino para el cuidado y atención del rey o jefe de esa fuerza.




 Fue Roma la que creó un ejército organizado y permanente, con sanidad militar estable. Los romanos contribuyeron muy poco al desarrollo de la medicina, pero aportaron mucho a la cirugía, gracias al ejército y a las campañas en las que estuvo inmerso.




 En un escenario bélico, del desempeño de los equipos de sanidad depende el éxito de cualquier misión. El sistema siempre se ha preparado para ayudar a reducir considerablemente el número de bajas propias y, muchas veces, las ajenas.




 Islas Malvinas, 1982: "El sargento primero Castillo sintió la explosión de un cohete. El humo invadió todo. Después, una granada lo hirió en el tórax, arrojándolo sobre Pedroso, que lo seguía". Luego, la sanidad militar entró en escena.




 La guerra priva al hombre de la conservación de la vida y es allí cuando la situación desborda y surge el miedo. La batalla altera a sus protagonistas.




 La asistencia inmediata, el traslado de heridos, el manejo del trauma agudo, de los quemados o la adopción de protocolos fueron algunos de los tantos asuntos que se resolvían a diario. Los cuadros hemorrágicos, la compresión de heridas y el manejo de la emergencia extrahospitalaria eran maniobras de cada momento.




 La actuación del personal de sanidad, como el de otras unidades, fue heroico y profesionalmente destacado. Malvinas fue la primera guerra efectiva del siglo último, sin antecedentes de la aplicación de la medicina en combate. Tampoco había profesionales que pudieran transmitir alguna experiencia en la asistencia de los heridos en acción.




 El hospital de Comodoro Rivadavia fue trasladado a Puerto Argentino, donde ocupó un edificio que había sido construido para hotel y que nunca funcionó, y se constituyó en la instalación más importante de la zona de combate. Había ciento veintidós efectivos, de los cuales cuarenticinco eran médicos, cuatro bioquímicos, dos farmacéuticos, veintiséis enfermeros y soldados.




 Su equipamiento consistía en radiología simple, laboratorio, seis mesas para cirugía, seis camas de cuidados intensivos, cinco camillas de reanimación y clasificación de heridos, con una capacidad de internación para ciento cincuenta pacientes.




 En la isla Gran Malvina, con treinta camas, trabajaba el puesto principal de socorro de la compañía tres, ubicado en un gimnasio. Estaba integrado por cuatro médicos, un bioquímico y un odontólogo.




 Al sur de la isla Gran Malvina, en bahía Fox, se destinó una sección de socorro, que contaba con tres médicos, un odontólogo, dos enfermeros y tres soldados. En ese lugar, no se disponía de capacidad quirúrgica y sólo se podía hospitalizar a treinta heridos.




 Por su parte, en la isla Soledad, cada una de las unidades instaló un puesto de socorro y, más tarde, se pudo disponer de los buques hospitales "Bahía Paraíso" y "Almirante Irizar". En ambas naves, se realizó cirugía general, maxilofacial y traumatológica. Funcionaron laboratorios de bioquímica y unidades farmacéuticas, junto con servicios de clínica médica, atención de quemados, cardiología, oftalmología, odontología, anestesia y enfermería. Otra cuestión significativa tuvo que ver con los heridos del combate en Darwin-Goose Green, que, al no poder ser evacuados, fueron atendidos por los británicos en el hospital de campaña de bahía Ajax.




 Siempre se asistió con premura a heridos y lesionados de los bombardeos y a quienes resultaban víctimas de la artillería naval, aunque la primera cirugía que se hizo no fue a un herido ni a un accidentado: se trató de una apendicitis.




 El "Bahía Paraíso" navegaba con ochenta y cinco profesionales y técnicos, diecisiete médicos, cuatro odontólogos, dos bioquímicos, dos voluntarios (un traumatólogo y un laboratorista), setenta y tres enfermeros y un capellán.




 En el "Irizar", embarcaron cuarenta profesionales y técnicos, catorce médicos, dos dentistas, dos bioquímicos, un sacerdote y veintiún enfermeros. Su dotación incluyó a enfermeras de Ejército, personal civil, en su mayoría. Este es un dato que adquiere significación, por la falta de difusión sobre el tema. Ellas que, con orgullo, ostentan, hoy, el reconocimiento de veteranas de guerra, son: Silvia Barrera, María Marta Lemme, Susana Mazza, Norma Etel Elsa Navarro, María Cecilia Riccheri y María Angélica Sendes.




 En la historia contemporánea, uno de los primeros ejemplos de barco hospital fue el "Red Rover", que, en 1860, ayudó a los soldados de ambos bandos, heridos durante la guerra civil estadunidense.




 En los dos grandes conflictos mundiales, algunos transatlánticos fueron transformados para esa tarea. Los barcos hospitales modernos lucen grandes cruces rojas, para contar con la protección de la Convención de Ginebra bajo la legislación bélica.




 Las afecciones más comunes fueron pie de trinchera, congelamiento de dedos, infecciones en la piel, anginas, neumopatías, otitis medias supurantes, micosis de piel, infecciones urinarias, apendicitis aguda y desnutrición. Los internados por heridas de combate conformaban poco más del diez por ciento del total de efectivos destacados en las islas, de los cuales más del ochenta por ciento pertenecía al Ejército.




 La mayoría de los heridos lo fueron por proyectiles de baja velocidad o esquirlas de munición de artillería y de bombardeo aéreo. Los atendidos en el hospital de Puerto Argentino, en un setenta y cinco por ciento, fueron conscriptos, mientras que el veinte fueron suboficiales y el cinco, oficiales.




 El transporte de las camillas se hacía de a pie, desde el lugar en que caía herido el combatiente hasta el puesto de socorro de la unidad; a veces, a varios kilómetros, transitando un terreno muy dificultoso para la marcha.




 Todo influyó desfavorablemente sobre los heridos más graves. En el puesto de socorro, se los reacondicionaba para continuar su viaje en ambulancia hacia el hospital. Inicialmente, este traslado se efectuaba por helicóptero, medio que demostró ser el más adecuado y que cada vez fue más restringido en su empleo, debido a la pérdida del techo aéreo argentino.




 Durante el conflicto contra Inglaterra, todas las unidades militares que actuaron en los teatros de operaciones Malvinas o del Atlántico Sur contaron con sus propios elementos de sanidad. Las fuerzas destacaron médicos, profesionales, enfermeros y otro personal que se asignó a los elementos del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. Todos actuaron al límite. Así, dieron respuesta a la demanda y se convirtieron en nexos fundamentales con los establecimientos que actuaron como ejes centrales de la atención médica.




 Al esfuerzo sanitario debe sumarse la capacidad de los hospitales permanentes de las bases navales y aeronavales y hospitales del Ejército de Ushuaia, Puerto Belgrano, Punta Indio, Río Santiago y Buenos Aires.




 La evacuación por vía aérea de heridos al continente en aviones era todo un tema. Se utilizaban los Hércules C-130 de la Aeronáutica y, desde que se tenía la noticia de la llegada de un vuelo, burlando el bloqueo inglés, se disponía de cuarenta minutos para evacuar a los heridos del hospital, recorrer los ocho kilómetros hasta el aeropuerto y transbordarlos al avión. A veces, hubo que retornar con los heridos, porque las aeronaves no descendían o debían decolar antes, por alertas rojas.




 Algunos oficiales médicos condujeron operaciones especiales y, además, cumplieron su arte de curar de manera eficiente. En Malvinas, prestaron servicios los capitanes médicos y comandos tácticos Hugo Ranieri (compañía 602) y Pablo Santiago Llanos (compañía 601).




 Como consecuencia de la experiencia recogida en la guerra, las jefaturas de sanidad comenzaron a reorganizar y reestructurar sus planes, tácticas y el perfeccionamiento de sus hombres, tras la búsqueda de un cambio de mentalidad, de hábitos y de técnicas.




 Un dato: iniciado el conflicto, las autoridades de la sanidad uruguaya planificaron el "Operativo Maíz", mediante el cual fueron habilitados el hospital militar y el hospital Maciel, de Montevideo, para recibir heridos de guerra. También se contaba con el hospital Británico, que habitualmente atendía a marineros, heridos y accidentados de buques mercantes, por la cobertura de los seguros marítimos.




 Durante las acciones, arribaron al puerto de Montevideo los buques hospitales ingleses "Herald", "Hecla" e "Hydra", que transportaron a más de quinientos soldados británicos heridos.




 La sociedad debe conocer los desvelos de nuestros hombres que eligieron el camino de la sanidad para servir al prójimo y a la Patria. Como testigos de sus servicios, quedan los testimonios de quienes, durante la guerra, salvaron sus vidas y vieron mitigados sus dolores y aliviado su sufrimiento.




 A ellos, pues, todo nuestro reconocimiento.

Fuentes: Libro La medicina en la guerra de Malvinas, de los tenientes coroneles médicos Enrique Mariano Ceballos y José Raúl Buroni. Medicina táctica. La evolución de la medicina durante las guerras, del Dr. Juan Pablo Pozzi. Ensayo Algunos aspectos de la atención sanitaria en la guerra de Malvinas, del coronel médico (R)VGM Enrique Mariano Ceballos. Archivos propios y recortes periodísticos.

Osvaldo Jorge Palacio (VGM) es periodista (palacios@delabu.com.ar).