Bahía Blanca | Domingo, 21 de diciembre

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Silvana Stabielli: “Comunicar bien permite tener más chances de obtener mejores resultados”

Asesora lengüistica de periodistas, influencer en sitios donde explica y enseña el buen uso de las palabras, Silvana Stabielli toma en este libro un camino práctico y didáctico para ayudarnos a ampliar nuestro vocabulario y encontrar las palabras más adecuadas a la hora de comunicar..

Atlas de palabras únicas (Editorial Planeta) es el título de libro de Silvana Stabielli, que busca incentivarnos para hablar mejor, a utilizar las palabras de acuerdo a su verdadero significado y, sobre todo, a ampliar nuestro vocabulario incorporando términos que, sin ser extraños, son poco considerados a pesar de resultar más adecuados para definir determinadas situaciones,

Profesora de francés, licenciada en Letras (UBA) y con un posgrado en Sociología de la Cultura, su personaje “Góngora” tiene 300 mil seguidores en Instagram (@gongora.ar) y en TikTok (@gongora.comoescribirbien), sitios donde aclara dudas, corrige errores y comparte claves para hablar y escribir bien.

Es además, desde hace 25 años, asesora lingüística en Canal 13 y en la señal de noticias TN, donde entrena a periodistas para que mejoren su expresión oral y escrita y puedan ampliar su vocabulario.

En entrevista exclusiva con La Nueva. habla sobre su libro, refiere situaciones en las que el lenguaje entra en crisis y otras en los cuales se convierte en la mejor de las herramientas.


¿Cómo describiría este Atlas de palabras única?

La palabra “atlas” es la primera palabra única de este libro que propone un viaje, una aventura de palabras. Es un libro que contiene láminas y mapas que permiten recorrer con la imaginación lugares exóticos y lejanos, ríos, montañas, bosques. El atlas da unidad a esa diversidad y tiene mapas de palabras que se ponen en acción a través de relatos de ficción.

Las palabras se explican por contexto, con la ayuda de un sinónimo o integrando la definición al relato. Además, en cada caso hay un glosario de seis palabras con definiciones de RAE. En el atlas hay guiños al arte a partir de situaciones que viven los personajes y hay elementos de mitología que sirven para agrupar los relatos y hacer un corte que incluye actividades.

¿Hay una idea de animar a sus lectores a incorporar palabras a su lenguaje diario?

Exacto, no es un diccionario ni un inventario de palabras para aprender. La idea es animar a los lectores a indagar, a buscar palabras útiles que no conozcan e integrarlas a su vocabulario. Las listas ayudan a elegir a partir de la curiosidad, en el relato se ejemplifica cómo se usa esa palabra y eso hace más fácil recordarla.

Siento que hemos perdido palabras apropiadas y precisas para describir pensamientos, percepciones y sentimientos. Como dice el personaje de “Ensalada de portobellos”, las cosas no son solo “tremendas” e “increíbles”. Ese tipo de adjetivos generalistas no dan cuenta de elementos precisos. Puedo decir que las “frutillas están tremendas”, pero ¿a qué me refiero?, ¿a su rebeldía, a su calidad, a su precio? Las frutillas están carnosas, maduras, brillantes, sabrosas; esas palabras describen mejor la calidad de las frutillas.

¿Cuál importante es elegir las palabras adecuadas a la hora de comunicar?
Elegir la palabra justa vuelve la comunicación más eficaz. Lo que intento en el libro es poner en valor es el poder de la lengua. En tiempos de innovaciones tecnológicas y profesiones específicas, es fundamental tener herramientas lingüísticas.

Por ejemplo, cuando se compite por un puesto, no alcanza con saber hacer lo que se pide, es imprescindible explicarlo con las mejores palabras. Comunicar bien asegura tener más chances para obtener los mejores resultados. En su Decálogo del perfecto cuentista, Horacio Quiroga define con precisión el brillo de la palabra justa: “No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo”.

¿Hay palabras que se usan asumiendo que tienen cierto significado cuando muchas veces es otro e incluso opuesto?

Sí, hay varios casos. Pienso en tres ejemplos. El adjetivo “plausible”. Creemos que significa: posible o viable, cuando en realidad quiere decir “recomendable, digno de aplauso”. La segunda es “reaccionario”, en general se lo interpreta como “persona que reacciona rápido o con facilidad”. Sin embargo, significa lo contrario: “que tiende a oponerse a cualquier innovación, conservador y apegado a las tradiciones”. El tercer ejemplo es un error muy común: “balazo”. Muchos creen que es sinónimo de "tiro" o "disparo”, pero "balazo" es la herida causada por el impacto de la bala.

Usted menciona que la mesura y la perfección están en crisis
En las primeras páginas, confieso tener una “configuración barroca”. Es decir, en términos estéticos prefiero lo impar, lo imperfecto y la profusión antes que la mesura, la proporción y la serenidad del estilo clásico. Estamos atravesando un tiempo de exceso e incertidumbre. Muchas de nuestras certezas hoy están en duda. El relato “El Volquete” pone el foco en la necesidad de llenar cada espacio vacío. Es un tópico que se llama horror vacui, “miedo al vacío”, hoy representado por la necesidad de pertenecer, por el terror de quedar afuera, eso que en las redes sociales se conoce como FOMO (fear of missing out). Tenemos que llenar todos nuestros vacíos porque el silencio y el anonimato son percibidos como una amenaza.

¿Qué beneficios se pueden obtener si uno amplía su vocabulario?

La pregunta sería por qué determinados términos son poco habituales. Podemos decir: “Imposible, fue un quilombo llegar”, todos lo entendemos, pero sabemos que “quilombo” no es apropiado en todos los registros. Para decir lo mismo, podemos aprender la palabra “odisea” y decir: “Imposible, llegar fue una odisea”. “Pensar” y “recapacitar” no son sinónimos. Si bien podemos decir: “Lo pensé mejor y mañana le voy a pedir perdón”, es bueno integrar una nueva palabra, mucho menos gastada, que la palabra “pensar”: “Recapacité y mañana le voy a pedir perdón”. Está muy bien decir “es muy callado”, pero la lengua nos da otras posibilidades. “Es muy parco”, “es lacónico, en una sola frase expresa todo lo que siente”. Cuantas más palabras conozcamos, mejor expresaremos los matices.
 

"Los periodistas debe recordar su importancia como multiplicadores de la lengua"

"Puedo decir que las “frutillas están tremendas”, pero ¿a qué me refiero?, ¿a su rebeldía, a su calidad, a su precio? Las frutillas están carnosas, maduras, brillantes, sabrosas; esas palabras describen mejor la calidad de las frutillas". Atlas de palabras únicas

 

Stabielli pones énfasis en el rol del periodista al comunicar, la obligación de buscar las palabras adecuadas para describir una situación, evitar caer en frases hechas y sacar provecho de otros terminos que son muy atractivos y últiles.

Cuando un periodista utiliza palabras poco habituales, ¿no corre el riesgo de que el lector las interprete de manera inadecuada?

Los periodistas no tienen que usar un vocabulario artificial y deben recordar la importancia de su rol como multiplicadores de la lengua. Lo primero que definiría es “palabra poco habitual”, creo que “desidia” lo es; sin embargo, valoro que la empleen porque es mucho más dramática que “negligencia” o “falta de cuidado”, describe conductas más graves que un descuido.

Lo mismo ocurre con la palabra “reaccionario”, pocas personas saben que un “reaccionario” es una persona “conservadora” o “tradicionalista”, creen que se trata de una persona que reacciona con facilidad. El aporte de los periodistas es muy importante. Un recurso para usar otras palabras es acompañarlas de otras más comunes. Por ejemplo: “Tiene ideas reaccionarias, demasiado conservadoras…”, acompañamos la palabra poco habitual de otra que se entiende y ayudamos a enriquecer el vocabulario.

Una de sus especialidades es “entrenar periodistas” para que mejoren su expresión oral y escrita. ¿Cómo toman sus correcciones o sugerencias?

Hace más de 20 años que trabajo en la redacción de TN y eltrece, y también en el sitio Tn.com.ar. Siempre sentí que mi rol fue muy bien aceptado. Estoy para sumar y el propósito desde el principio fue pasar de un registro acartonado o artificial, del que son ejemplos expresiones como “por el espacio de”, “de cara a”, “culminar las negociaciones”, a otras más coloquiales, que generen más cercanía.

Hay mucho que trabajar en algunos errores como el mal uso del gerundio, el uso de “la primer” en lugar de “la primera” o el error tan frecuente del empleo de *hubieron” en lugar de “hubo” en frases como “hubo manifestaciones”.  Mis sugerencias se dan en un ambiente muy cómodo: todos están interesados en expresarse mejor.



¿Cuál es el camino que puede seguir una persona para ampliar su vocabulario?
Todos coincidimos en la importancia de la lectura; sin embargo, yo querría detenerme en la importancia de la conversación. Es fundamental poner la palabra en acción, no alcanza con leerla, hay que emplearla.
Aumentar el vocabulario requiere tiempo, el método es sencillo pero laborioso. Cuando aparece una palabra nueva que nos interesa sumar, lo primero es buscar y entender el significado. Para fijarla hay que escribirla, el gesto de la escritura manuscrita parece vetusto, pero asegura la posibilidad de grabar la palabra a partir de la grafía.

Lo que sirve también es buscar sinónimos y antónimos. Por ejemplo, si la palabra es “vetusto”, entre los sinónimos estarán “añejo, longevo, antiguo, rancio, prehistórico, decrépito” y entre los antónimos “nuevo, moderno, joven”. Este ir y venir asegura la adquisición de nuevos términos.

Se dice que los jóvenes hoy no utilizan más de 200 palabras ¿A qué se debe esto? ¿Es un mal?
Los jóvenes y nosotros nos instalamos en un territorio de comodidad. Usamos muchas palabras comodín y ya se habla de un fenómeno que se define como “vagancia lingüística”. El uso excesivo de palabras como “cosa”, “problema”, o el verbo “hacer” demuestra también la forma en que procesamos y pensamos el mundo. Si bien pueden ser útiles en conversaciones informales, carecen de precisión y no dan cuenta de lo que percibimos, de lo que pensamos o de lo que sentimos. En contextos más serios y profundos es necesario optar por un lenguaje más preciso y consciente.

Jorge Luis Borges dijo en una entrevista: “Lugones tendía a usar todas las palabras. Creo que es un error. Creo que uno debe escribir sólo con aquellas palabras que tienen un impulso vital”

En la afirmación de Borges deja entrever la compleja relación que hubo entre los dos escritores. Aunque con cierta descalificación, Borges invita a distinguir entre cantidad y calidad del vocabulario.

El problema no es tener un “vocabulario rico”; el riesgo aparece cuando la búsqueda de rarezas léxicas lleva a la artificialidad, cuando llevan a pensar que “culminar” es mejor que “terminar” o que “brindar” es mejor que “dar”. Es correcto decir “cuando oyó la noticia, quedó paralizado”, pero también es muy lindo aprovechar para usar “petrificado”.

Creo que Borges no critica el vocabulario amplio, sino el uso ostentoso y rebuscado de la pura forma. La literatura, como cualquier instancia comunicativa, fluye mejor cuando las palabras son elegidas por su manera eficaz de nombrar el mundo.