Bahía Blanca | Domingo, 28 de abril

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Le imponen 14 años de cárcel, pero no lo encuentran

Catorce años de cárcel le impusieron ayer a un individuo que fue encontrado culpable de abusos sexuales reiterados en perjuicio de dos niñas de 8 y 12 años de edad, en Bahía Blanca. La sentencia del Tribunal en lo Criminal Nº 1 se dictó en la causa seguida contra Dardo Enrique Moura, quien llegó a juicio en libertad y en la víspera no se presentó a la última audiencia en que se leyó la resolución.

 Catorce años de cárcel le impusieron ayer a un individuo que fue encontrado culpable de abusos sexuales reiterados en perjuicio de dos niñas de 8 y 12 años de edad, en Bahía Blanca.


 La sentencia del Tribunal en lo Criminal Nº 1 se dictó en la causa seguida contra Dardo Enrique Moura, quien llegó a juicio en libertad y en la víspera no se presentó a la última audiencia en que se leyó la resolución.


 Por tal motivo, los jueces Hugo Adrián De Rosa, Enrique José Montironi y Mario Lindor Burgos, dispusieron la inmediata detención del presunto depravado y su traslado a la Unidad Penal 4 de Villa Floresta, aunque hasta el cierre de esta edición Moura no había podido ser localizado por la policía.


 El tribunal halló al procesado responsable de abuso sexual gravemente ultrajante reiterado por las circunstancias de su realización y su duración, agravado por haberse ocasionado un grave daño en la salud psíquica de las víctimas.


 En el momento de los alegatos, el fiscal Emilio José Marra había reclamado la pena de quince años de prisión, mientras que el abogado Leonardo Gómez Talamoni, reclamó la absolución de su defendido.


 Los jueces consideraron demostrado que desde principios de 195, hasta 1998, Moura ultrajó reiteradamente a una niña de 8 años, en ocasiones dentro de vehículos en distintos puntos de la ciudad, por ejemplo el parque Independencia, así como en una casa del barrio Pacífico y en un descampado de Zelarrayán y el Camino Parque Sesquicentenario.


 También afirmaron que el procesado fue quien, aprovechando su cercanía con la víctima, sometió a una hermana de la anterior, de 12 años, desde enero de 1995 hasta julio de 2006.


 En este caso los hechos se sucedieron en el camino La Carrindanga, en la zona de la avenida Alem y el Camino Parque Sesquicentenario y en un edificio del templo mormón del barrio Patagonia, entre otros lugares.

"Ningún atisbo de dudas"




 El juez Montironi aseguró, en su voto, que "en pocos casos se logró reunir un plexo probatorio que me lleva a sostener, sin ningún atisbo de dudas, que se ha perpetrado el injusto de la manera descripta. Para ello tomo como base las declaraciones de las propias víctimas, quienes en sus relatos, por demás emotivos y no exentos de llantos, evidenciaron en forma palmaria una situación de angustia, temor y vergüenza".


 Rechazó después el relato exculpatorio del imputado.


 "Su versión, no sólo no encuentra asidero en ningún otro elemento de cargo en la causa, sino que parecería que en vez de victimario, el encartado resulta ser víctima de una confabulación orquestada", continuó.


 Recordó el tribunal que las denuncias contra Moura fueron realizadas por el padre de las víctimas, luego que una de las niñas le contara sobre los abusos cometidos, asumiendo luego la otra idéntica actitud.


 Una de las menores relató que Moura siempre le formulaba preguntas sobre su sexualidad y en repetidas ocasiones la llevaba a distintos lugares en vehículos y la sometía a sus bajos instintos.


 Dijo que nunca contó lo sucedido a sus padres o a su hermana, pero sospechaba que a aquella le ocurría lo mismo.


 Afirmó que los hechos le dejaron secuelas psíquicas y que hace varios años que sigue un tratamiento psicológico.


 A su turno, la otra víctima relató también su odisea.


 Manifestó que Moura siempre le decía que estaba "enamorado" de ella y le pedía "que no le contara nada a nadie".


 Explicó que el sospechoso era muy celoso de su persona y que "le molestaba que juegue al fútbol con varones", así como que "siempre la trabajó psicológicamente, que le hacía sentir culpa y que le decía que su hermana era la manzana podrida y que no se junte con ella".


 Aseguró que fue tal el acoso, que le tenía mucho miedo al individuo y lo consideraba un violento.

No son fabuladoras




 La licenciada Marta Elena Astengo, quien atiende a una de las víctimas, manifestó que la chica no fabuló al relatar los hechos.


 Expresó que la joven presenta daño postraumático y padece actualmente de eneuresis, regresión oral y derrumbe psíquico.


 Por su parte, la licenciada Silvina Gabriela Cruciani, que asiste a la otra damnificada, dijo que plantea un discurso coherente y que el ataque a la integridad sexual alteró la estructura psíquica y dejó secuelas.


 Los peritos forenses Eduardo Wrobel y Julio Tapia, indicaron que el examen de las víctimas arrojó como resultado que podrían haber sido abusadas a temprana edad, sin ejercicio de violencia física, pero bajo el modo de presión psicológica e incitación.


 Los magistrados resaltaron la conclusión de los peritos en cuanto a que "existe un alto grado de credibilidad en los testimonios de las víctimas" y que "no presentan rasgos de personalidad fabuladora, observándose secuelas típicas con el tipo de hechos denunciados".


 Además, describieron a Moura como una persona que posee una acentuada capacidad de convencimiento y de seducción al otro, para lograr que acceda o adhiera a sus propuestas sin un rechazo significativo.

Relato exculpatorio




 Al declarar en el debate, Dardo Enrique Moura negó rotundamente haber abusado de las menores.


 Con referencia a la más chica dijo que nunca hizo nada de lo denunciado y dijo de ella que tenía una personalidad fabuladora y conflictiva.


 Respecto de la otra joven, si bien rechazó los términos de la acusación, admitió que tuvieron afinidad en varios aspectos y que siempre lo buscó, le pedía que le comprara cosas y lo llamaba a cada rato.


 En este punto, el juez Hugo Adrián De Rosa consideró que la versión de Moura no tenía asidero y sólo buscaba mejorar su situación.


 A su turno, el juez Enrique Montironi fue más allá y también analizó la declaración del acusado.


 "Los testimonios de las víctimas resultan... tan contundentes que no hacen vislumbrar fisura alguna en sus relatos que pudieran teñirlos de incertidumbre o imprecisiones sobre lo acontecido y padecido por ellas".


 También se refirió al accionar del acusado dentro de la religión que profesa.


 "Se ha suministrado una serie de datos y circunstancias personales del imputado, que hacen que éste se destacara en su accionar eclesiástico e incluso por sus dotes oratorias y su verba, ha conformado su liderazgo en los grupos que se formaban en la iglesia mormona, a tal punto que se lo designara con una categoría equivalente al obispo en la Iglesia Católica".


 Señaló que todo ello le llevó a entender lo padecido por las víctimas y a comprender lo relatado por una de ellas, cuando decía que "Moura me taladró la mente", lo que le impidió reaccionar a tiempo y soportar la humillación de los actos libidinosos llevados a cabo por el sujeto.

Agravantes. El Tribunal en lo Criminal Nº 1, al mensurar la pena a aplicar, valoraron como agravantes el vínculo que el procesado tenía con las víctimas, el extenso lapso temporal y la actitud de corrupción de los actos sexuales protagonizados. No fue posible establecer cuál fue el motivo por el cual Dardo Moura se encontraba excarcelado, pese a la gravedad de los hechos que se le atribuían.